domingo, 15 de febrero de 2015

¿Una Europa alemana?



¿Una Europa alemana?









Autor: Tomas Vera Ziccardi





Últimamente se ha abordado de forma extensiva la situación actual por la cual atraviesa la Unión Europea. La denominada "crisis griega" ha acaparado la atención internacional, haciendo que todas las miradas se centraran nuevamente en el viejo continente. Los analistas internacionales han dado respuestas de índole política, económica, geopolítica y financiera. Los debates continúan hasta este preciso momento y no aparentan dar señales de agotamiento. Ello puede deberse a que actualmente Europa atraviesa por una crisis más grave de lo que creemos. No nos encontramos ante otro de los ciclos de crisis de deuda griega, no se trata de otro capítulo de la angustiosa situación a la cual nos ha aconstumbrado la UE desde 2008. En el fondo imperan cuestiones más graves, las cuales posiblemente impliquen la necesidad de debatir por un cambio radical en la unión supranacional más relevante del sistema internacional. 


La reciente secuencia de la crisis griega ha pasado desde el referéndum respecto a las propuestas de los acreedores hasta la ponencia del Primer Ministro Alexis Tsipras frente al Parlamente Europeo. Hemos visto restricciones al retiro de fondos de los bancos, reclamos sociales, un referéndum que rechazo en un 60% las propuestas de la troika, la renuncia del volátil Ministro de Finanzas Yanis Varoufakis y el debate suscitado en el Parlamento Europeo. Sin embargo, todos y cada uno de esos momentos nos han cautivado por las divisiones internas que imperan. En lo que parece ser la nueva realidad europea amanece una bipolaridad tácita que en años recientes se ha hecho irrefutable. Europa está dividida. Esta división se ha contagiado a todas y cada una de las esferas públicas, haciendo que prácticamente sea imposible arribar a grados mínimos de consenso y entendimiento. Los lectores deben intuir que hacemos referencia a la dicotomía de la cual hemos estado hablando en otros trabajos tales como Análisis del libro "Una Europa Alemana" de Ulrich Beck. Esta división entre austeridad y desarrollo, neoliberalismo o intervencionismo estatal, un estado restringido en su accionar o un estado participativo, bancos o pueblos, más deuda o menos deuda, Norte y Sur, cooperación o supervivencia del más apto, ha llevado a una situación de estancamiento sistémico. El debate va más allá de Grecia (aunque ésta bien es la base sobre la cual se llevan a cabo dichas discusiones). Actualmente Europa dista de ser integración y consensos, se ha transformado en la unión de la división (por más extraño que esto resulte). Ya no hablamos de "unidos en la diversidad" sino de enfrentamiento en la diversidad. Varios son los que se preguntan "¿hacia donde nos conduce esto?". Posiblemente sea más propicio preguntarnos de dónde viene esto y cómo hemos llegado a la actual situación.









En la imagen se puede apreciar al joven Primer Ministro de la República Helénica Alexis Tsipras en su histórica visita del 8 de julio de 2015 al Parlamento Europeo. A su ingreso, el premier fue ovacionado luego de la rotunda victoria del referéndum del 5 de julio del mismo año llevado a cabo en su nación. Sin embargo, también fue abucheado por miembros conservadores del parlamento. Esto no deja de ser otra de las tantas demostraciones de la división que impera en la Unión Europea. La polarización y las escasas posibilidades de entendimiento mutuo han llevado a una situación donde todo lo realizado por un actor es rechazado por el otro.





Luego del Tratado de Maastricht se aceleró el proceso para la integración monetaria europea. Las naciones acataron fuertes imposiciones para llegar a cumplir los requisitos que se fijaban con vistas a compartir una moneda común para lo que sería Zona Euro. No discutiremos aquí el extenso debate suscitado durante la primera parte de los años 90s. Sí será preciso tener en cuenta que a partir de la entrada en vigor del euro, hacia fines de la década, el proyecto europeo adquirió notorio valor, lo que definitivamente culminó seduciendo a más naciones del continente para realizar un futuro ingreso. Entre ellas se encontraba Grecia, una nación que había experimentado constantes desequilibrios fiscales y monetarios. Incluso podríamos ir más lejos al señalar que la economía griega presentaba fuertes disparidades respecto a la de demás miembros de la unión. La contracara griega era la poderosa y reforzada Alemania de la post-Reunificación. La nación germana se había convertido en la principal economía europea, exportando al resto del mundo sus bienes vinculados a la industria pesada. El euro suplantaba a un marco alemán revalorizado y el nuevo Banco Central Europeo adoptaba directrices bastante similares a las del Bundesbank. Las variables macroeconómicas posicionaban a la RFA por encima de sus socios europeos y la situaba junto a Estados Unidos, Japón, China y Rusia como una de las economías más grandes del mundo. Alemania es una pieza clave del proceso de integrado iniciado desde la posguerra pero es aún más relevante en términos de la integración monetaria, ya que durante la década de los 2000s fue la nación del continente que más creció y con mayor incidencia a través de sus exportaciones en clave regional. En otras palabras: el euro también fue la clave del exponencial crecimiento alemán. Para el sociólogo alemán Ulrich Beck, su nación se encontró frente a una hegemonía económica, comercial, financiera y monetaria que no esperaba. Como si Alemania se hubiera adelantado al resto de los miembros de la zona euro en lo que con el tiempo todos terminaron catalogando de "una Europa a dos velocidades". Claro que el proceso de ascenso alemán tiene sus raíces en la década del 60 y progresivamente cobró mayor relevancia en Europa. Aquí mencionamos brevemente algunas de sus características más importantes. De todas formas, el crecimiento alemán no solo debe ser visualizado como un apogeo estado-nacional. En la era de la globalización, tienen preponderancia otros actores. Esto no fue ajeno a la Europa post-Maastricht. Los inversores alemanes adquirieron grandes cantidades de bonos públicos griegos a un escaso valor (comparados con los de otros mercados), los bancos alemanes también contribuyeron a la liquidez de la cual gozó Grecia desde 2004 en adelante, las multinacionales alemanas obtuvieron cuantiosas ganancias fruto de la exportación de trenes y automóviles al mercado griego (un mercado donde los consumidores tenían euros fáciles en mano y deseaban gastarlos) y los empresarios alemanes accedieron a sectores claves de la economía griega en lo que sería un mercado fuertemente prometedor. El modelo se reprodujo en otras naciones europeas, pero más allá de entrar en detalle lo que se debe comprender de fondo es la importancia del euro. La moneda única beneficio en términos comerciales a los alemanes, entre tantas cosas porque ahora los griegos tenían euros para comprar un Porsche o Mercedes Benz. La economía griega no será explicada en el presente artículo, tan solo nos limitaremos a mencionar que la producción y el comercio exterior no destacaron como en el caso alemán. Regresando a la Alemania potencia económica de la Unión Europea observamos que desde una óptica multidimensional el euro trajo aparejado consigo grandes beneficios. 

En la era del predominio económico, donde los centros financieros y el poder de las divisas manejan otras esferas de poder, Alemania se erigía como una de las principales economías del mundo y locomotora de la Unión Europea. El centro de poder político europeo se había trasladado a Berlín mientras que el de poder financiero se posicionaba en Fráncfort del Meno. Incluso luego de la crisis financiera internacional de 2008, el modelo continuaba sentándole bastante bien a los alemanes. Su hegemonía era indiscutible y a pesar que aún nos produzca cierto escalofrío, Europa se había tornado alemana. La ortodoxia de los tecnócratas del Bundesbank reinaba desde Lisboa hasta Varsovia. Las empresas alemanes acaparaban acaudaladas ganancias. Los inversores alemanes festejaban los flujos constantes de dividendos y servicios de deuda provenientes de naciones tales como Italia y Portugal. El euro continuaba gravitando bajo la órbita de Merkel. Esta Europa alemana ha sido una Europa económica. Hemos acudido a una Unión Europea donde los alemanes ganaron en términos reales durante más de una década. Su éxito no solo se debió al modelo de trabajo, esfuerzo, solvencia fiscal y responsabilidad crediticia de la cual ellos hablan, también fue a costa de otras naciones que desde un comienzo tenían etiquetada su fecha de caducidad. El modelo no duraría para siempre en el caso de irlandeses, griegos y españoles. Las débiles estructuras económicas internas habían quedado fuertemente debilitadas por la crisis financiera y el despilfarro de años previos comenzaba a tener sus consecuencias. Es de público conocimiento la situación por la cual atravesaron las economías del sur de Europa en años recientes, aquí no realizaremos un análisis de ellas. 








Alemania es la potencia económica de la Unión Europea. La actual estructura de poder supranacional cuenta con fuerte incidencia del modelo alemán. El centro de poder financiero de Europa continental se localiza en dicha nación, más precisamente en Fráncfort del Meno.


En la imagen se puede alcanzar a divisar la vista panorámica del distrito financiero de Fráncfort del Meno. Sobre la margen izquierda se encuentra en edificio central del Banco Central Europeo.





Debemos distinguir los mecanismos del poder hegemónico alemán. En primer lugar su influencia directa sobre el BCE. Para Alemania es preciso continuar manteniendo la actual paridad monetaria a fin de impedir sobrepasar los límites inflacionarios y obtener ganancias comerciales. Alemania es tan importante para el euro como este para ella. En segundo lugar el control sobre las deudas de las naciones. Los inversores, bancos y el estado alemán acaparan gran parte de la deuda de las naciones que actualmente están atravesando problemas. El preciso que los flujos por el pago de servicios de deuda continúen para beneficio de los primeros. En segundo lugar la implementación de medidas de austeridad que a mediano plazo terminan generando mayor dependencia de la contracción de deuda. Los intereses agobian a unos y benefician a otros en esta Europa dividida. Por otro lado, Alemania es quien tiene las mayores reservas de euros. Eso le otorga algo que lo que ya hemos hablado en otras oportunidades: el micrófono de Europa, o como muchos lo llaman actualmente, el látigo europeo. Berlín es quien decide aprobar la extensión de préstamos y también quien los pone de su bolsillo. La fuerte influencia alemana en las instituciones tales como el BCE, la CE, el Eurogrupo y el Parlamento es notoria. Los intereses de Alemania están primando por sobre los de otras naciones. La política de la chequera aumenta aún más las disparidades entre ambos polos pero por sobre todo la dependencia. Quien necesita pronto necesitará más. Las políticas de austeridad, reducción del gasto público, reforma fiscal y recortes generalizados también son pregonados con el interés de mantener el sistema que beneficia de forma directa a la hegemonía alemana. 

La actual Unión Europea se encuentra ante una encrucijada. El modelo que ha mantenido durante tantos años la hegemonía alemana ha comenzado a dar indicios de agotamiento. Las políticas que tienden a ser presentadas como medicinas son vistas por quienes las deben tomar como veneno, por ende el paciente las rechaza y busca la salida más rápida a la agobiante situación. Esto presenta dos cuestiones relevantes: por un lado la posibilidad de un cambio en el poder intraeuropeo (no la factibilidad) y por el otro la exacerbación de la división imperante que amenaza con ampliar la grieta. Los griegos han dicho basta, mientras que los alemanes aparentan querer seguir por este camino ¿Puede haber entendimiento frente a dos escenarios tan divergentes? Lo que es más, ¿puede encontrarse un punto de salida mutuo ante dos realidades opuestas? La vida del griego promedio dista bastante de la del alemán promedio. Difícilmente este último experimente la situación del ciudadano heleno: el sistema no admite contagio a la zona céntrica del euro porque ello implicaría el colapso inmediato. La Europa a dos velocidades está presente, nadie puede negarla pero lo que es más llamativo: vivimos en una Europa de dos realidades contrapuestas. A esto es lo que hemos llegado, un juego de suma cero. Veneno o remedio. Forzar la maquina o romperla. Obligar al otro a seguir moviendo sus piezas cuando ya las ha perdido todas o patear el tablero. Recordemos que los dos polos se distancian aún más al carecer de comprensión respecto a la postura del otro. Finalmente, parece que la premonición de quienes auguraban que la unión terminaría llevando a un callejón sin salida comienza a hacerse realidad. Los euroescépticos están a la ofensiva otra vez. Ante la debilidad y la profunda crisis estructural, los movimiento antieuropeístas vuelven a entrar en escena.









"La valiente decisión del pueblo griego no supone una ruptura con Europa, sino volver a los verdaderos valores fundadores de Europa" 
Alexis Tsipras, 2015.

Las elocuentes palabras del Primer Ministro griego Alexis Tsipras ante el Parlamento Europeo convalidan lo que políticos, académicos, referentes sociales, sindicatos e intelectuales vienen reclamando desde hace tiempo: reformular la Unión Europea para volver a las bases de la verdadera Europa. Es preciso volver a una Europa que ponga mayor énfasis en lo social que en lo económico.





Podríamos preguntarnos si esta Europa alemana llegará a su fin o si eventualmente introducirá cambios regulares. La realidad ha demostrado que la actual Unión Europea tiene un claro funcionamiento "a la alemana". La pregunta entonces sería si las pautas de comportamiento que se han impuesto como hegemónicas podrían llegar a cambiar en un futuro cercano. Por otro lado, de suceder esto ¿llevaría a un cambio sistémico puertas adentro de la unión? La cuna de la democracia ha dicho "punto final, hasta aquí hemos llegado con este modelo". Ahora es preciso esperar para ver la respuesta que el sistema le dará a Grecia por desafiar las normas. Sin lugar a dudas esto nos retrotrae a la lógica de poder que desarrolla Ulrich Beck. Quién manda y bajo qué parámetros ejerce su hegemonía. Los intereses son elevados por parte de todos los actores. Nadie quiere perder, lo que termina aumentando el círculo vicioso de polarización, suma cero, dicotomía y no cooperación. Las riendas económicas y financieras están en manos de Alemania y difícilmente algún otro actor pueda desafiar dicha hegemonía dadas sus capacidades. Lo que pocos han advertido es que el problema ha comenzado en el seno de la matríz económica. El sistema ha sido herido en un punto crítico y ello ha llevado a que necesariamente se replanteen ciertas cuestiones. Ha llegado la hora. A lo mejor no de un cambio pero sí de un profundo debate. Un debate respecto a qué Europa queremos. Si queremos continuar con el apogeo de los bancos y el centralismo financiero o si somos capaces de estar a la altura de la historia para transformar finalmente la UE e impulsar una Europa de los pueblos. Las necesidades han cambiado, es preciso un nuevo enfoque social. Lo hemos estado pregonando desde hace ya bastante tiempo: debemos volver a posicionar al ciudadano en el centro de la escena. Más que una Europa alemana queremos una Europa social. Donde se respeten los derechos de todos los ciudadanos. Donde la Unión Europea abogue por defenderlos y no dejarlos a la deriva. Este es el debate que ha comenzado y precisa ser profundizado. No se trata del futuro de la Europa alemana sino del de la verdadera Europa, la Europa de la gente. 





                                                                          Tomás Vera Ziccardi





* La totalidad del presente trabajo es obra material e intelectual del Señor Tomás Vera Ziccardi. Los derechos del mismo quedan estrictamente reservados a TVZC por expreso pedido del autor


Análisis del libro "Una Europa Alemana" de Ulrich Beck



Análisis del libro "Una Europa Alemana" de Ulrich Beck









Autor: Tomás Vera Ziccardi





Introducción





El sociólogo alemán Ulrich Beck es uno de los académicos más reconocidos del siglo XXI. A él se debe el concepto de "sociedad del riesgo", fundamental para comprender a la sociedad contemporánea. Autor de una infinidad de obras, se destacan entre ellas La Europa cosmopolita y ¿Qué es la globalización?, documentos académicos que han marcado los estudios de dos temáticas fundamentales para nuestros tiempos como lo son Europa y la globalización respectivamente. En 2012 presentó un trabajo sumamente interesante que en cierta forma toma tres de sus conceptos centrales para abordar el caso de la Unión Europa. Por un lado la sociedad del riesgo, luego la sociedad cosmopolita europea y finalmente la globalización. En Una Europa Alemana Beck aborda de forma crítica los orígenes, la actualidad, los problemas inmediatos, las amenazas futuras y la viabilidad del proyecto europeo. Para ello toma en cuenta cuestiones intrínsecas tales como el euro, la integración política, la influencia del poder financiero transnacional, el rol del ciudadano, la lógica de poder intraeuropea y las variables nacionales. El ensayo de Ulrich Beck ha sido sumamente novedoso porque a diferencia de gran parte de lo que se había escrito hasta el momento (evaluación geopolítica y económica), el profesor de la London School of Economics brinda un análisis y propuestas en clave social. La Unión Europea, un proyecto de integración único a nivel internacional, precisa, en términos de Beck, poner énfasis en la variable social, volver a sus bases para no perder su esencia y rumbo.

El trabajo se encuentra dividido en tres capítulos: "Cómo la crisis del euro divide y une a Europa", "Las nuevas coordenadas europeas de poder: cómo Europa se hace alemana" y "Un contrato social para Europa". Posteriormente se irá analizando de forma particular lo que Beck expone en cada uno de ellos, de todas formas es importante ir teniendo en cuenta algunas de las variables que son abordadas, en donde tienen relevancia lo social, el poder, la integración, la división y las crisis. Respetando la posición del autor, nos embarcamos en la atractiva tarea de analizar Das deutsche Europa, un trabajo elaborado por una de las personas que más conoce a la República Federal de Alemania y Europa, consecuentemente alguien que verdaderamente conoce a la Unión Europea.





Capítulo I: Cómo la crisis del euro divide y une a Europa





Consecuentemente a lo expresado en el título, el mencionado capítulo pone énfasis en las divisiones que imperan en la Europa contemporánea. Las mismas van desde las políticas de ahorro y austeridad frente a las de inversión y gasto público hasta el accionar de los gobiernos y los reclamos de la sociedad. Si hay algo que la crisis iniciada en 2008 ha puesto en evidencia son las distintas miradas que imperan en Europa. Una de ellas tiene tintes históricos empero en años recientes ha cobrado mayor presencia. Estamos hablando de la división Norte-Sur en perspectiva europea. Claramente nos enfrentamos a una fuerte división fruto de la crisis económica y los problemas de deuda. Ello ha llevado a que la brecha entre el norte y el sur se acrecentara, derivando en todo tipo de prejuicios. Los gobiernos del norte apuntan de forma crítica hacia la falta de responsabilidad fiscal y control macroeconómico que han llevado a cabo los gobernantes de naciones tales como Italia, España, Portugal y Grecia. Por otro lado, los gobiernos y partidos políticos de las naciones del sur han puesto énfasis en las imposiciones económicas gestadas por las naciones del norte y su falta de compromiso para revertir las disparidades intraeuropeas, algo que entre tantas otras críticas ha llevado a manifestar el exponencial crecimiento de naciones tales como Alemania mientras que el estancamiento económico post-2008 en el sur se ha prolongado. Como bien menciona Beck, la crisis ha distanciado a europeos en lugar de unirlos, poniendo en evidencia barreras socioculturales que en verdad la propia Unión Europea debería de haber derribado hace largo tiempo. 









Lejos de unir a Europa, las actuales medidas han acrecentado las brechas imperantes en la unión. Los actores intraeuropeos poseen divergencias que difícilmente esbocen conciliación en el corto plazo. 





Otra de las rivalidades que expone Beck remite a la de gobiernos y ciudadanos. Tomando en cuenta el marco referencial de la crisis y las medidas que varias naciones han aplicado fruto de sus obligaciones internacionales, conjuntamente a la necesidad inmediata de actuar frente a un mercado cada vez más acelerado, observamos que se ha pasado por alto la visión de la ciudadanía así como también sus oportunos reclamos. En gran parte de las naciones imperó un fuerte rechazo al accionar gubernamental y el poco consenso adoptado teniendo en cuenta que las medidas repercutirían de forma directa sobre la población. Por momentos, pareciera que Beck esboza principios de legitimidad gubernamental, en una Europa que siempre se ha caracterizado por la estrecha relación entre gobierno y pueblo. Para el autor se ha generado un espiral de tensión fruto de la forma en la cual varios sectores y actores se vieron afectados. En parte, podríamos tomar en cuenta los divergentes resultados electorales en algunas naciones europeas. El crecimiento progresivo del Front National en Francia, el ascenso de Podemos en España o la llegada al poder de Syriza en Grecia, representan el rechazo de los sectores sociales frente a partidos tradicionales, tecnócratas europeos y gobiernos a los cuales acusaron de responder a los intereses de la élite bancaria y financiera internacional. Dicho debate da para ser desarrollado en profundidad, de todas formas continuamos exponiendo los conceptos de Ulrich Beck en Una Europa alemana.









Ulrich Beck sostiene que la Unión Europea ha ejecutado un accionar que distanció a ciudadanos de gobernantes. Desde 2008 en adelante hemos vistos cambios de gobierno a lo largo de la unión así como también movilizaciones populares. 

En la imagen se puede apreciar una protesta en la icónica Puerta del Sol (Madrid), claro exponente del movimiento que posteriormente sería catalogado como "indignados".





Desde el comienzo de su análisis, Beck recurre al concepto de "sociedad del riesgo" (1). Algunas de las premisas que transpola a la Europa actual son por ejemplo la carencia de estabilidad, la falta de seguridad y el cambio sistémico como constante. Respecto a la primera observamos que Europa se ha tornado menos estable en términos económicos, financieros, políticos e incluso podríamos atrevernos a decir sociales. Las crisis, en términos becknianos, generan falta de estabilidad. Si fusionamos dicha idea con las premisas de Beck respecto a globalización, observamos que los cambios constantes en el sistema han devenido en falta de estabilidad, la Europa estable de posguerra ha quedado en los recuerdos de las generaciones mayores, la Unión Europea ya no puede garantizar la estabilidad económica y social (2). La sociedad del riesgo ha dado como resultado una falta constante de seguridad, algo que lleva a los ciudadanos y gobiernos a tomar, por momentos, medidas coercitivas que pueden violar tanto leyes como derechos. De todas formas en la actual Europa nos encontramos frente a una falta de seguridad socioeconómica. El fin del estado de bienestar y la Europa progresista donde se procuraba que la unión reprodujera el accionar estatal han conllevado a un sentimiento de abandono por parte de los ciudadanos, donde ya nadie está seguro. Incluso los que antes podían jactarse de ciertos niveles de seguridad, hoy se encuentran a la deriva. Finalmente, centrándonos en la idea de cambio constante, es comprensible que por momentos veamos dos europas: una que toma decisiones de avanzada y sin consultar, llevando a que la UE esté por delante de la sociedad europea y otra donde los reclamos ciudadanos por un cambio se enfrentan a la regresión del establishment, dando la impresión de una UE que sin querer volver atrás tampoco aparenta querer avanzar.









Europa es un claro exponente de la sociedad del riesgo. La falta de estabilidad y la incertidumbre han llevado a una profunda erosión de los pilares sociales. La economía se transformó en el centro de la cuestión, afectando otras variables. 

En la imagen se aprecia la sede central del Banco Central Europeo en Fráncfort del Meno, Alemania.





Respecto a la idea que los gobiernos aprueban políticas (tales como las de ahorro) y los ciudadanos las rechazan, Beck habla de presiones desde arriba y desde abajo. Algo similar a lo que Martinez Pandiani denomina fuerzas desde fuera y desde dentro sobre el estado nacional (3). En este caso las fuerzas que catalogamos como endógenas y exógenas ejercen presión sobre el estado-nación, el cual dentro de una estructura supranacional como lo es la Unión Europea, ve aún más condicionado su accionar (4). Es innegable que en años recientes los estados independientes europeos han sufrido fuertes presiones, en términos de Beck "desde arriba y desde abajo", dentro de las cuales podríamos mencionar la protesta social, el creciente poderío de fuerzas políticas no convencionales y el rechazo de sindicatos y movimientos populares frente a las medidas de ajuste. Por otro lado, la presión desde arriba, o desde fuera (como le sea más atractiva al lector), se hace presente mediante el accionar del Banco Central Europeo, las directrices de la Comisión Europea y las sugerencias del Eurogrupo (por mencionar tan solo algunas). Sin embargo, también resulta relevante señalar que la Unión Europea ha experimentado en años recientes presiones tanto internas como externas. Los grupos de poder transnacional, la banca internacional y los sectores del poder financiero han condicionado fuertemente no solo su accionar sino también su dirección. Irrefutablemente esto colisiona con las presiones internas que buscan otro tipo de medidas, salidas y respuestas. Posiblemente, el laberinto en el cual se encuentra Europa actualmente pueda ser abandonado de forma más rápida si se tiene en cuenta la premisa de interdependencia que expone Beck en el marco de la globalización. Según el autor todos están relacionados porque simplemente todo afecta a todos. Todo lo se haga, diga y planifique a futuro terminará teniendo consecuencias en el resto. Esto también se evidencia puertas adentro de la unión, donde en años recientes la inmediatez en el accionar de ciertas naciones por salvar a Grecia de su crisis responde más al temor a un futuro contagio o efecto dominó que a una maniobra comprensiva y caritativa. Europa ha avanzado a pasos agigantados en décadas recientes, el proceso de globalización ha influido de forma directa en el Viejo Continente, consecuentemente las transformaciones suscitadas comienzan a erosionar los antiguos pilares europeos. Para algunos de forma positiva, para otros llevándose puesto premisas y valores a cualquier precio. Ésta es la realidad bajo la cual vive la sociedad europea, una legítima sociedad del riesgo.









El proceso de globalización ha llevado a la coexistencia de presiones tanto externas como internas sobre la estructura convencional del estado-nación. Luego de analizar dicho proceso en clave europea, Beck lo vincula con su teoría de la sociedad del riesgo. De acuerdo al autor todo afecta a todo dados los altos niveles de interconectividad. Al ser los riesgos globales, los actores no pueden resolver el problema si responden de forma independiente.





En medio de la profunda crisis actual, Beck llama a no olvidar los grandes logros y triunfos alcanzados por la Unión Europea. El autor sostiene que las desigualdades e injusticias actuales, el hecho de vivir en una sociedad donde los más débiles paguen los costos generados por los más poderosos ha conllevado a una mala autopercepción por parte del ciudadano europeo. En años recientes les peuples européens han pasado del miedo a la frustración, para ellos la Europa que salva a los bancos y deja desamparada (también desempleada) a su juventud marcándolos de por vida con la etiqueta "generación crisis", ha perdido el rumbo en alguna parte del camino. Varios son los que se preguntan "¿dónde nos hemos equivocado?". Ciertamente, no se debe olvidar todo lo que la Unión Europea implica. Ulrich Beck habla de las libertades sociales y políticas, donde Europa ha sido no solo parte de la vanguardia sino también el faro y modelo de los pueblos del mundo. En materia de derechos humanos, la Unión Europea siempre ha destacado, marcando por momentos el rumbo de la historia. Lejos quedaron los temores a las matanzas y los crímenes de guerra. Todo eso se lo debemos al marco jurídico que la UE ha mantenido para proteger los derechos de sus ciudadanos. Esto nos lleva al siguiente concepto de Beck: la Unión Europea se ha transformado en una zona de paz y estabilidad. Decimos "transformado" porque en un pasado no tan lejano y por varios siglos el Viejo Continente fue símbolo de guerra, confrontación e inestabilidad. Esta unión ha sido la unión de la paz, una unión donde alemanes y franceses pueden dormir en paz teniendo la seguridad que no amanecerán al día siguiente en otro país. La Unión Europea fijó un marco democrático para naciones que previo a su ingreso estaban regidas por regímenes dictatoriales (5). Por otro lado, la legislación común en materia comercial, agraria, educativa y migratoria permitió a los europeos explotar sus capacidades potenciando no solo sus ventajas comparativas también permitiéndoles pararse ante el mundo como un bloque homogéneo. Europa se convirtió en una unión internacional, en un nuevo eje de poder en el tablero global, desde lo geopolítico y comercial hasta lo científico y turístico. Como bien señala Beck: "Nosotros los europeos vivimos en sociedades que han hecho de la libertad y la igualdad para todos su principio rector" (6). La "Patria Europea" se ha convertido en un principio rector para los pueblos europeos que durante tantas décadas han peleado por la unión y la paz. La Unión Europea indudablemente le ha otorgado un status de vida a los europeos que definitivamente marca un antes y un después en el largo pero apasionante proceso de integración europeo. 









En años recientes ha aumentado el descontento social respecto al accionar y los intereses de la Unión Europea. Desde los reclamos populares hasta la elección de partidos políticos que jamás habían conformado gobierno los pueblos de Europa han buscado expresarse en dicho sentido.


En la imagen se puede apreciar al actual Primer Ministro de la República Helénica Alexis Tsipras. El joven líder griego cobró notoriedad mundial cuando a comienzos de 2015 la coalición de partidos de izquierda que aglutina Syriza llegó al gobierno de Grecia por primera vez en su historia.





Tomando en cuenta lo expuesto en el párrafo anterior, el ensayo continúa con un apartado titulado "La ceguera de la economía". En lo personal considero que más que de la ceguera de la economía deberíamos hablar del flagelo de la economía. Un pesar que ha llevado a que olvidemos todos los grandes logros multidisciplinarios que se alcanzaron con la unión. Lamentablemente esa economía que ha puesto en primer lugar a los bancos internacionales y ha dejando a la deriva a los pueblos europeos hoy se posiciona en el centro del debate. Para Ulrich Beck la visión de la economía nos afecta social y políticamente. Los años de crisis han generado desorientación colectiva respecto de hacia donde debemos dirigirnos. La vorágine económica ha puesto en el centro a los bancos, el consumo, las finanzas y la moneda, relegando a un segundo escalón ciertas variables políticas y sociales. En un marco supranacional de semejantes proporciones el enfoque estado-nacional ha quedado limitado en su accionar. Para el sociólogo alemán los problemas actuales no pueden solucionarse con un enfoque tradicional. Según Beck las instituciones y mecanismos convencionales han perdido utilidad frente al transnacionalismo, los grupos de poder internacionales y las políticas fiscales comunes (7). Para ello cree que es necesario cambiar las reglas. La Unión Europea precisa de una política económica y financiera común, ello posiblemente fortalezca a la unión, en parte porque en términos becknianos ¡los riesgos globales no pueden solucionarse planteando "esto lo solucionamos nosotros"! Más allá de la grandilocuencia discursiva (que esperemos no se transforme en verborragia) es notorio el enfoque de Beck respecto a la necesidad de solucionar los problemas con una política europea común. Después de todo ese ha sido el camino seguido para otros dilemas. El autor sostiene que al haber un futuro común, los medios también deben ser compartidos: "Aquí lo importante, por encima de todo, es la supervivencia política en casa" (8). Comparto con Beck la idea de trabajar conjuntamente para impedir que el problema económico arrastre a la unión al abismo, consecuentemente dilapidando todo lo conseguido hasta el momento. La crisis no es solo económica. Amenaza con erosionar los pilares fundamentales de la sociedad europea. Es preciso evitar el hundimiento de los "valores europeos". Me gustaría cerrar la idea con una frase que expresa el propio Ulrich Beck: "[...] sin los valores de la libertad y la democracia, sin sus orígenes culturales, Europa no es nada" (9). 









Para el autor Europa ha experimentado una ceguera fruto de centrar gran parte de su atención en la economía. El sociólogo alemán sostiene que los problemas actuales no pueden solucionarse con mecanismos convencionales. Habría que tener en cuenta, a su vez, si los mecanismos modernos solucionan el problema de forma equitativa o si aumentan las disparidades.





Cerrando el primer capítulo Beck no deja de lado el problema de la lógica de poder intraeuropeo. Para el autor la crisis del euro ha catapultado a Alemania a la posición de potencia hegemónica europea. De todas formas, incluso si nos remontamos a los años previos, el período que va desde la Caída del Muro de Berlín hasta la firma del Tratado de Maastricht propulsó a la Alemania de la reunificación hacia la cúspide europea. Su potencial económico y el desarrollo que tuvo durante las dos siguientes décadas sentaron los cimientos de lo que sería la potencia económica europea, para muchos el corazón industrial, financiero y monetario de la Unión Europea. Todos lo saben pero pocos quieren decirlo, porque en parte no deja de ser algo tabú: Europa se ha hecho alemana. Beck maneja con suma cautela dicha cuestión a lo largo de todo el libro. No es fácil sostener dicha idea, después de todo lo que significó Alemania en clave europea desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la actualidad. El autor hace bien al preguntarse por los alcances y consecuencias de ello. Para gran parte de los europeos desde la conformación de la CECA y posteriormente con la firma del Tratado de Roma, la estabilidad continental se fundó en la búsqueda de consensos y la carencia de una hegemonía totalitaria. Resulta paradójico decir esto, por momentos uno debe releer lo que escribe. Un proyecto que buscó impedir caer nuevamente en los errores del pasado terminaría dando lugar a un nuevo dominio. Con otras herramientas, desde otros espectros y bajo una nueva era, pero un nuevo dominio al fin. Toda las miradas apuntan a Alemania, más en tiempos de crisis. La Bundesrepublik se encuentra frente a un desafío histórico. En palabras de uno de sus ciudadanos: "Que nadie lo dude: en una Europa alemana se responsabilizará a Alemania del fracaso del euro y de la Unión Europea" (10).  Alemania no ha buscado el liderazgo que ostenta actualmente. De seguro tampoco buscará un fracaso en dicho sentido. Claro que frente a los problemas globales, la cuestión alemana es algo secundario, de todas formas la situación de Alemania es frágil. Es demasiado lo que está en juego y como mencionan tanto el autor como los académicos, analistas y medios de comunicación: todas las miradas conducen a Berlín (11). 





Capítulo II: Las nuevas coordenadas europeas de poder. Cómo Europa se hace alemana





El segundo capítulo se centra en los problemas de poder, la crisis y las amenazas que experimenta Europa. Retomando su teoría del riesgo, Beck sostiene que las consecuencias globales de la actual economía transnacional generan "riesgos globales". Los mismos ya no pueden ser manejados por los denominados conventional mechanisms. Queda claro que para Beck la globalización ha erosionado el orden estatocéntrico. Si centramos la mirada en Europa observamos que los mecanismos de funcionamiento de la unión agudizan dicha tendencia. Deberíamos preguntarnos si se puede llegar a establecer un paralelismo con la shock doctrine. La presencia de catástrofes, crisis e inestabilidad tanto social como económica generan el escenario perfecto para que las medidas de los neocons sean aplicadas. Bajo escenarios diferentes dichas medidas neoliberales difícilmente podrían ser aplicadas, sin embargo dado el clima social las élites aplican cambios drásticos en forma de shock. Para el sociólogo alemán prevalecen actualmente en Europa cuatro puntos de conflicto. Por un lado la idea de "más Unión Europea" versus la de "más estado". En segundo lugar crisis versus medidas. Luego guerra y riesgo. Finalmente la lógica capitalismo - globalización enfrentada a la visión estatocéntrica.

Respecto a la primera, mencionando brevemente que Beck es notoriamente proeuropeo, se sostiene la conceptualización de corregir los errores del pasado (12). Para ello considera medidas para fortalecer el accionar de la UE en términos financieros, bancarios y de control de capitales. Claro que esto podría despertar temor a perder control o como se ha tornado común decir en Europa: ceder poder del estado-nación a la unión. El debate es extenso y Beck no se explaya demasiado al respecto. Podríamos también tomar como referencia que en años recientes ha cobrado mayor fuerza la vertiente antieuropea, que considera necesario abandonar la unión y regresar a un estado-nación con mayor autonomía, ergo más poderoso. En Francia hemos visto el avance del Front National de los Le Pen y en el Reino Unido la popularidad que ha cosechado el UK Independence Party de Nigel Farage. Las mencionadas expresiones también deben ser tenidas en cuenta, algunos partidos tales como Nationaldemokratische Partei Deutschlands (Alemania), Golden Dawn (Grecia) o Lega Nord (Italia) han acaparado a una parte importante de los sectores sociales descontentos con el proyecto de integración europea. Sus manifestaciones dan cuenta de una clara intención por retirarse de la unión para centrar y abordar el problema desde la óptica estatal (13). El segundo punto de conflicto (crisis vs. medidas) tiene como centro de discusión las políticas de urgencia. La UE ha tomado medidas de forma rápida, en parte por lo que hemos mencionado respecto a la interconectividad y velocidad de la economía global. Los defensores de las mismas sostienen que de no haber actuado los problemas hubieran aumentado. Por parte de sus detractores se critica la falta de consenso interno y su unilateralidad. En lo que respecta al conflicto entre guerra y riesgo Beck pone énfasis en las dicotomías que imperan en Europa. Sea tanto enemigo - cooperación como nosotros - ellos, el actual estado global da prueba de la necesidad por posicionar en los polos a gran parte de los actores. Esto claramente ha llevado a una situación de suma cero (14). Todo lo que una parte haga es visto como un impedimento al accionar de la otra. Los resultados son vitoreados por unos y rechazados por otros. En pocas palabras, Europa se ha acostumbrado a vivir bajo una lógica donde todo lo que uno gana lo pierde el otro. Ha dejado de ser la Europa de los consensos y los resultados de suma positiva donde todos ganan (15). En última instancia, el conflicto entre capitalismo/globalización y el enfoque estatocéntrico abre la puerta al debate respecto a si los estados y la política nacional tienen independencia del capitalismo y el poder económico. Beck lo expresa en los siguientes términos: "Con el hundimiento del comunismo soviético, el capitalismo se ha globalizado y, según la opinión general, se ha sustraído al control de la política. Tanto da que se trate de conservadores, socialdemócratas o verdes: los políticos de todos los partidos se perciben a sí mismos como entes traídos y llevados en un juego de poder dominado por el capital, que opera a escala global" (16). En términos fischerianos "nadie puede hacer política contra los mercados". Lo que Keohane y Nye expresaron al hablar del transnacionalismo global en la inmediata post Guerra Fría parece más una realidad que una conceptualización académica. En el actual marco europeo las medidas globales y comunes se enfrentan a la oposición nacional. Desde mi perspectiva particular esto no se ha debido a que hay actores que no han logrado insertarse en el mundo globalizado o no lo comprenden, más bien se debe a que buscan hacerle frente a una política que dirige sus medidas a salvar a los grupos equivocados. Si la integración buscó acercar a las naciones ¿por qué mira más al sector financiero que a los pueblos? En una unión que parecía sólida han emergido nuevos clivajes. Las fracturas entre sí al euro y no al al euro, países deudores y países acreedores o la actual visión de una Europa a dos velocidades, se han agudizado. Nadie puede negar estos clivajes que polarizaron la realidad europea. La crisis y la confrontación llevan a una situación de estancamiento, imposibilitando cualquier tipo de avance. Cuando surgen actores con nuevos enfoques, como podrían ser los partidos políticos Syriza (Grecia) y Podemos (España), estos son rechazados al ingreso en el debate por la actualidad y el futuro del continente. 









La Unión Europea se ha convertido en un juego de suma cero donde todo lo que uno gana otro lo pierde. Esto ha disminuido el interés de los actores por apostar a la cooperación. En una estructura supranacional como la europea los consensos se tornan fundamentales, al estar operando bajo lineamientos adversos los conflictos aumentan. 


En la imagen se puede apreciar al actual Ministro de Finanzas de la República Federal de Alemania Wolfgang Schäuble junto a su par heleno Yanis Varoufakis durante una conferencia de prensa respecto al manejo de la crisis de la deuda griega.





Las dicotomías intraeuropeas también han dejado en evidencia los niveles de dependencia. Los rescates y la ayuda económica son manipulados por ambos bandos para defender sus posiciones. Quienes dan hablan de falta de compromiso, irresponsabilidad y despilfarro por parte de quienes reciben. Mientras tanto, estos últimos, acusan a los primeros de manipulación, dependencia y ayuda condicionada (que bien podría ser catalogada con otros términos). Beck nuevamente abre la puerta e invita al debate: "En el capitalismo del riesgo ¿solo tienen voz y voto los países ricos? ¿Los países acreedores tienen que darse por satisfechos con una democracia en la sombra o una cuasi democracia?" (17). La economía influye en la política, la condiciona, establece nuevas posiciones en la lógica de poder. Las imposiciones y los mandatos desde arriba, como bien expresa Beck, se han hecho una constante en la actual UE. Para el autor esto explica la supremacía alemana. A medida que la nación germana acumuló mayor poder económico, contó con mayor margen de maniobra frente a las demás naciones de la unión monetaria. Consecuentemente se consolidó como potencia económica, algo que le otorgó  el micrófono europeo (para otros, el látigo europeo). Escuchando a un importante expolítico europeo en una conferencia brindada el corriente año, el mismo decía que el problema de la Unión Europea es que cuando uno telefonea desde afuera lo atiende una contestadora que dice "en este momento no podemos atenderlo de forma directa, si desea comunicarse con Berlín marque 1, para contactarse con París 2, Atenas 3, Bruselas... y así sucesivamente". Desde lo personal, agregaría que cuando uno intenta telefonear desde afuera a la unión, no solo que no recibe una respuesta única sino que el contestador dice "en este momento no podemos atenderlo (debido a nuestros problemas internos) si desea consultar por el saldo de su deuda comuníquese con Berlín, para solicitar préstamos Berlín, para negocios con la UE Berlín, para todos lo demás (política, aranceles, cultura, migración) comuníquese con las respectivas dependencias". Da cuenta de la preponderancia que Europa le ha dado a lo económico y financiero, donde la cableoperadora nos remite indefectiblemente a Berlín (o dependiendo del día a Frankfurt). Es parte de la lógica de poder que describe Ulrich Beck. 









La actual Unión Europea ha tenido como prioridad inmediata la economía. Ulrich Beck cuestiona la lógica imperante en el capitalismo del riesgo, donde el poderío económico condiciona las demás variables de la estructura supranacional.





Para Beck la canciller alemana Angela Merkel practica una política interna (en clave europea) que está al servicios de los intereses nacionales. El autor sostiene que la prioridad de Merkel, al igual que de todo político, sigue siendo ganar elecciones en Alemania. Para ello debe, inexorablemente, responder a los intereses del pueblo alemán, los cuales actualmente están divorciados de los intereses inmediatos de otros pueblos europeos. Los alemanes han tenido un buen ritmo de vida en años recientes, no quieren perder y ese afán implica no querer cambiar. En parte, el éxito de la ética merkeliana responde a dicha cuestión (18). A la luz del análisis de Beck (respaldado por gobiernos, partidos, sindicatos y ciudadanos europeos), Angel Merkel no es una verdadera líder global con interés en solucionar los problemas europeos y en caso que por momentos lo sea ese interés está conducido por no ver afectados los intereses del pueblo alemán. La Alemania contemporánea tiene otras prioridades e intereses de los cuales podría llegar a tener, por ejemplo, Grecia. Cuando ambos comparten intereses, los une más la rigidez monetaria y el espanto a terminar abriendo la caja de pandora que la verdadera necesidad de solucionar los problemas de fondo. Gran parte de las líneas que le dedica Beck a su mandataria giran en torno a lo que él mismo denomina como "Merkiavelo". Dejando de lado el abordaje de un líder de notorio peso internacional, más allá de la opinión del autor, actualmente se evidencia una falta de iniciativa alemana. Esto proviene de un liderazgo no esperado y no deseado. Por momentos pareciera que no quiere hacerse cargo. Unas semanas atrás, en un artículo del Der Spiegel se expuso una frase que en este caso podría ser bastante explicativa: "Ella [Angela Merkel] tiene como hijos a los alemanes, no a los italianos y griegos". Por momentos puede entenderse que varios críticos de la política europea de Alemania sostengan que la nación continúa actuando de forma personal en defensa de sus intereses. La BD cuenta con un mando involuntario, a pesar del cual hasta el momento le ha ido bastante bien. La famosa política del jein (sí, pero no) es clara al comprender esta idea (19). En Das deutsche Europa Beck expresa: "Si Alemania niega su consentimiento la ruina de los países endeudados está asegurada. Con lo que solo hay algo peor que ser aplastado por el dinero alemán, no ser aplastado por el dinero alemán" (20). Esto da cuenta de la situación que viven las naciones europeas. Alemania tiene un peso indiscutible, su supremacía es innegable. De todas formas, presenta divergencias de criterio con el resto de las naciones de la zona euro respecto al accionar. Nuevamente nos encontramos ante las dicotomías intraeuropeas y la teoría de los polos. También con los conceptos de la teoría de los juegos, con la salvedad que si Alemania hace determinada acción todos se sentirán perdedores, si no la hace, de acuerdo a Beck, se sentirán aún peor. 









El exponencial crecimiento económico de Alemania desde la posguerra hasta la actualidad ha convertido a la nación germana en el actor más poderoso de Europa. La estructura europea y el control alemán de las finanzas, los mercados y la política monetaria han facilitado el modelo conducido actualmente por Angela Merkel. En la década de los 80s el primer presidente socialista de la Quinta República Francesa, François Mitterand, ya advertía: "El Sistema Monetario Europeo se ha convertido en una zona alemana. Pero Alemania Occidental no tiene aún autoridad sobre nuestras economías. Con el Banco Central Europeo la tendrá". 


En la imagen se puede apreciar una línea de producción de automóviles alemanes en una fábrica de Porsche ubicada en la zona este de Alemania.





Regresando a los conceptos que describe el autor respecto a la Europa alemana se aprecia que desde su perspectiva todos los medios para salvar al euro y consecuentemente a Europa deben pasar por el escrutinio nacional. La aprobación alemana determinará el futuro de la unión monetaria. De todas formas en años recientes los países en crisis ven a la Bundesrepublik como un verdugo más que un salvador. El temor a la decisión alemana retumba en todos los extremos de la unión. Lo que pocos europeos (pro-Euro) saben es que los alemanes están muy a gusto con la moneda común. Ella les ha otorgado mejores salarios, estabilidad familiar y un futuro próspero en materia previsional. Como reza el dicho alemán "mejor un euro alemán que ningún euro". Sin embargo, los griegos y portugueses que gozaron de estabilidad monetaria por primera vez en décadas (con el Euro) no tienen en cuenta el enorme costo que deberán de afrontar si desean mantenerse en la zona euro. Todo tiene un precio y en este caso el precio lo fija Alemania. Varios europeos piensan de forma similar que Ulrich Beck, para quien Alemania se ha mostrado brutalmente neoliberal puertas afuera de Brandenburg mientras que el consenso socialdemócrata impera puertas adentro. Ésa es la fórmula del éxito de Merkiavelo (según Beck). Para el autor se presenta algo de lo cual hemos hablado previamente, una lógica de suma cero. Finalmente, cabe exponer algunas cuestiones remitidas a la autopercepción alemana. Para el pueblo germano su modelo de vida es el más exitoso, demostró imponerse por sobre los del resto. Los alemanes creen que gran parte de dicho éxito estuvo centrado en dos pilares fundamentales: el trabajo y la austeridad. Así como una parte de los alemanes se preocupa por la situación de sus vecinos y busca otorgar una salida razonable, otro sector cree que existió culpabilidad por parte de los demás miembros de la unión monetaria. No han sabido aplicar el modelo alemán de esfuerzo y control. Algunos conceptos se han agudizado fruto de la crisis, entre ellos "disciplina fiscal", "responsabilidad en el gasto" y "austeridad". Por más difícil que resulte de comprender, el proceso de unificación alemana y consecuentemente el desarrollo de un modelo económico estable dista bastante de la situación por la cual han atravesado franceses, italianos e irlandeses en las últimas dos décadas. No es fácil aplicar modelos económicos en sociedades tan divergentes. No es posible ejecutar la obediencia alemana mediante el adiestramiento. Hasta el momento las recetas no han tenido el efecto deseado. La Europa alemana de la cual habla Beck no puede regirse por otros patrones que no sean los alemanes. Incluso cuando resulta difícil de aplicar los mismos, la respuesta es forzarlos aún más. En algún momento deberá romperse el muro de cristal que permite ver pero impide sentir: los griegos no son alemanes. Jamás lo serán. Se debe adoptar un nuevo enfoque para que en esta Europa alemana también se sirvan platos "a la griega" o "a la española".





Capítulo III: Un contrato social para Europa





El último tramo del libro comienza con un planteo sumamente atrapante: "Imaginemos que tuviéramos los medios para construir la Europa más grandiosa, bella y maravillosa que somos capaces de soñar ¿De qué serviría si los ciudadanos no la quieren?" (21). Ésta es una temática que algunos venimos proponiendo desde hace bastante tiempo. La Europa de los ciudadanos y para sus ciudadanos. Donde el europeo común no sienta que la integración es materia exclusiva de tecnócratas, una unión en la cual Bruselas no se halle a miles de kilómetros de distancia. Debemos preguntarnos ¿qué significa Europa para el ciudadano común? Porque en última instancia hay una sola Europa, la Europa de la gente.










Una de las principales propuestas realizadas en Una Europa alemana es volver a poner al ciudadano en el eje del debate. Europa precisa de un nuevo enfoque social que busque cuidar más a sus ciudadanos y menos a la banca transnacional.





Ulrich Beck evalúa los postulados del contrato social de Jacques Rousseau. El alemán propone la introducción de un nuevo contrato social para Europa. Allí será el ciudadano quien ocupe el centro de todas las cuestiones. Analicemos algunas de las propuestas del autor. Actualmente Europa se encuentra en la transición hacia una sociedad posnacional. La misma deberá edificar las instituciones capaces de defender a dichos ciudadanos europeos. Beck enuncia, por ejemplo, la necesidad de proteger al individuo desde un plano multidimensional. Ello incluiría mayor seguridad económica, protección frente a las corrientes financieras globales y un riguroso control a demás actores que puedan afectar los derechos de los citoyens européens. Esto debe alcanzarse mediante más Europa. Se debe reforzar la premisa angular de "unidos en la diversidad" (22). En segundo lugar se debe romper con las dos visiones de Europa. Esto implica erosionar los conceptos de dicotomía y polarización de los cuales hemos estado hablando. Las divisiones dificultan la supervivencia y desenvolvimiento en la actual sociedad del riesgo global. Juntos somo más fuertes. Si hablamos de unidad en la diversidad se debe romper con la Europa de las dos velocidades. No hay norte ni sur que se imponga uno sobre el otro, porque por sobre todas las cosas prevalece la unidad; Ulrich Beck trata otra cuestión atractiva: los esquemas horizontales y verticales. Para el autor este contrato social europeo debe avanzar con la integración horizontal y romper los esquemas verticales de las actuales instituciones. Él manifiesta que dichos paradigmas, que precisan avanzar en el tiempo, terminaron creando "casas vacías" donde los habitantes no quieren entrar bien por temor o por desconocimiento. La Europa del esquema horizontal pone a todos a un mismo nivel, la integración de los pueblos europeos unidos en la diversidad. Otro postulado es el de impedir que la ortodoxia estado-nacional haga que las poblaciones se vuelvan sobre sí mismas frente al temor a los fracasos de la integración. Beck ha sido criticado por dicho enfoque. Sus detractores sostienen que el alemán busca abandonar cualquier tipo de vinculación con las estructuras estatales. Más allá de estar a favor o en contra del mencionado enfoque, lo importante es tener en cuenta que los temores a la integración no pueden conllevar a que las sociedades se replieguen sobre sí mismas, enajenándose de la realidad global a la cual se enfrentan. La experiencia europea nos ha mostrado lo peligroso que puede llegar a ser para la paz y estabilidad continental cuando esto sucede. Ni la retirada unilateral ni la exclusión externa sirven. Los pueblos europeos deben avanzar juntos hacia el futuro. Continuando con las propuestas de Beck en Una Europa alemana, se encuentra la necesidad de decir no a los bancos, sí a los ciudadanos. Este argumento es similar al expuesto por el embajador argentino ante Portugal Jorge Argüello. En su reciente libro Diálogos sobre Europa el diplomático argentino recoge las experiencias y opiniones de notorias figuras del proyecto europeo (23). Gran parte de ellas abogan por la necesidad de recuperar al ciudadano, un ciudadano europeo que se siente desamparado. En el mencionado texto académico el autor plantea un cambio de enfoque que se aleje de la óptica neoliberal focalizada en los bancos, los números y los activos financieros para centrar su mirada en los pueblos, sus demandas, reclamos y necesidades. Esto es vinculable a la teoría del riesgo global, donde la gente se siente desamparada ante los nuevos riesgos. El ciudadano se siente indefenso, por ello la Unión Europea debe abogar por palear los mismos, emprendiendo el duro pero loable camino de regreso hacia el pueblo europeo. 









La Unión Europea fundó sus cimientos sobre la premisa "unidos en la diversidad". Hoy más que nunca los europeos deben abogar por encontrar soluciones mutuamente aceptables de forma conjunta.





Similar a la forma en la cual plantea los conceptos en esquemas horizontales y verticales, Beck introduce la idea de una democracia desde abajo. Históricamente se ha sugerido que la integración europea fue fruto de la creación de las élites y cuerpos burocráticos de las naciones europeas con vistas a mantener un esquema continental más estable dentro del marco de un conflicto global de épicas proporciones como lo fue la Guerra Fría (24). Regresando a la idea de democracia desde abajo, en la actualidad, para Beck, Europa precisa de una democratización institucional impulsada desde la sociedad civil. Los movimientos sociales han cobrado fuerza en Europa a partir de la crisis, para el autor son  manifestaciones de la necesidad ciudadana por un cambio: "Solo cuando la gente vea en Europa su propio proyecto, solo cuando sea capaz de adoptar la perspectiva de los ciudadanos de otros países europeos tendrá sentido hablar de la integración vertical y de la democracia europea" (25). Beck se envalentona al grito de Put society back in! (26). En cierta forma tiene razón. La actual UE parece tomar decisiones y emitir acciones dándole la espalda a sus ciudadanos. Estos observan con ciertos tintes de desconcierto lo que sucede en Bruselas, Estrasburgo o Fráncfort del Meno. Europa precisa de mayor integración ciudadana, el esquema horizontal del cual habla Beck. Después de todo Europa es cohesión y para ello se precisa de los ciudadanos. Respecto a lo último que expresa en la frase citada previamente, indefectiblemente debe existir comprensión de los problemas del otro, adoptar la perspectiva de los demás europeos. Los griegos deben ponerse en el lugar de los alemanes y estos en el de los primeros. Recordemos, los griegos no deben intentar ser alemanes ni viceversa, más bien se precisa de comprensión mutua. Beck lo denomina "danza de la comprensión". 









Según Beck la Unión Europea precisa realizar una integración horizontal que le otorgue mayor relevancia a sus ciudadanos. Para el académico alemán las actuales instituciones europeas carecen de espacio para estos últimos. Puede sustraerse que el cambio que propone Ulrich Beck también apunta a una reformulación de las actuales instituciones europeas.


En la imagen se puede apreciar el edificio de la Comisión Europea localizado en Bruselas, Bélgica.





Concluyendo su obra, Beck habla sobre la necesidad de construir Europa conjuntamente. Para él los ciudadanos europeos deben movilizarse para cambiar los mecanismos de acción en la nueva unión. Debe existir una ciudadanía cuya colaboración se extienda más allá de las fronteras, donde los movimiento sociales pro-Europa expresen sus reclamos de forma consistente. Culmina con una frase directa que al lector lo deja desconcertado, sugiere que sin Europa y sin el euro Alemania sería ruinas. Es bastante difícil de asimilar dicha expresión porque posiblemente nos cueste intentar visualizar una Europa sin la unión política y monetaria. El último párrafo del libro expresa la ambivalencia imperante que no deja de ser la clara representación de lo que es la Unión Europea actualmente. Traducimos el mismo: "Puede que esto nos recuerde el esperanzador verso de Hölderlins, la consoladora promesa: 'donde crece el peligro crece también la salvación'. Actualizado y aplicado a Europa rezaría: donde crece el peligro crece también el fondo de rescate, y con ello las oportunidades de un poderoso movimiento proeuropeo. Pero tal y como se observa en nuestros días, se cumple también lo contrario: con el fondo de rescate crece el peligro, pues de la crisis del euro surge también -con una voluntad hasta ahora inquebrantable- una Europa alemana" (27) (28). 





Conclusiones





El libro Una Europa alemana es un trabajo sumamente novedoso y objetivo realizado por uno de los especialistas que más conoce Europa. Al ser presentado a modo de ensayo, Ulrich Beck cuenta con mayor margen para tratar de forma más amplia algunos de los temas que incumben actualmente a la Unión Europea. Por otro lado, el trabajo de campo resulta interesante porque le permite aplicar algunas de sus variables como por ejemplo la sociedad del riesgo. La Europa contemporánea es difícil de comprender sin contar con herramientas sociológicas tales como las que ha desarrollado Beck a lo largo de los últimos años. El ensayo se encuentra bien estructurado y documentado. No contamos desde este espacio con el análisis de los documentos que el autor releva a lo largo del trabajo, de todas formas el lector puede corroborar el apego de Beck a las fuentes. Posiblemente lo que resulte más novedoso sea la propuesta final, donde el alemán habla de la necesidad de un contrato social para Europa. Por un momento deberíamos sentarnos a pensar al ritmo en el cual hemos estado viviendo, la Europa en la cual vivimos. Todo ha sido números, cifras, índices, valores, activos, carteras, bonos, deuda, déficit, gasto público, default, presión fiscal, devaluación, inflación y condicionamiento monetario. Posiblemente tenga razón Beck cuando hable de la injerencia de la economía en la política. De todas formas, Europa es más que los bancos, las finanzas, los especuladores y los riesgos financieros. Europa también merece un debate social. Un debate donde la ciudadanía tenga mayor participación y donde se busque condicionar a la economía para beneficio del pueblo, no viceversa. Cuando se pensó lo que hoy conocemos como Unión Europea, entre tantas otras cuestiones, se buscó no tropezar con la misma piedra del pasado. Hoy día si bien no se tropezó con ella, se lo ha hecho con otra piedra. Cambian los actores, el contexto y el problema, pero este no se termina de resolver. 









Demasiado es lo que se ha teorizado y debatido respecto a la Unión Europea. Gran parte de los análisis actuales son realizados desde el enfoque económico y financiero. En Una Europa alemana, Ulrich Beck llama a debatir en clave social. La principal preocupación de Europa debería ser su gente y los problemas actuales que la aquejan.





A lo largo del análisis hemos introducido cuestiones tales como la de una Europa a dos velocidades o una unión que ha ido a semejante velocidad que terminó olvidándose de sus ciudadanos. Beck grita pongan a la sociedad adentro de nuevo. También habría que decir: pregúntenle de nuevo al ciudadano ¿Qué Unión Europea quiere? ¿Qué tienen para decir los pueblo europeos? Nadie dijo que la integración fuera fácil, pero claramente será más difícil si dejamos afuera a determinados actores centrales como las sociedades. Más que una Europa alemana necesitamos una Europa de los pueblos. Donde las sociedades que desde tiempos inmemoriales como la griega hasta actualmente la alemana han marcado el rumbo de la historia. Europa debe mirar a su gente no a los bancos. Los ciudadanos europeos ya han tenido demasiado de esta farsa. Europa es más que sufrimiento, austeridad y depresión. Solo los pueblos podrán romper las cadenas fijadas por las estructuras de poder internacional. No hay libre mercado si no hay pueblos libres.









En la actual Europa alemana debe de llevarse a cabo un profundo debate respecto a los mecanismos de acción, los proyectos y el futuro compartido de todos los miembros de la Unión Europea. Aquel que fuera en su momento el proyecto de integración más ambicioso del mundo hoy precisa introducir ciertos cambios de fondo que de seguro llevarán a una mejora global.





Como no podía ser de otra forma y al igual que Beck culmina su libro, mi idea era terminar apuntando el tema de Alemania y Europa o como el autor lo denomina: de esta Europa alemana. Más de medio siglo atrás el alemán Thomas Mann señalaba: "es preciso luchar no por una Europa alemana, sino por una Alemania europea" (29). Nadie puede dudar que desde la caída del nazismo, de alguna u otra forma Alemania, en sus distintas vertientes, ha buscado recomponer su relación histórica con Europa. Ha sido pieza fundamental del proceso de integración comenzado desde los primeros años luego del fin de la Segunda Guerra Mundial. Dejando de lado las disidencias, el pueblo alemán también realizó un gran esfuerzo por acercarse a su vecinos, pero principalmente por cambiar la imagen que tenían ante Europa y el mundo. No ha sido fácil dicho camino, más si tenemos en cuenta la dura tarea de la reunificación alemana, en medio del mencionado proceso. Sí, Alemania se ha europeizado. De ello no hay dudas. Sea tanto mirando a los cambios culturales, su comercio exterior, su política migratoria o sus inversiones, Alemania ha apostado fuertemente a Europa y no se trata de una apuesta exclusivamente económica. Posiblemente dicha reflexión permita comprender los motivos por los cuales Alemania ha titubeado respecto al dominio y control de la Unión Europea y consecuentemente de Europa. Beck lo menciona al plantear que todo lo que Alemania hiciera la haría responsable. En la Europa post-Maastricht todos los caminos conducen a Berlín y todas las miradas a Alemania. Por momentos uno escucha que la RFA debería haber adoptado un rol más dominante, conduciendo políticamente a la unión. En otros casos que Alemania ha instalado un régimen dictatorial en Europa donde decide a su menester. Indudablemente ambas posturas forman parte de la diversidad de opiniones y posiblemente la realidad se encuentre en algún punto entre las dos. De todas formas lo que a mí me interesa señalar es que estas dos visiones forman parte del debate que en cierta forma ha paralizado a Alemania y su gente. El pasado y el presente. Los defensores y los detractores. Los que quieren más y los que quieren menos. Que Alemania haya tenido cierto grado de ambivalencia a la hora de tomar las riendas europeas también se debe a esto. El ex Canciller alemán Helmut Kohl dijo durante el período de mayor romanticismo del proceso de integración europea: "La política alemana y la política europea no son separables. Son dos caras de la misma moneda". Hoy nos preguntamos si ambas pueden convivir bajo la misma moneda. Si cuando uno la lanza al aire y termina cayendo solo puede imperar la una o la otra. Los críticos del rol alemán creen que Alemania debería cambiar sus modos, pero no terminan de ver que Alemania ya ha cambiado demasiado desde 1945 hasta 2015. Se ha abogado por una apertura, mayor integración, comprensión de sus vecinos y en varios casos se ha cedido. El problema es que al igual que como menciona Beck, todo se mira desde lo económico y allí es donde Alemania pierde. Si queremos que Europa cambie debemos adoptar una visión que haga énfasis en lo social. Ello no solo implica mayor protesta y reclamo, también mayor comprensión social para con Alemania. Aquí sí que hay dos caras de una misma moneda. No podemos exigirle todo a Alemania y por otro lado responsabilizarla por todo. Si la Unión Europea es de todos, la responsabilidad también es de todos. Europa precisa de mayor comprensión, más si lo que queremos comprender es esta Europa alemana.





                                                                    Tomás Vera Ziccardi 





Bibliografía consultada






  • Beck, U., Una Europa alemana, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012

  • Beck, U., La Europa cosmopolita. Sociedad y política en la segunda modernidad, Editorial Paidós, Madrid, 2006

  • Beck, U., La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Editorial Paidós, Madrid, 2006

  • Beck, U., ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo. Respuestas a la globalización, Editorial Paidós, Barcelona, 1998 

  • Argüello, J., Diálogos sobre Europa. Crisis del euro y recuperación del pensamiento crítico, Editorial Capital Intelectual, Buenos Aires, 2015

  • Kohl, H., Erinnerungen, Droemer Knaur, München, 2007
(Memorias del ex Canciller alemán Helmut Kohl. Documento consultado en idioma alemán)

  • Kohl, H., Aus Sorge um Europa. Ein Appell, Droemer Knaur Verlag, München, 2014
(Documento elaborado por el ex Canciller alemán Helmut Kohl donde trata el concepto de unidad europea. Material consultado en idioma alemán)

  • Martinez Pandiani, G., Diplomacia pública y medios de comunicación. Del estado-nación a las cadenas mundiales de noticias, Ediciones Universidad del Salvador, Buenos Aires, 2008






Aclaraciones y notas al pie de página





(1) Beck, U., La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Editorial Paidós, Madrid, 2006.

(2) Beck, U., ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo. Respuestas a la globalización, Editorial Paidós, Barcelona, 1998.  

(3) Martinez Pandiani, G., Diplomacia pública y medios de comunicación. Del estado-nación a las cadenas mundiales de noticias, Ediciones Universidad del Salvador, Buenos Aires, 2008.

(4) En mi tesis de grado titulada Las relaciones Argentina - Japón (2003 - 2013) expongo los conceptos de fuerzas endógenas y exógenas que ejercen presión sobre los estados nacionales.

(5) Por ejemplo Portugal y Grecia. 

(6) Beck, U., Una Europa alemana, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p.26.

(7) Aprovechando circunstancialmente la tratativa del problema al uso de mecanismos tradicionales es prudente señalar que desde la academia se ha dado lugar al debate respecto a si las actuales instituciones de la Unión Europea y los mecanismos de resolución de conflictos se han tornado ineficaces. El lector también debe tener en cuenta dicha cuestión. Beck plantea que los mencionados instrumentos, desde la óptica estado-nacional, no logran resolver los problemas actuales. También es posible que desde la perspectiva supranacional europea sea preciso un cambio de instituciones y mecanismos de respuesta.

(8) Beck, U., Una Europa alemana, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 33.

(9) Beck, U., Una Europa alemana, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 36.

(10) Beck, U., Una Europa alemana, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 18.

(11) Lejos ha quedado la Europa donde todos los caminos conducían a Roma. Hoy Berlín es el destino por excelencia.

(12) En años recientes ha cobrado notoriedad dividir a quienes están tanto a favor como en contra de la Unión Europea bajo los rótulos de proeuropeos y antieuropeos o euroescépticos. La segunda puede ser más conocida para el lector ya que suele estar asociada a la vertiente británica suscitada desde la segunda mitad de los 70s bajo el thatcherismo.

(13) Lo cual también implica actuar por su cuenta. Desde la óptica de Beck es más difícil encarar los problemas globales (también los riesgos globales) desde la unilateralidad. El autor se muestra escéptico en cuanto a la factibilidad de hacer frente a una crisis de semejante envergadura por cuenta propia.

(14) De acuerdo a los postulados de la teoría de los juegos. 

(15) Continuando con la teoría de los juegos, un claro ejemplo de win-win situation.

(16) Beck, U., Una Europa alemana, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 55.

(17) Beck, U., Una Europa alemana, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 62.

(18) De la ética protestante a la ética merkeliana. Evolución del deutschen Volke

(19) El término jein proviene de la fusión entre las palabras sí y no en alemán. Respectivamente ja und nein

(20) Beck, U., Una Europa alemana, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 68.

(21) Beck, U., Una Europa alemana, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 81.

(22) United in diversity (del inglés) o In Vielfalt geeint (del alemán) es el motto de la Unión Europea.
 
(23) Argüello, J., Diálogos sobre Europa. Crisis del euro y recuperación del pensamiento crítico, Editorial Capital Intelectual, Buenos Aires, 2015.

(24) Los sectores más radicales hablan de la integración europea como un proyecto de los Estados Unidos para hacer frente al avance comunista en continente europeo. Dicha postura se inclina por sugerir que desde el Plan Marshall hasta la Caída del Muro de Berlín, Estados Unidos orquestó la gesta de lo que hoy día conocemos como la Unión Europea. 

(25) Beck, U., Una Europa alemana, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 89.

(26) Expresión popular británica. Posiblemente acuñada durante sus años de desempeño profesional en Londres.

(27) Beck, U., Una Europa alemana, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 101.

(28) Aquí el lector experimenta en persona lo que es un claro jein alemán.

(29) Oriundo de Lübeck, Thomas Mann es reconocido como uno de los principales escritores e intelectuales alemanes del siglo XX. Su análisis sobre Alemania en clave europea ha permitido el desarrollo de un amplio campo literario al respecto. Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1929 y con el premio Goethe 20 años más tarde. 





* La totalidad del presente trabajo es obra material e intelectual del Señor Tomás Vera Ziccardi. Los derechos del mismo quedan estrictamente reservados a TVZC por expreso pedido del autor