JFK: los inicios de un gobierno llamado a cambiar el
destino de la nación
Autor: Tomás Vera Ziccardi
Luego de lo que fue una de las elecciones
presidenciales más reñidas de toda la historia electoral de los Estados Unidos
de América, en noviembre de 1960 la fórmula Kennedy-Johnson logró imponerse a
nivel nacional, permitiéndole al Partido Demócrata regresar a la Casa Blanca.
La ajustada victoria sobre la fórmula Nixon-Cabot Lodge, sumada a la derrota en
estados claves, dejó en evidencia que la flamante administración demócrata tendría
que hacerle frente a una oposición influyente. Ciertas medidas propuestas
durante la campaña electoral deberían ser abandonadas, al tiempo que otras
experimentaron modificaciones fruto de las negociaciones que el ejecutivo debió
emprender a fin de no acumular derrotas políticas. El primer año de gobierno
evidenció a un Kennedy dispuesto a ceder en ciertas cuestiones, pero al mismo
tiempo reacio a otorgar concesiones en aspectos que consideraba fundamentales
para mantener una imagen positiva. Al igual que durante la campaña, ejes tales
como política exterior, derechos sociales y economía acapararon gran parte del
esfuerzo gubernamental. Fue justamente allí donde el joven Kennedy comenzó a
evidenciar que las cosas no eran tan simples como pensaba y que estar sentado
en el Despacho Oval no implicaba contar con una autonomía total en cuanto a la
toma de decisiones. Los primeros días y el primer año de gobierno estuvieron
signados por éstas y otras cuestiones relevantes. Buscaremos exponer
puntualmente el desarrollo en cada área específica a fin de poder comprender de
mejor manera el esfuerzo de la administración Kennedy por cambiar el destino de
la nación más importante del mundo para la época.
Uno de los ejes más relevantes de la administración
Kennedy fue la cuestión de los derechos civiles. Durante la campaña cobró gran
relevancia, atrayendo a electores de estados donde las diferencias sociales en
dicha materia eran elevadas. Para quienes conocían a Kennedy y su posición al
respecto de la mencionada cuestión, no se trataba de nada nuevo. Durante su
campaña al Senado, la década previa, realizó énfasis en combatir las
desigualdades sociales en su estado, cooptando el voto en los distritos donde
residían las comunidades de inmigrantes. En otras palabras, la denominada
cuestión social fue una bandera defendida por Kennedy desde los comienzos de su
carrera política. Ahora bien, para impulsar reformas en materia social el
presidente precisaría no solo de apoyo por parte de la ciudadanía, también del
poder legislativo. Rememorando la configuración del Congreso a inicios de la
administración Kennedy observamos que los demócratas contaban con 267 escaños
frente a 173 de los republicanos. A pesar de disponer de una mayoría simple, un
total de 100 congresistas demócratas pertenecían a lo que era denominado en
aquel entonces como el “Viejo Sur”. Dichos representantes estaban más
dispuestos a unirse con los republicanos en materia de derechos civiles que
apoyar legislación progresista impulsada desde la Casa Blanca. Desde otro punto
de vista, recordemos que Lyndon Johnson había sido uno de los principales
contrincantes de Kennedy en la interna a la nominación por parte de la
Convención del Partido Demócrata, proveniente del “Viejo Sur”, Johnson sabía
que no podía impulsar inicialmente las medidas que Kennedy deseaba, porque ello
despertaría la alarma en su distrito. Jack comprendía que un Congreso dominado
por el Sur, donde los demócratas conservadores de dicha región tenían notoria
influencia, dificultaba su intención de impulsar reformas sociales durante el
primer año de gobierno. Para los flamantes congresistas sureños, al igual que
para el vicepresidente, era preciso limitar la llegada de dichos proyectos al
Congreso, porque debían dar una imagen menos reaccionaria respecto a sus
votantes. El accionar de la administración Kennedy mostró notoria habilidad
política en dicho sentido. Los cambios a través del poder legislativo se veían
momentáneamente bloqueados, de todas formas el gobierno contaba con la carta
del ejecutivo. Aquí fue donde las ideas de Robert Kennedy cobraron fuerza. El
hermano del presidente creía que se debía actuar desde el ejecutivo de forma
cautelosa, impulsando reformas graduales que incrementaran el apoyo social y al
mismo tiempo mantuvieran calmo al Sur. El presidente defendía dicha posición ya
que creía que la ejecución de medidas consistentes en materia social podría
acarrear costos elevados para un gobierno que se había impuesto por escaso
margen en las elecciones. Algunas de las denominadas “medidas del ejecutivo”
fueron por ejemplo el nombramiento de Weaver (un líder afroamericano) al frente
de la Agencia de Vivienda. El mensaje era claro, Kennedy abogaba por mayor
participación de los afroamericanos en la estructura gubernamental nacional.
Fue así como el nombramiento de Weaver en una cartera relevante en materia de
derechos sociales tal como vivienda fue recibida con entusiasmo por parte de la
ciudadanía. Respecto a la presencia de afroamericanos dentro de la burocracia
americana (históricamente dominada por familias tradicionales del Noreste), los
cambios fueron lentamente tomando lugar. Podríamos mencionar el nombramiento de
otro afroamericano, Warthon, en calidad de embajador en Noruega. No solo
comenzaba a evidenciarse un cambio en las altas esferas de la estructura
estatal, también en cuanto a la aceptación social. Finalmente, cabe destacar
durante este período inicial lo que es reconocido como uno de los logros más
grandes en la construcción de instituciones destinadas a defender los derechos
sociales de toda la ciudadanía, estamos hablando de la creación del Comité de
Igualdad de Oportunidades Laborales (más conocido como EEOC, proveniente del
inglés Equal Employment Opportunity
Comission). Dicha institución perdura hasta nuestros días y fue la
encargada de fortalecer la igualdad de oportunidades en el mercado laboral
estadounidense. Para ser el inicio de un gobierno, la administración Kennedy
introdujo importantes cambios en materia de derechos civiles. A pesar de las
limitaciones y los mecanismos a los cuales debió recurrir el ejecutivo
demócrata, dichos cambios sentaron las bases para las medidas por venir en años
próximos.
La administración Kennedy inició un profundo cambio remitido a derechos civíles. A pesar de las dificultades iniciales para impulsar legislación en materia social, el gobierno optó por canales alternativos para cumplir con las promesas de campaña. Algunas de las reformas impulsadas por John Fitzgerald Kennedy continúan teniendo efecto en nuestros días, demostrando la importancia de la convicción y decisión política a la hora de introducir cambios de fondo.
El último tramo de la administración Eisenhower
estuvo signado por un período recesivo que se extendió hasta los primeros meses
de 1961. El estancamiento económico elevó el malestar social. Los problemas
económicos ya habían cobrado relevancia durante la campaña presidencial, ahora
el nuevo gobierno debería empujar nuevas medidas para reactivar la economía. La
administración Kennedy se centró en lo que sería uno de los pilares de su
desarrollo económico, la renovación urbana. Varias áreas de la nación mantenían
una estructura económica improductiva, carente de valor alguno para hacer
frente a los desafíos macroeconómicos de la nueva década. El gobierno creía que
la remodelación del aparato productivo, las estructuras locales y también la
infraestructura nacional llevarían a un crecimiento sostenido en el tiempo. A
diferencia del gobierno saliente, se puso énfasis en la inversión dentro de
dichas áreas. Fue así como el desarrollo de nuevas estructuras urbanas, la
relocalización de empresas y la construcción de autopistas aumentaron la
eficiencia y productividad en el corto plazo. El gobierno explayó en su
discurso frente a la ciudadanía el esfuerzo que se estaba realizando en materia
económica, dando respuestas a una de las principales demandas sociales. Otro de
los ejes relevantes sería aumentar la eficacia de los servicios públicos.
Recordemos que varios servicios, a nivel local, continuaban estando bajo la
órbita estatal, por lo cual se buscó mejorar la performance pública en dichos términos. Con el tiempo, el
mencionado enfoque llevaría a lo que sería conocido como la renovación del
aparato estatal estadounidense durante la primera mitad de la década del ‘60.
Por otro lado también debe tenerse en cuenta que uno de los sectores con menor
crecimiento para el período 1958-1961 fue el campo. La administración Kennedy
impulsó un programa de subvenciones al sector agrícola, principalmente para
reducir la demanda de bienes de dicho sector provenientes del extranjero, obteniendo
un respiro, por lo menos temporal, en cuanto a la balanza comercial. Si bien
las mejoras no tardaron en llegar (trayendo aparejadas la aprobación social y
empresarial), durante el primer año de gobierno se buscó comenzar a darle forma
a lo que sería el programa de planes estatales financiados por el gobierno
federal y el impulso al aumento del salario mínimo. Respecto al primero, dichos
planes buscaron reactivar las economías regionales, signadas en una profunda
crisis durante fines de la década pasada. En cuanto al incremento del salario
mínimo, los beneficios tardarían en llegar y serían observables ya para el
final del primer año de gobierno. Los efectos globales fueron positivos,
Kennedy incrementó sus niveles de aprobación social, principalmente porque
otorgó una imagen vinculada al activismo, nuevos enfoques económicos,
responsabilidad de gobierno y respuestas contundentes frente a los problemas
sociales. Sumado al alcance de los nuevos medios de comunicación, así como
también a la buena relación inicial entre el gobierno y éstos, las primeras
medidas económicas del ejecutivo fueron satisfactorias. Estados Unidos logró
salir de la recesión y el panorama respecto al año próximo era alentador por
primera vez en años.
"My call is not to those who believe they belong to the past.
My call is to those who believe in the future".
La llegada de Kennedy a la Casa Blanca esperanzó a toda una generación. El presidente llamó a los jóvenes a creer, participar e impulsar el cambio. Uno siempre puede ampliar la frontera, ir más allá. Para ello debe tener la convicción necesaria de poder realizarlo. Kennedy estaba en lo cierto cuando declaraba: "Necesitamos hombres que puedan soñar con cosas que nunca sucedieron y preguntarse ¿por qué no?".
En ‘An
Unfinished Life: John F. Kennedy 1917-1963’ Robert Dallek comienza el
capítulo remitido a la llegada de Kennedy al poder sosteniendo que 14 años en
Washington le habían enseñado a Jack que los presidentes tenían mayor control
sobre la política exterior que la interior. Si a esto le sumamos la relevancia
que adquieren los asuntos internacionales para Estados Unidos en dicho momento
de la Guerra Fría, comprendemos que la política exterior fue uno de los ejes
más relevantes de la administración Kennedy. Graduado en relaciones
internacionales por la Universidad de Harvard y habiendo abordado temáticas
internacionales durante su paso por el Congreso, Kennedy comprendía que los
desafíos internacionales habían cobrado mayor relevancia. Justamente por ello
comenzó a tomar serias medidas a nivel de política exterior. Nosotros tomaremos
cuatro de sus principales ejes: la Alianza para el Progreso, la Crisis de Laos,
la relación con la Unión Soviética en el marco de la bipolaridad y el enfoque nuclear
de la administración demócrata. Quedarán fuera otros temas sumamente relevantes
que acompañarán a la administración Kennedy ad
eternum, tales como Europa, la Alianza Atlántica, OTAN, Cuba y África.
Durante el primer tramo de su gobierno, Kennedy propuso
un cambio de paradigma respecto de la relación con las naciones de América
Latina. Su enfoque convalidaba el deseo del Departamento de Estado por
fortalecer las economías de la región al mismo tiempo que se afianzaran las
instituciones donde la democracia pudiese mantenerse estable. En el marco de la
Guerra Fría, Estados Unidos buscaba impedir que el comunismo irrumpiera en la
región ya que ello implicaría convivir con el enemigo puertas adentro del
continente americano. De esta forma Kennedy propuso la Alianza para el
Progreso, la cual buscaría impulsar el desarrollo económico de América Latina
aportando fondos estadounidenses y fomentando la radicación de corporaciones
americanas. El proyecto le permitiría a la nueva administración mantener una
mejor relación con el resto de naciones americanas, algo sumamente complejo
teniendo en cuenta que la región siempre miró a Washington con mayor
desconfianza que aceptación. En otros trabajos tales como La influencia de Estados Unidos en América Latina y La relación Estados Unidos - América Latina en la post Segunda Guerra Mundial se ha ahondado la relación de
los Estados Unidos con América Latina, por lo cual los lectores podrán ampliar la lectura en
ellos. Al mismo tiempo se recomiendan los trabajos John Fitzgerald Kennedy y La política exterior argentina en tiempos de Frondizi: el camino hacia la Alianza para el Progreso para
tener un acercamiento a la Alianza para el Progreso. Retomando, la propuesta de
Kennedy despertó el interés de las naciones latinoamericanas las cuales
enviaron sus representantes a la presentación del proyecto conocido como la
Alianza para el Progreso. Es evidente que detrás de las buenas intenciones de
Kennedy se escondía el aparato burocrático estadounidense que históricamente
controló las relaciones con la región. En lo que el presidente llamó una “nueva
unión hemisférica” muchos entendieron el ansioso anhelo estadounidense por
blindar la región impidiendo el ingreso del comunismo. Una menor injerencia
soviética implicaba el aislamiento de los sectores que puertas adentro de la
región reivindicaban la lucha contra el imperialismo estadounidense. Pronto
comenzarán a asomar los problemas en Cuba y el deseo de Washington por aislar a
Castro del resto de la región. La diplomacia estadounidense también se encargó
de impedir cualquier tipo de reconocimiento al régimen cubano por parte de
otras naciones latinoamericanas, algo que en los años por venir se agudizaría
con el bloqueo sobre la nación caribeña y el impedimento a ingresar en la
Organización de Estados Americanos. De todas formas, no solo el efecto Cuba
sino que también el asesinato de Kennedy y el cambio de paradigma
estadounidense a partir del Incidente del USS Maddox en el Golfo de Tonkín,
tendrían injerencia sobre las proyecciones de la Alianza. La misma caería en el
olvido, los fondos prometidos jamás lograron llegar en su totalidad a la región,
al tiempo que el compromiso político se diluyó. Con el gobierno de Johnson la
relación Estados Unidos – América Latina variaría rotundamente y pronto
comenzaría a dar un cambio de enfoque en vísperas del inicio de la
administración Nixon. A modo de conclusión: la Alianza para el Progreso fue una
innovadora propuesta por parte del nuevo gobierno demócrata que buscó impulsar
un cambio en la relación con América Latina. La misma despertó el interés de
varias naciones latinoamericanas, quienes creyeron que con Kennedy podría
llegar a tomar lugar un acercamiento con Washington. De todas formas el establishment estadounidense también
formó parte del proyecto y dejó en evidencia su interés por tener mayor
injerencia en Latinoamérica a fin de limitar la expansión del comunismo en una
región clave para la seguridad hemisférica de los Estados Unidos. La situación
interna en varias naciones de la región, el caso Cuba, el asesinato de Kennedy
y el nuevo enfoque en la relación por parte del Departamento de Estado dejaron
sin efecto los alcances de la propuesta. En la histórica y compleja relación
entre América Latina y los Estados Unidos, la Alianza para el Progreso
representó una propuesta positiva con vistas a mejorar la relación bilateral,
algo que sería más bien una excepción, por lo menos durante el resto del siglo
XX.
La primera crisis de envergadura internacional que
le tocó afrontar al flamante gobierno fue la de Laos. Kennedy ya había tenido
en años previos llegada a los problemas que se suscitaban en el Sudeste
Asiático, principalmente en Vietnam y Laos. Durante el desarrollo del conflicto
interno en esta última nación, Estados Unidos navegó entre la posibilidad de
una intervención directa y la negativa a tomar parte en un conflicto interno.
Lo cierto es que los problemas se agudizaron si tenemos presente que el nuevo
gobierno acababa de llegar al poder, cualquier tipo de medida sería fuertemente
analizada por la oposición, los medios y la comunidad internacional. A medida
que las reuniones tomaban lugar entre el círculo más cercano al presidente, las
salidas a la crisis conducían indefectiblemente hacia dos caminos: la
intervención militar o una salida negociada. Los costos eran demasiado elevados
como para desplegar tropas estadounidenses en la región y para Kennedy no
parecía haber rédito alguno, por lo menos en el corto plazo. En el mediano
plazo, la evolución de los acontecimientos desprendidos de una intervención
podría llegar a comprometer aún más al gobierno. Kennedy optó por abstenerse a
intervenir, algo que fue acertado teniendo en cuenta que el conflicto se agotó
por la disputa entre las facciones internas. El mismo no logró captar la
atención internacional, por lo cual Washington evadió la crisis sin pagar costo
alguno. A pesar del alivio que rebalsó los pasillos de la Casa Blanca, pocos
lograron advertir la seria situación que se suscitaba cada vez con mayor
intensidad en Vietnam. Luego de Dien Bien Phu y la Convención de Ginebra,
Vietnam escaló posiciones en la agenda de intereses globales estadounidenses. La
política de Eisenhower comprometió en mayor medida a su nación con los
problemas entre ambas naciones (Vietnam del Norte y Vietnam del Sur). Para
Kennedy Vietnam no era un mero problema heredado de administraciones pasadas,
representaba una cuestión a tener en cuenta a fin de no ver afectados los
intereses estadounidenses en la región. Durante su primer año, JFK incrementó
los fondos destinados a la asistencia militar en Vietnam. Las discusiones en el
Despacho Oval se crispaban cuando el propio Kennedy sostenía que no deseaba
enviar militares para terminar escalando el conflicto. Las fuerzas armadas eran
partidarias de una intervención directa, pero por el momento eso sería
bloqueado. El presidente no podía esperar por mucho más tiempo a que los
problemas se solucionaran por si solos, principalmente porque el sector
militar, la industria bélica nacional, la estructura diplomática y los gobierno
de Laos y Vietnam del Sur reclamaban cada vez mayor atención por parte del
ejecutivo. Este primer capítulo de la administración Kennedy dejó en evidencia
los serios problemas que afrontaría Estados Unidos en la región durante la
próxima década. Vietnam tuvo sus limitaciones, incluso para el accionar
presidencial. Sin ansias de defender los postulados de la teoría kissingeriana
de “Ingreso al Pantano”, debe ser destacado que Estados Unidos vio como el
espiral de problemas no solo se amplió sino que también lo arrastró, de a poco,
hacia un conflicto que pocos lograban comprender en 1961. Algunos actores tales
como Johnson, McNamara y Westmoreland continuarían involucrados una vez
finalizada la administración Kennedy, aun más, serían fundamentales para el
desarrollo de los acontecimientos.
Los dos últimos elementos serán analizados de forma
conjunta, no solo por su interrelación, también porque conforman cuestiones esenciales para comprender la estrategia global de los Estados Unidos durante
el período en cuestión de la Guerra Fría. El gobierno de Kennedy mantuvo
inicialmente una relación conflictiva con el poder militar estadounidense. El
presidente no compartía los preceptos de la “Respuesta Rígida”. Él creía que la
carta nuclear frente a la URSS conducía a una inevitable crisis global. En este
sentido, probablemente haya sido Bobby quien mantuviera el mayor nivel de
confrontación con la cúpula castrense que había perdurado desde la Segunda
Guerra Mundial (con contadas excepciones que fueron quedando a un lado luego de
Corea). Teniendo no solo llegada sino también influencia sobre el presidente,
Bobby siempre fue partidario de optar por lo que denominaba la “vía propia”,
algo que le valió de poderosos enemigos dentro de las estructuras de poder más
relevantes tales como la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado. En este
caso, los Kennedy buscaron desligarse de las ideas que pululaban dentro del establishment americano. Fue así como
propusieron la “Respuesta Flexible”, dejando de lado alternativas con las
cuales contrastaba notoriamente, como por ejemplo la “Represalia Masiva”. Para
Kennedy la relación con la Unión Soviética debía deshacerse del elemento de
tensión constante y omnipresente, para ello otorgar una respuesta flexible
parecía una salida positiva. El único inconveniente aparentaba ser la
reticencia de los grupos de poder a reducir el rol preponderante de Estados
Unidos en los asuntos globales. La cuestión nuclear debía mantenerse como
última opción viable, impidiendo que fuera utilizada indiscriminadamente. El
elemento disuasorio cobraría valor. Una de las principales medidas fue la de
centrar el uso de las capacidades nucleares en torno al presidente, limitando
el grado de decisión de otros actores. Para los militares esto fue un duro
golpe, recordemos que en aquel momento eran partidarios de la respuesta
nuclear. Frente al joven y recientemente llegado al poder Kennedy, el Kremlin
contaba con la experiencia de un líder como Nikita Jruschov. Para Kennedy,
figura proveniente de la élite, acostumbrado a debatir cuestiones
internacionales con los intelectuales de la Ivy League, Jruschov era un hombre
rígido, rudo y poco propicio a ceder (por lo menos eso emana de las
declaraciones en privado del presidente luego de las cumbres mantenidas con el líder
soviético). Los primeros meses de gobierno aun dejaban en evidencia las
estrategias de los actores respecto a los cambios de poder en Washington, sin
embargo pronto Cuba cobraría mayor relevancia y con ello vendrían aparejados
los problemas derivados de Bahía de Cochinos, el eje La Habana-Moscú y la
Crisis de los Misiles. Finalmente, es necesario destacar que para 1961 Kennedy
aumentó el presupuesto destinado al sector militar. Al mismo tiempo se
incrementaron el número de cabezas nucleares en más del 400%. El gobierno de
Kennedy también duplicó la cantidad de misiles balísticos operativos, tanto en
Estados Unidos como en el exterior. A su vez debemos mencionar que en los dos
primeros años de gobierno demócrata aumentaron la cantidad de bombarderos B-52
a nivel internacional. La estrategia global de Estados Unidos para la Guerra
Fría continuaba en expansión, a pesar del eje discursivo pacificador mantenido
por su presidente. Esto último expuso las limitaciones del presidente a la hora
de poner límites serios a la carrera armamentista. Cuando Eisenhower advirtió
en uno de sus últimos discursos oficiales como presidente el creciente poder
del sector industrial-militar, en cierto modo envió un mensaje a la futura
administración. Puede que Kennedy haya comprendido el mensaje, empero podría
dejarse abierta la puerta al debate respecto a las capacidades reales para hacerle
frente a semejante grupo de poder.
La relación entre los Kennedy y los sectores más relevantes del poder militar no fue buena a lo largo del mandato presidencial de JFK. La discrepancia respecto a la cuestión nuclear, las intervenciones militares y las instancias de toma de decisiones afectaron los niveles de entendimiento entre la Casa Blanca y El Pentágono. Luego de Bahía de Cochinos la relación no volvería a recuperarse jamás.
La llegada de Kennedy al poder esperanzó a toda una
generación que creía en el verdadero cambio. Su imagen, sus convicciones, su
accionar y el país que prometía convencieron al pueblo estadounidense que la
década de los ‘60 sería el momento en el cual cambiarían la historia. El lema
de campaña “Kennedy-Johnson: Leadership
for the ‘60s” entusiasmó a un pueblo dispuesto a creer nuevamente en la política.
Durante la campaña los demócratas realizaron grandes promesas, en parte porque
tenían la convicción propia en que las podrían llevar a cabo. Una vez en el
gobierno, Kennedy encontró limitaciones al ejercicio de sus funciones,
problemas de índole externa, conflictos intrapartidarios, pujas sociales aun no
preparadas para ser modificadas, un escenario internacional mucho más hostil de
lo que esperaba y un conflicto global con otra superpotencia que no parecía
dispuesta a ceder en la lucha por le hegemonía global. Durante el lapso de los
primeros 365 días de ejercicio de funciones, el nuevo gobierno experimentó
éstas y otras sensaciones. La desazón, el enojo, los fracasos, las victorias,
el apoyo social, los cambios de rumbo, las confrontaciones directas, la
negativa interna a un cambio y la empatía generalizada. Por momentos resultó
difícil materializar las promesas de campaña una vez en la Casa Blanca, por lo
cual varias cuestiones programáticas debieron ser abandonadas al tiempo que
otras mutaron o mejor dicho fueron mutadas. Gobernar no fue tarea fácil, incluso
la elección del gabinete y los principales funcionarios de su gobierno le
demostraron a Kennedy que el presidente debía tomarse su tiempo para atender a
cada cuestión de forma particular. En un sistema presidencialista como el
estadounidense, el jefe de estado debe estar constantemente preparado para
responder a todo contratiempo respecto de toda área y bajo cualquier
circunstancia. Nadie puede negar que Kennedy cumpliera con la formación y
trayectoria necesaria para hacer frente a semejantes obligaciones. A lo mejor
es una cuestión que atañe a todo gobernante, siempre surgirán contratiempos. En
la experiencia demócrata quedó claro que Kennedy buscó responder a toda
cuestión que surgiera en cada frente. Por momentos el agotamiento afectó su
accionar, como lo sería Bahía de Cochinos, pero jamás sus convicciones. En un
período de tiempo tan limitado, la administración Kennedy trabajó con
profesionalismo para mantener en la cúspide internacional a una nación que
tenía cada vez más demandas tanto internas como externas. A la hora de
rememorar el gobierno de John Fitzgerald Kennedy se tiende a trazar una línea
cronológica sobre la cual se posicionan los aciertos y errores desde la
investidura hasta el asesinato en Dallas. Inevitablemente (o deberíamos decir lamentablemente)
se dejan afuera elementos sumamente relevantes. En este caso hemos buscado
exponer algunos de los aspectos más sobresalientes de la primera fase de
gobierno, donde coexistieron elementos de toda índole. Dicho momento fue
importante porque expuso las respuestas iníciales de Kennedy una vez en el
poder frente a la compleja tarea de gobernar los Estados Unidos de América. A
pesar del nefasto desenlace que le impidió a Kennedy continuar con su propuesta
de nación, algunas de las medidas inicialmente adoptadas por su gobierno
continuaron teniendo relevancia en administraciones posteriores, incluso
tornándose piezas fundamentales del estado norteamericano que perduran y son
rememoradas en pleno siglo XXI.
Tomás Vera Ziccardi
* La totalidad del presente trabajo es obra material e intelectual del Señor Tomás Vera Ziccardi. Los derechos del mismo quedan estrictamente reservados a TVZC por expreso pedido del autor.
1 comentario:
me pareció muy bueno el trabajo, y confirma una idea que yo tenía, si no hubiese existido kennedy es muy probable que hubiese existido una guerra nuclear
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