sábado, 15 de noviembre de 2014

Je suis François



Je suis François







Autor: Tomás Vera Ziccardi





La República Francesa ha experimentado cambios profundos en décadas recientes. Dichos cambios son de diversa índole y su complejidad varía enormemente. Podrían citarse los cambios geopolíticos desde el involucramiento en Medio Oriente de la mano del ex presidente Chirac hasta la participación en los bombardeos recientes tomados lugar en Irak contra el Estado Islámico. También han tomado lugar cambios económicos, la situación macroeconómica de 2006 dista bastante de la actual en un escenario post crisis europea. Desde el espectro social y demográfico en los últimos 15 años Francia ha cambiado. La inmigración tanto intra como extraeuropea ha modificado la estructura social, derivando, entre otras cosas, en modificaciones del escenario político. Allí también nos encontramos frente a un nuevo panorama, partidos políticos como el Front National de los Le Pen han cobrado relevancia nacional en una arena política pos-Sarkozy donde luego de tantos años confinados en la oposición los socialistas lograron retornar al Elíseo de la mano del niño mimado de la Ecole Nationale d’administration, François Hollande. Todos estos cambios dan cuenta de la velocidad a la cual ha transitado Francia los inicios del siglo XXI. Fiel a su historia y estilo los franceses continúan esforzándose por ocupar uno de los lugares más prestigiosos en la cúspide mundial. A pesar de esto, los mencionados “profundos cambios” han traído aparejados nuevas problemáticas que ya no afectan a la nación gala en lo que supieron ser sus vastos dominios coloniales, ahora el problema está en casa, en la misma Place de la Concorde. Cuando el 7 de Enero último se produjo una masacre en el semanario satírico “Charlie Hebdo” a muchos se nos presentó la conjuración de todos estos cambios. Un problema geopolítico, cultural, económico e ideológico, pero a la vez que trascendía todas y cada una de esas barreras. Puede ser que dicho resultado difícil de comprender haya emanado de la bestialidad de los mismos ataques, pero incluso en el escenario posterior continúa quedando poco esclarecida la índole del problema. Posiblemente como dijimos porque es una cuestión que engloba demasiadas variables detrás de un solo hecho. Al verse atacada de forma desprevenida en uno de sus pilares por excelencia, la República reaccionó como era de esperarse. Tanto la sociedad como el ejecutivo de turno repudiaron los actos y buscaron dar una respuesta inmediata frente a un sistema internacional que continuaba mirando hacia Paris de forma perpleja. A pesar de los oportunismos políticos, la labor de la administración Hollande fue apropiada y sumamente profesional, demostrando su capacidad  para dar respuestas frente a crisis de semejante envergadura como también sabiendo obtener rédito político de ellas.

En un extenso trabajo presentado hace unos meses y titulado ¡Vive, vive, vive Hollande! hemos analizado la vida y carrera política del actual presidente de la Quinta República, François Hollande. Allí se trataron temáticas remitidas a geopolítica, política exterior francesa, participación económica nacional en Medio Oriente y África, intereses económicos extraregionales y participación militar gala por fuera de Europa. La administración Hollande, a su vez, tuvo relación con los ataques al Estado Islámico, suscitados en años recientes. Se involucró a nivel internacional con la coalición que ha impulsado la encrucijada frente al terrorismo islámico. Esto no quiere decir que los ataques de Charlie Hebdo guarden relación con el manejo de la política exterior llevado a cabo por los socialistas, como se ha mencionado previamente el atentado se explica por la conjuración de diversas cuestiones que anteceden en el tiempo al actual gobierno. De todas formas ha sido al ejecutivo encabezado por François Hollande al cual le ha tocado hacer frente a la crisis. Si rememoramos lo expuesto en ¡Vive, vive, vive Hollande! puede observarse que la popularidad del presidente no solo era baja sino que también venía en caída pronunciada desde hacía meses. El gobierno no había logrado revertir la situación económica (algo que lo excede) y en el plano político estaba flanqueado por  ciertos movimientos secesionistas internos y la expansión de la derecha moderada y la extrema derecha. Los medios de comunicación también contribuyeron a acelerar la decadente imagen del gobierno socialista que en 2012 había llevado un mensaje de esperanza a toda la sociedad. Hasta el momento todo era cuestión de las históricas y cotidianas problemáticas por las cuales atraviesa cualquier ejecutivo nacional. Empero, con el atentado a Charlie Hebdo, Francia en su totalidad quedó en jaque y atónita frente a uno de los atentados terroristas más sangrientos que la nación recuerde en décadas recientes. Alejándonos de los sectores que proclaman teorías que van desde el autoatentado hasta el rédito que le generaría al gobierno, cabe mencionar que la situación inicial era una de fifty-fifty, donde el gobierno podría salir perjudicado, destruyendo por completo su imagen decadente, o salir revitalizado, logrando de esta forma reconstruir una imagen social crítica. Es por esto que la actuación de Monsieur Hollande sería clave, tanto por exceso como inacción, todo lo que hiciera tendría consecuencias directas para su gobierno.







El presidente francés François Hollande (izquierda) y el Ministro del Interior Bernard Cazeneuve (derecha) envían un mensaje de tranquilidad frente a la sociedad luego de los atentados al semanario satírico "Charlie Hebdo". 





Acostumbrados a su elocuencia discursiva, Hollande no tardó en sostener  que el atentado fue “un acto de excepcional barbarie”. La crítica y el repudio, junto a su posición omnipresente desde el 7 de Enero hasta el 9, le valieron de la aprobación social, fruto del accionar que debe tener todo presidente. Su alocución continuó enviando un mensaje de tranquilidad que imploraba por la unidad, algo que se vio manifestado en “nada puede dividirnos, nada puede separarnos”. Frente al desentendimiento social el presidente expresó que como jefe de los franceses iba a seguir defendiendo la libertad como principio fundamental del estado y la sociedad a la cual representa. Como ya mencionamos, tanto su posición como las palabras de fondo que se pudieron recoger de sus centrados discursos brindaron seguridad ante la sociedad, el ejecutivo haría todo lo que tuviese a su alcance para esclarecer la situación. Justamente esto tomó lugar de forma inmediata con el rápido despliegue de los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad para dar con el paradero de los terroristas. Ante la inminente avanzada de los medios de comunicación con la información minuto a minuto, el gobierno debió responder constantemente a los cambios que se suscitaron a partir de la huida de los terroristas. No fue tarea fácil encontrar a los sospechosos del atentado, mantener la unidad social y preservar los pilares del estado y la sociedad francesa, pero podríamos decir que esas fueron las tres principales metas de Hollande para salir de la crisis. Respecto de la primera, dar con el paradero de los terroristas, el gobierno desplegó un extenso operativo de seguridad interna, con más de 10.000 miembros de las fuerzas armadas esparcidos por el territorio nacional, no solo en búsqueda de los sospechosos, también expectantes a disipar cualquier tipo de nuevo atentado, porque recordemos que una de las potenciales posibilidades que manejaban por aquel momento los servicios de inteligencia era la de futuros atentados simultáneos en diversos puntos del país. A su vez se debía vigilar los puntos sensibles donde pudiesen llegar a tomar lugar dichos ataques, principalmente establecimientos religiosos y estatales. Aquí se desprendieron tres nuevos objetivos secundarios: otorgar seguridad a la ciudadanía, prevenir nuevos ataques y cuidar el escenario postatentado. Para mantener la unidad social, principalmente una vez resuelta la primera meta general, Hollande apeló a hacer perdurar el “espíritu del 11 de enero”, que no se desvanezca el clamor social emanado de las manifestaciones. Esto fue importante no solo por la convulsión social interna, también por la imagen que enviaba Francia al mundo. Tomando en cuenta los serios problemas socioculturales, era preponderante mantener la unidad de la sociedad, en parte porque si analizamos en detalle las palabras del presidente respecto a la unidad, reconoce cierto grado de propensión a la división o mejor dicho la existencia de una grieta social. Finalmente, la tercera meta que buscó preservar los pilares de la sociedad francesa condujo a que el ejecutivo reforzara la idea de dilapidar cualquier acto unilateral contra la igualdad, la libertad (en todas sus formas) y la fraternidad. Si Hollande fallaba en esto, por más que el estado francés diera con los sospechosos, la sensación que quedaría sería la de nuestros valores y principios fundamentales como nación son permeables, y el presidente no podía pagar un precio tan elevado.







El rol desempeñado por el presidente Hollande fue trascendental tanto durante la crisis como en el escenario posterior. Su manejo de la misma le permitió mejorar su imagen en cuanto a niveles de aprobación social.





Inexorablemente en cuestión de días Hollande logró cumplir con las tres metas: cerró la cuestión de los responsables del atentado, mantuvo la unidad social y reforzó los valores que su nación promulgó durante los últimos siglos. El presidente logró superar la crisis, en parte porque dio la imagen correcta frente a su sociedad, los medios de comunicación y la comunidad internacional. Supo manejar el serio desenlace suscitado de la fusión de variables sociales, políticas, internacionales y culturales. Estuvo presente a todo momento, no se escondió a esperar que la crisis terminara, salió de su despacho y se mantuvo al lado de una sociedad que necesitaba más respuestas frente a tantas dudas. Su accionar incluso se extendió a los escenarios ulteriores, el presidente mantuvo reforzado el operativo de seguridad nacional al tiempo que a la semana amplió las operaciones militares en Irak frente al Estado Islámico. Para muchos el envío del portaaviones Charles de Gaulle implicó la posición del ejecutivo francés frente a los extremismos de toda índole. Hollande no vaciló, se mantuvo firme en su respuesta. Forzó al manto diplomático nacional a trabajar desde Naciones Unidas para que se pudiera continuar con los bombardeos frente a ISIS. El mensaje final tuvo diversos destinatarios pero mismo asunto: Francia no toleraría este tipo de violaciones a sus principios más intrínsecos. Los momentos posteriores al atentado dieron un alza en la imagen positiva del presidente fruto del manejo de la crisis. Respecto al acontecimiento puntual, cerca del 88% de los franceses aprobó su accionar durante la trágica semana que abatió a su nación. Los medios de comunicación destacaron la forma en la cual el presidente resolvió el conflicto, algo que le permitió subir algunos puntos en la escala de imagen positiva. Las consignas de las manifestaciones sociales que pulularon a lo largo de toda Francia hicieron de “Je suis Charlie” un nuevo símbolo de la defensa de principios sociales y culturales para el pueblo francés. Lo que sucedió fue que todos se sintieron Charlie Hebdo, el atentado afectó a la población en su totalidad, pero también a cada persona, cada individuo manifestó su pertenencia. En dicho sentido, también lo hizo el presidente de la república, François Hollande. Su manejo de la crisis, la presencia social de su gobierno y el reconocimiento por parte de la ciudadanía, los medios, los demás partidos políticos y la comunidad internacional le permitieron al presidente reclamar Je suis François, yo soy el abanderado en la lucha contra las diversas formas de terrorismo que aquejan a nuestra nación. La aprobación social y la remontada en la lucha por mantener una imagen positiva también contribuyeron a este lema de Je suis François, porque la propia sociedad reconoció la labor presidencial. Los atentados no tuvieron ganadores ni perdedores, no se trató de una contienda bélica, se trató de un acontecimiento que unió a los franceses y reforzó su sentimiento de pertenencia, incluso en un momento donde el gobierno no estaba bien posicionado y la economía no se encontraba en una situación favorable. Los alcances finales todavía no pueden ser medidos, porque nuevamente se debe mencionar que coexisten una infinidad de variables detrás del complejo entramado nacional. Aun quedará por ver si durante los años que le restan al actual gobierno en el Elíseo surgirán nuevos acontecimientos derivados de los atentados contra Charlie Hebdo o si el “trágico Enero” será un capítulo final en dicho sentido para la actual administración. Todo puede suceder, incluso en un escenario donde el presidente sea reelecto o donde se forme un nuevo ejecutivo, lo cierto es que los atentados marcaron un hito sumamente relevante que acompañará a la administración Hollande a perpetuidad.





                                                                                               Tomás Vera Ziccardi





* La totalidad del presente trabajo es obra material e intelectual del Señor Tomás Vera Ziccardi. Los derechos del mismo quedan estrictamente reservados a TVZC por expreso pedido del autor. 



sábado, 1 de noviembre de 2014

JFK: los inicios de un gobierno llamado a cambiar el destino de la nación



JFK: los inicios de un gobierno llamado a cambiar el destino de la nación







Autor: Tomás Vera Ziccardi





Luego de lo que fue una de las elecciones presidenciales más reñidas de toda la historia electoral de los Estados Unidos de América, en noviembre de 1960 la fórmula Kennedy-Johnson logró imponerse a nivel nacional, permitiéndole al Partido Demócrata regresar a la Casa Blanca. La ajustada victoria sobre la fórmula Nixon-Cabot Lodge, sumada a la derrota en estados claves, dejó en evidencia que la flamante administración demócrata tendría que hacerle frente a una oposición influyente. Ciertas medidas propuestas durante la campaña electoral deberían ser abandonadas, al tiempo que otras experimentaron modificaciones fruto de las negociaciones que el ejecutivo debió emprender a fin de no acumular derrotas políticas. El primer año de gobierno evidenció a un Kennedy dispuesto a ceder en ciertas cuestiones, pero al mismo tiempo reacio a otorgar concesiones en aspectos que consideraba fundamentales para mantener una imagen positiva. Al igual que durante la campaña, ejes tales como política exterior, derechos sociales y economía acapararon gran parte del esfuerzo gubernamental. Fue justamente allí donde el joven Kennedy comenzó a evidenciar que las cosas no eran tan simples como pensaba y que estar sentado en el Despacho Oval no implicaba contar con una autonomía total en cuanto a la toma de decisiones. Los primeros días y el primer año de gobierno estuvieron signados por éstas y otras cuestiones relevantes. Buscaremos exponer puntualmente el desarrollo en cada área específica a fin de poder comprender de mejor manera el esfuerzo de la administración Kennedy por cambiar el destino de la nación más importante del mundo para la época.


Uno de los ejes más relevantes de la administración Kennedy fue la cuestión de los derechos civiles. Durante la campaña cobró gran relevancia, atrayendo a electores de estados donde las diferencias sociales en dicha materia eran elevadas. Para quienes conocían a Kennedy y su posición al respecto de la mencionada cuestión, no se trataba de nada nuevo. Durante su campaña al Senado, la década previa, realizó énfasis en combatir las desigualdades sociales en su estado, cooptando el voto en los distritos donde residían las comunidades de inmigrantes. En otras palabras, la denominada cuestión social fue una bandera defendida por Kennedy desde los comienzos de su carrera política. Ahora bien, para impulsar reformas en materia social el presidente precisaría no solo de apoyo por parte de la ciudadanía, también del poder legislativo. Rememorando la configuración del Congreso a inicios de la administración Kennedy observamos que los demócratas contaban con 267 escaños frente a 173 de los republicanos. A pesar de disponer de una mayoría simple, un total de 100 congresistas demócratas pertenecían a lo que era denominado en aquel entonces como el “Viejo Sur”. Dichos representantes estaban más dispuestos a unirse con los republicanos en materia de derechos civiles que apoyar legislación progresista impulsada desde la Casa Blanca. Desde otro punto de vista, recordemos que Lyndon Johnson había sido uno de los principales contrincantes de Kennedy en la interna a la nominación por parte de la Convención del Partido Demócrata, proveniente del “Viejo Sur”, Johnson sabía que no podía impulsar inicialmente las medidas que Kennedy deseaba, porque ello despertaría la alarma en su distrito. Jack comprendía que un Congreso dominado por el Sur, donde los demócratas conservadores de dicha región tenían notoria influencia, dificultaba su intención de impulsar reformas sociales durante el primer año de gobierno. Para los flamantes congresistas sureños, al igual que para el vicepresidente, era preciso limitar la llegada de dichos proyectos al Congreso, porque debían dar una imagen menos reaccionaria respecto a sus votantes. El accionar de la administración Kennedy mostró notoria habilidad política en dicho sentido. Los cambios a través del poder legislativo se veían momentáneamente bloqueados, de todas formas el gobierno contaba con la carta del ejecutivo. Aquí fue donde las ideas de Robert Kennedy cobraron fuerza. El hermano del presidente creía que se debía actuar desde el ejecutivo de forma cautelosa, impulsando reformas graduales que incrementaran el apoyo social y al mismo tiempo mantuvieran calmo al Sur. El presidente defendía dicha posición ya que creía que la ejecución de medidas consistentes en materia social podría acarrear costos elevados para un gobierno que se había impuesto por escaso margen en las elecciones. Algunas de las denominadas “medidas del ejecutivo” fueron por ejemplo el nombramiento de Weaver (un líder afroamericano) al frente de la Agencia de Vivienda. El mensaje era claro, Kennedy abogaba por mayor participación de los afroamericanos en la estructura gubernamental nacional. Fue así como el nombramiento de Weaver en una cartera relevante en materia de derechos sociales tal como vivienda fue recibida con entusiasmo por parte de la ciudadanía. Respecto a la presencia de afroamericanos dentro de la burocracia americana (históricamente dominada por familias tradicionales del Noreste), los cambios fueron lentamente tomando lugar. Podríamos mencionar el nombramiento de otro afroamericano, Warthon, en calidad de embajador en Noruega. No solo comenzaba a evidenciarse un cambio en las altas esferas de la estructura estatal, también en cuanto a la aceptación social. Finalmente, cabe destacar durante este período inicial lo que es reconocido como uno de los logros más grandes en la construcción de instituciones destinadas a defender los derechos sociales de toda la ciudadanía, estamos hablando de la creación del Comité de Igualdad de Oportunidades Laborales (más conocido como EEOC, proveniente del inglés Equal Employment Opportunity Comission). Dicha institución perdura hasta nuestros días y fue la encargada de fortalecer la igualdad de oportunidades en el mercado laboral estadounidense. Para ser el inicio de un gobierno, la administración Kennedy introdujo importantes cambios en materia de derechos civiles. A pesar de las limitaciones y los mecanismos a los cuales debió recurrir el ejecutivo demócrata, dichos cambios sentaron las bases para las medidas por venir en años próximos.







La administración Kennedy inició un profundo cambio remitido a derechos civíles. A pesar de las dificultades iniciales para impulsar legislación en materia social, el gobierno optó por canales alternativos para cumplir con las promesas de campaña. Algunas de las reformas impulsadas por John Fitzgerald Kennedy continúan teniendo efecto en nuestros días, demostrando la importancia de la convicción y decisión política a la hora de introducir cambios de fondo.





El último tramo de la administración Eisenhower estuvo signado por un período recesivo que se extendió hasta los primeros meses de 1961. El estancamiento económico elevó el malestar social. Los problemas económicos ya habían cobrado relevancia durante la campaña presidencial, ahora el nuevo gobierno debería empujar nuevas medidas para reactivar la economía. La administración Kennedy se centró en lo que sería uno de los pilares de su desarrollo económico, la renovación urbana. Varias áreas de la nación mantenían una estructura económica improductiva, carente de valor alguno para hacer frente a los desafíos macroeconómicos de la nueva década. El gobierno creía que la remodelación del aparato productivo, las estructuras locales y también la infraestructura nacional llevarían a un crecimiento sostenido en el tiempo. A diferencia del gobierno saliente, se puso énfasis en la inversión dentro de dichas áreas. Fue así como el desarrollo de nuevas estructuras urbanas, la relocalización de empresas y la construcción de autopistas aumentaron la eficiencia y productividad en el corto plazo. El gobierno explayó en su discurso frente a la ciudadanía el esfuerzo que se estaba realizando en materia económica, dando respuestas a una de las principales demandas sociales. Otro de los ejes relevantes sería aumentar la eficacia de los servicios públicos. Recordemos que varios servicios, a nivel local, continuaban estando bajo la órbita estatal, por lo cual se buscó mejorar la performance pública en dichos términos. Con el tiempo, el mencionado enfoque llevaría a lo que sería conocido como la renovación del aparato estatal estadounidense durante la primera mitad de la década del ‘60. Por otro lado también debe tenerse en cuenta que uno de los sectores con menor crecimiento para el período 1958-1961 fue el campo. La administración Kennedy impulsó un programa de subvenciones al sector agrícola, principalmente para reducir la demanda de bienes de dicho sector provenientes del extranjero, obteniendo un respiro, por lo menos temporal, en cuanto a la balanza comercial. Si bien las mejoras no tardaron en llegar (trayendo aparejadas la aprobación social y empresarial), durante el primer año de gobierno se buscó comenzar a darle forma a lo que sería el programa de planes estatales financiados por el gobierno federal y el impulso al aumento del salario mínimo. Respecto al primero, dichos planes buscaron reactivar las economías regionales, signadas en una profunda crisis durante fines de la década pasada. En cuanto al incremento del salario mínimo, los beneficios tardarían en llegar y serían observables ya para el final del primer año de gobierno. Los efectos globales fueron positivos, Kennedy incrementó sus niveles de aprobación social, principalmente porque otorgó una imagen vinculada al activismo, nuevos enfoques económicos, responsabilidad de gobierno y respuestas contundentes frente a los problemas sociales. Sumado al alcance de los nuevos medios de comunicación, así como también a la buena relación inicial entre el gobierno y éstos, las primeras medidas económicas del ejecutivo fueron satisfactorias. Estados Unidos logró salir de la recesión y el panorama respecto al año próximo era alentador por primera vez en años.







"My call is not to those who believe they belong to the past.
My call is to those who believe in the future". 

La llegada de Kennedy a la Casa Blanca esperanzó a toda una generación. El presidente llamó a los jóvenes a creer, participar e impulsar el cambio. Uno siempre puede ampliar la frontera, ir más allá. Para ello debe tener la convicción necesaria de poder realizarlo. Kennedy estaba en lo cierto cuando declaraba: "Necesitamos hombres que puedan soñar con cosas que nunca sucedieron y preguntarse ¿por qué no?". 





En ‘An Unfinished Life: John F. Kennedy 1917-1963’ Robert Dallek comienza el capítulo remitido a la llegada de Kennedy al poder sosteniendo que 14 años en Washington le habían enseñado a Jack que los presidentes tenían mayor control sobre la política exterior que la interior. Si a esto le sumamos la relevancia que adquieren los asuntos internacionales para Estados Unidos en dicho momento de la Guerra Fría, comprendemos que la política exterior fue uno de los ejes más relevantes de la administración Kennedy. Graduado en relaciones internacionales por la Universidad de Harvard y habiendo abordado temáticas internacionales durante su paso por el Congreso, Kennedy comprendía que los desafíos internacionales habían cobrado mayor relevancia. Justamente por ello comenzó a tomar serias medidas a nivel de política exterior. Nosotros tomaremos cuatro de sus principales ejes: la Alianza para el Progreso, la Crisis de Laos, la relación con la Unión Soviética en el marco de la bipolaridad y el enfoque nuclear de la administración demócrata. Quedarán fuera otros temas sumamente relevantes que acompañarán a la administración Kennedy ad eternum, tales como Europa, la Alianza Atlántica, OTAN, Cuba y África.

Durante el primer tramo de su gobierno, Kennedy propuso un cambio de paradigma respecto de la relación con las naciones de América Latina. Su enfoque convalidaba el deseo del Departamento de Estado por fortalecer las economías de la región al mismo tiempo que se afianzaran las instituciones donde la democracia pudiese mantenerse estable. En el marco de la Guerra Fría, Estados Unidos buscaba impedir que el comunismo irrumpiera en la región ya que ello implicaría convivir con el enemigo puertas adentro del continente americano. De esta forma Kennedy propuso la Alianza para el Progreso, la cual buscaría impulsar el desarrollo económico de América Latina aportando fondos estadounidenses y fomentando la radicación de corporaciones americanas. El proyecto le permitiría a la nueva administración mantener una mejor relación con el resto de naciones americanas, algo sumamente complejo teniendo en cuenta que la región siempre miró a Washington con mayor desconfianza que aceptación. En otros trabajos tales como La influencia de Estados Unidos en América Latina y La relación Estados Unidos - América Latina en la post Segunda Guerra Mundial se ha ahondado la relación de los Estados Unidos con América Latina, por lo cual los lectores podrán ampliar la lectura en ellos. Al mismo tiempo se recomiendan los trabajos John Fitzgerald Kennedy y La política exterior argentina en tiempos de Frondizi: el camino hacia la Alianza para el Progreso para tener un acercamiento a la Alianza para el Progreso. Retomando, la propuesta de Kennedy despertó el interés de las naciones latinoamericanas las cuales enviaron sus representantes a la presentación del proyecto conocido como la Alianza para el Progreso. Es evidente que detrás de las buenas intenciones de Kennedy se escondía el aparato burocrático estadounidense que históricamente controló las relaciones con la región. En lo que el presidente llamó una “nueva unión hemisférica” muchos entendieron el ansioso anhelo estadounidense por blindar la región impidiendo el ingreso del comunismo. Una menor injerencia soviética implicaba el aislamiento de los sectores que puertas adentro de la región reivindicaban la lucha contra el imperialismo estadounidense. Pronto comenzarán a asomar los problemas en Cuba y el deseo de Washington por aislar a Castro del resto de la región. La diplomacia estadounidense también se encargó de impedir cualquier tipo de reconocimiento al régimen cubano por parte de otras naciones latinoamericanas, algo que en los años por venir se agudizaría con el bloqueo sobre la nación caribeña y el impedimento a ingresar en la Organización de Estados Americanos. De todas formas, no solo el efecto Cuba sino que también el asesinato de Kennedy y el cambio de paradigma estadounidense a partir del Incidente del USS Maddox en el Golfo de Tonkín, tendrían injerencia sobre las proyecciones de la Alianza. La misma caería en el olvido, los fondos prometidos jamás lograron llegar en su totalidad a la región, al tiempo que el compromiso político se diluyó. Con el gobierno de Johnson la relación Estados Unidos – América Latina variaría rotundamente y pronto comenzaría a dar un cambio de enfoque en vísperas del inicio de la administración Nixon. A modo de conclusión: la Alianza para el Progreso fue una innovadora propuesta por parte del nuevo gobierno demócrata que buscó impulsar un cambio en la relación con América Latina. La misma despertó el interés de varias naciones latinoamericanas, quienes creyeron que con Kennedy podría llegar a tomar lugar un acercamiento con Washington. De todas formas el establishment estadounidense también formó parte del proyecto y dejó en evidencia su interés por tener mayor injerencia en Latinoamérica a fin de limitar la expansión del comunismo en una región clave para la seguridad hemisférica de los Estados Unidos. La situación interna en varias naciones de la región, el caso Cuba, el asesinato de Kennedy y el nuevo enfoque en la relación por parte del Departamento de Estado dejaron sin efecto los alcances de la propuesta. En la histórica y compleja relación entre América Latina y los Estados Unidos, la Alianza para el Progreso representó una propuesta positiva con vistas a mejorar la relación bilateral, algo que sería más bien una excepción, por lo menos durante el resto del siglo XX.  

La primera crisis de envergadura internacional que le tocó afrontar al flamante gobierno fue la de Laos. Kennedy ya había tenido en años previos llegada a los problemas que se suscitaban en el Sudeste Asiático, principalmente en Vietnam y Laos. Durante el desarrollo del conflicto interno en esta última nación, Estados Unidos navegó entre la posibilidad de una intervención directa y la negativa a tomar parte en un conflicto interno. Lo cierto es que los problemas se agudizaron si tenemos presente que el nuevo gobierno acababa de llegar al poder, cualquier tipo de medida sería fuertemente analizada por la oposición, los medios y la comunidad internacional. A medida que las reuniones tomaban lugar entre el círculo más cercano al presidente, las salidas a la crisis conducían indefectiblemente hacia dos caminos: la intervención militar o una salida negociada. Los costos eran demasiado elevados como para desplegar tropas estadounidenses en la región y para Kennedy no parecía haber rédito alguno, por lo menos en el corto plazo. En el mediano plazo, la evolución de los acontecimientos desprendidos de una intervención podría llegar a comprometer aún más al gobierno. Kennedy optó por abstenerse a intervenir, algo que fue acertado teniendo en cuenta que el conflicto se agotó por la disputa entre las facciones internas. El mismo no logró captar la atención internacional, por lo cual Washington evadió la crisis sin pagar costo alguno. A pesar del alivio que rebalsó los pasillos de la Casa Blanca, pocos lograron advertir la seria situación que se suscitaba cada vez con mayor intensidad en Vietnam. Luego de Dien Bien Phu y la Convención de Ginebra, Vietnam escaló posiciones en la agenda de intereses globales estadounidenses. La política de Eisenhower comprometió en mayor medida a su nación con los problemas entre ambas naciones (Vietnam del Norte y Vietnam del Sur). Para Kennedy Vietnam no era un mero problema heredado de administraciones pasadas, representaba una cuestión a tener en cuenta a fin de no ver afectados los intereses estadounidenses en la región. Durante su primer año, JFK incrementó los fondos destinados a la asistencia militar en Vietnam. Las discusiones en el Despacho Oval se crispaban cuando el propio Kennedy sostenía que no deseaba enviar militares para terminar escalando el conflicto. Las fuerzas armadas eran partidarias de una intervención directa, pero por el momento eso sería bloqueado. El presidente no podía esperar por mucho más tiempo a que los problemas se solucionaran por si solos, principalmente porque el sector militar, la industria bélica nacional, la estructura diplomática y los gobierno de Laos y Vietnam del Sur reclamaban cada vez mayor atención por parte del ejecutivo. Este primer capítulo de la administración Kennedy dejó en evidencia los serios problemas que afrontaría Estados Unidos en la región durante la próxima década. Vietnam tuvo sus limitaciones, incluso para el accionar presidencial. Sin ansias de defender los postulados de la teoría kissingeriana de “Ingreso al Pantano”, debe ser destacado que Estados Unidos vio como el espiral de problemas no solo se amplió sino que también lo arrastró, de a poco, hacia un conflicto que pocos lograban comprender en 1961. Algunos actores tales como Johnson, McNamara y Westmoreland continuarían involucrados una vez finalizada la administración Kennedy, aun más, serían fundamentales para el desarrollo de los acontecimientos.

Los dos últimos elementos serán analizados de forma conjunta, no solo por su interrelación, también porque conforman cuestiones esenciales para comprender la estrategia global de los Estados Unidos durante el período en cuestión de la Guerra Fría. El gobierno de Kennedy mantuvo inicialmente una relación conflictiva con el poder militar estadounidense. El presidente no compartía los preceptos de la “Respuesta Rígida”. Él creía que la carta nuclear frente a la URSS conducía a una inevitable crisis global. En este sentido, probablemente haya sido Bobby quien mantuviera el mayor nivel de confrontación con la cúpula castrense que había perdurado desde la Segunda Guerra Mundial (con contadas excepciones que fueron quedando a un lado luego de Corea). Teniendo no solo llegada sino también influencia sobre el presidente, Bobby siempre fue partidario de optar por lo que denominaba la “vía propia”, algo que le valió de poderosos enemigos dentro de las estructuras de poder más relevantes tales como la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado. En este caso, los Kennedy buscaron desligarse de las ideas que pululaban dentro del establishment americano. Fue así como propusieron la “Respuesta Flexible”, dejando de lado alternativas con las cuales contrastaba notoriamente, como por ejemplo la “Represalia Masiva”. Para Kennedy la relación con la Unión Soviética debía deshacerse del elemento de tensión constante y omnipresente, para ello otorgar una respuesta flexible parecía una salida positiva. El único inconveniente aparentaba ser la reticencia de los grupos de poder a reducir el rol preponderante de Estados Unidos en los asuntos globales. La cuestión nuclear debía mantenerse como última opción viable, impidiendo que fuera utilizada indiscriminadamente. El elemento disuasorio cobraría valor. Una de las principales medidas fue la de centrar el uso de las capacidades nucleares en torno al presidente, limitando el grado de decisión de otros actores. Para los militares esto fue un duro golpe, recordemos que en aquel momento eran partidarios de la respuesta nuclear. Frente al joven y recientemente llegado al poder Kennedy, el Kremlin contaba con la experiencia de un líder como Nikita Jruschov. Para Kennedy, figura proveniente de la élite, acostumbrado a debatir cuestiones internacionales con los intelectuales de la Ivy League, Jruschov era un hombre rígido, rudo y poco propicio a ceder (por lo menos eso emana de las declaraciones en privado del presidente luego de las cumbres mantenidas con el líder soviético). Los primeros meses de gobierno aun dejaban en evidencia las estrategias de los actores respecto a los cambios de poder en Washington, sin embargo pronto Cuba cobraría mayor relevancia y con ello vendrían aparejados los problemas derivados de Bahía de Cochinos, el eje La Habana-Moscú y la Crisis de los Misiles. Finalmente, es necesario destacar que para 1961 Kennedy aumentó el presupuesto destinado al sector militar. Al mismo tiempo se incrementaron el número de cabezas nucleares en más del 400%. El gobierno de Kennedy también duplicó la cantidad de misiles balísticos operativos, tanto en Estados Unidos como en el exterior. A su vez debemos mencionar que en los dos primeros años de gobierno demócrata aumentaron la cantidad de bombarderos B-52 a nivel internacional. La estrategia global de Estados Unidos para la Guerra Fría continuaba en expansión, a pesar del eje discursivo pacificador mantenido por su presidente. Esto último expuso las limitaciones del presidente a la hora de poner límites serios a la carrera armamentista. Cuando Eisenhower advirtió en uno de sus últimos discursos oficiales como presidente el creciente poder del sector industrial-militar, en cierto modo envió un mensaje a la futura administración. Puede que Kennedy haya comprendido el mensaje, empero podría dejarse abierta la puerta al debate respecto a las capacidades reales para hacerle frente a semejante grupo de poder.







La relación entre los Kennedy y los sectores más relevantes del poder militar no fue buena a lo largo del mandato presidencial de JFK. La discrepancia respecto a la cuestión nuclear, las intervenciones militares y las instancias de toma de decisiones afectaron los niveles de entendimiento entre la Casa Blanca y El Pentágono. Luego de Bahía de Cochinos la relación no volvería a recuperarse jamás.  





La llegada de Kennedy al poder esperanzó a toda una generación que creía en el verdadero cambio. Su imagen, sus convicciones, su accionar y el país que prometía convencieron al pueblo estadounidense que la década de los ‘60 sería el momento en el cual cambiarían la historia. El lema de campaña “Kennedy-Johnson: Leadership for the ‘60s” entusiasmó a un pueblo dispuesto a creer nuevamente en la política. Durante la campaña los demócratas realizaron grandes promesas, en parte porque tenían la convicción propia en que las podrían llevar a cabo. Una vez en el gobierno, Kennedy encontró limitaciones al ejercicio de sus funciones, problemas de índole externa, conflictos intrapartidarios, pujas sociales aun no preparadas para ser modificadas, un escenario internacional mucho más hostil de lo que esperaba y un conflicto global con otra superpotencia que no parecía dispuesta a ceder en la lucha por le hegemonía global. Durante el lapso de los primeros 365 días de ejercicio de funciones, el nuevo gobierno experimentó éstas y otras sensaciones. La desazón, el enojo, los fracasos, las victorias, el apoyo social, los cambios de rumbo, las confrontaciones directas, la negativa interna a un cambio y la empatía generalizada. Por momentos resultó difícil materializar las promesas de campaña una vez en la Casa Blanca, por lo cual varias cuestiones programáticas debieron ser abandonadas al tiempo que otras mutaron o mejor dicho fueron mutadas. Gobernar no fue tarea fácil, incluso la elección del gabinete y los principales funcionarios de su gobierno le demostraron a Kennedy que el presidente debía tomarse su tiempo para atender a cada cuestión de forma particular. En un sistema presidencialista como el estadounidense, el jefe de estado debe estar constantemente preparado para responder a todo contratiempo respecto de toda área y bajo cualquier circunstancia. Nadie puede negar que Kennedy cumpliera con la formación y trayectoria necesaria para hacer frente a semejantes obligaciones. A lo mejor es una cuestión que atañe a todo gobernante, siempre surgirán contratiempos. En la experiencia demócrata quedó claro que Kennedy buscó responder a toda cuestión que surgiera en cada frente. Por momentos el agotamiento afectó su accionar, como lo sería Bahía de Cochinos, pero jamás sus convicciones. En un período de tiempo tan limitado, la administración Kennedy trabajó con profesionalismo para mantener en la cúspide internacional a una nación que tenía cada vez más demandas tanto internas como externas. A la hora de rememorar el gobierno de John Fitzgerald Kennedy se tiende a trazar una línea cronológica sobre la cual se posicionan los aciertos y errores desde la investidura hasta el asesinato en Dallas. Inevitablemente (o deberíamos decir lamentablemente) se dejan afuera elementos sumamente relevantes. En este caso hemos buscado exponer algunos de los aspectos más sobresalientes de la primera fase de gobierno, donde coexistieron elementos de toda índole. Dicho momento fue importante porque expuso las respuestas iníciales de Kennedy una vez en el poder frente a la compleja tarea de gobernar los Estados Unidos de América. A pesar del nefasto desenlace que le impidió a Kennedy continuar con su propuesta de nación, algunas de las medidas inicialmente adoptadas por su gobierno continuaron teniendo relevancia en administraciones posteriores, incluso tornándose piezas fundamentales del estado norteamericano que perduran y son rememoradas en pleno siglo XXI.





                                                                                                    Tomás Vera Ziccardi





* La totalidad del presente trabajo es obra material e intelectual del Señor Tomás Vera Ziccardi. Los derechos del mismo quedan estrictamente reservados a TVZC por expreso pedido del autor.