lunes, 15 de diciembre de 2014

La ética de los negocios en Singapur



La ética de los negocios en Singapur









Autor: Tomás Vera Ziccardi






La República de Singapur suele ser presentada como uno de los más exitosos modelos de transformación nacional. La historia ha demostrado que de la convulsión social en la era posterior a la independencia británica a la moderna y próspera nación del siglo XXI existió una profunda transformación de carácter multidimensional. La nación asiática hoy cuenta con los indicadores socioeconómicos más elevados de la región, sin embargo la liberalización de mercado y los éxitos financieros escondieron la mano de hierro con la cual se gobernó la nación durante décadas. Nuestro interés no es ingresar en un debate ideológico respecto de la evolución histórica de Singapur desde los 60s hasta la actualidad. Ello traería aparejado un análisis sumamente complejo respecto de una nación difícil de comprender. Este artículo busca desarrollar algunas de las conceptualizaciones y creencias más arraigadas que tienen los singapurenses en materia de negocios, finanzas y comercio. La nación ha desarrollado progresivamente una fuerte cultura comercial, empresarial y bancaria que la posicionó como el principal referente en clave regional. Actualmente Singapur es un centro estratégico para los negocios, las finanzas internacionales, el comercio global, las inversiones y las operaciones bancarias. Los singapurenses se han tornado unos expertos en dicha materia, algo que sostiene la economía nacional desde hace décadas.

Una nación con escasos recursos naturales y un territorio sumamente limitado debió realizar un gran esfuerzo en torno a explotar sus recursos humanos. Influenciados por la estructura comercial legada de los británicos, el rol de las clases altas vinculadas al comercio (de ascendencia china) y el capitalismo estadounidense, los singapurenses buscaron perfeccionar el arte de los negocios. Dentro de varios valores que destacan se puede mencionar la idea de dedicación completa. No es compatible mantener negocios divergentes al mismo tiempo. Siempre es preciso comenzar centrando esfuerzos en un proyecto determinado. Actualmente son varios quienes emprenden un negocio personal a la par de sus actividades profesionales, lo cual dificulta mantener un equilibrio entre ambos. En occidente esto suele ser bastante común, donde las personas esperan que el crecimiento de su negocio los llevará por decante a dar un salto desde sus respectivos trabajos formales. En Singapur se considera necesario otorgarle dedicación completa a todo negocio que uno emprenda, ya que por otro lado la competencia es elevada, no dando margen para quienes deben fragmentar su tiempo y recursos en otras actividades. Algo similar se evidencia en el proyecto de nación erigido por Lee Kuan Yew, quien luego de un proceso industrial centró esfuerzos para convertir a Singapur en un centro financiero y comercial de alcance global. Posiblemente esto también encuentre relación con la matriz productiva y la posición geográfica de Singapur, dadas sus limitaciones centraron esfuerzos en determinadas variables específicas. 









Con una población de 5,5 millones de habitantes (la menor de la región sin tomar en cuenta a Brunei y Timor Oriental) distribuida en menos de 700 kilómetros cuadrados (el territorio más pequeño de todo Asia) Singapur es una de las naciones más desarrolladas del mundo. Gran parte de su poderío económico posee una fuerte base en la ética de los negocios que han desarrollado a lo largo de la historia los singapurenses.





Los liberales (económicos) tienden a poner a Singapur como uno de los grandes ejemplos de cambio estructural de una nación mediante la liberalización económica. Si bien es cierto que actualmente la nación asiática es uno de los principales actores internacionales abocados al respeto de las reglas del libre mercado, la historia ha dado cuenta que el estado ha tenido un rol central en cuanto a control y regularización. Ello no implica como sostienen ciertos académicos que Singapur ha sido un modelo que combinó las reglas del libre mercado con la centralización planificada. De todas formas, el estado ha sido un actor determinante fijando las áreas en las cuales se invertiría, los mecanismos para atraer inversores, la competencia de las corporaciones extranjeras arraigadas en el país y las reglas bajo las cuales coexistirían las fuerzas de mercado. Gran parte de dicha ética perdura en la Singapur del siglo XXI. El estado continúa fijando las regulaciones impositivas, la entrada de corporaciones, los negocios con otras naciones y las finanzas globales. Ello no quita que los parámetros que haya fijado sean cercanos al liberalismo, donde las regulaciones, los gravámenes impositivos y las restricciones comerciales sean escasas. En ciertos casos Singapur ha sido señalado como un caso donde el estado funciona a modo de válvula de presión y control. Fija normas buscando que las partes las respeten, pero de ahí en adelante su intervención es prácticamente mínima. No queremos decir que dicho modelo sea bueno o malo, mejor o peor que otros, más bien es la descripción de la forma mediante la cual el estado ha buscado regular la economía. La burocracia nacional cree que en las economías abiertas y dinámicas debe existir una regulación clara para emprender negocios. Donde existen puntos oscuros la competencia de torna injusta dando lugar a pocos beneficiarios y varios perjudicados. 









Desde la década de los 60s en adelante el estado ha tenido un fuerte rol en el diseño de los lineamientos generales de la economía. El gobierno de Lee Kuan Yew, que administró la isla durante más de tres décadas, estableció las reglas bajo las cuales funcionaría la economía. 





En Singapur prevalece la creencia dentro del mundo de las finanzas que todo aventurero debe conocer el equipo que llevará durante su travesía. Dicha visión ha sido fuertemente vinculada al mundo de los negocios, donde los singapurenses consideran necesario que un inversor debe conocer las reglas del juego, los elementos centrales del rubro y el funcionamiento sistémico. Emprender un negocio tan solo porque se quiere obtener una ganancia no suele ser muy recomendado por los habitantes de la isla. Tienden a ser más adversos al riesgo porque creen que cuando uno no tiene conocimiento de lo que realiza pronto aflorarán dificultades perjudicando los resultados emanados del ejercicio. Si bien los negocios en Singapur buscan especialistas, difieren de la visión occidental donde el inversor es exclusivamente alguien que aporta capital. Es preciso saber hacia donde se dirige uno. Como reza el dicho popular entre los habitantes de Singapur: "un cuerpo sin una cabeza conocedora del camino difícilmente pueda transitarlo". La ética de los negocios aquí tiene gran arraigo cultural. Recordemos que Singapur ha sido durante las últimas décadas una nación donde los gobernantes se han mantenido en el poder de forma prolongada. Su respeto hacia la autoridad y los superiores tiende a ser elevada, por lo cual creen en la conducción y la necesidad de que quien tira de las riendas conozca el camino mejor que los demás. El disenso no es premiado en Singapur, a diferencia de como sucede en occidente. 









En la imagen se puede apreciar la Terminal Pasir Panjang del puerto de Singapur. Dicho puerto maneja el mayor tráfico regional y el segundo a nivel global tan solo por detrás del puerto de Shangai. En años recientes se han realizado fuertes inversiones a fin de duplicar su capacidad para el año 2020.





Si existe una palabra que ha tenido fuerte arraigo en la sociedad singapurense es "inversión".  La necesidad de invertir de forma dinámica en los negocios ha sido una de las claves de su progreso económico. En Singapur invertir es sembrar la semilla del éxito. Si se desea emprender un negocio se debe tener seguridad y convicción respecto a lo que uno realiza. No es común ver a los singapurenses invertir de forma desinteresada o poner su dinero en algo que no consideran que vaya a arrojar beneficios. La posibilidad de perder lo invertido siempre estará presente, sin embargo en dicha nación asiática la necesidad de invertir es prácticamente constante. Esto se encuentre fuertemente vinculado con otro precepto que es el de future growth. Dicha terminología, ampliamente utilizada, es lo que le ha permitido a Singapur anticiparse al crecimiento. Claro está que invertir implica poner la vista en el futuro y estar siempre atentos a cualquier tipo de negocios que pueda surgir. Parte de este pensamiento nacional ha sido influenciado por lo que los estadounidenses promovieron en la nación durante las décadas del 60 y 70 con el concepto de forward-thinking. Generalmente los grandes negocios provienen de grandes proyecciones y las grandes naciones surgen de grandes proyectos. Singapur planeó un proyecto de nación a largo plazo donde la atracción de inversiones internacionales ocupó un papel fundamental que repercutió enormemente en la economía local. La mirada no suele ser puesta en el corto plazo a la hora de emprender un negocio y las ganancias inmediatas no desesperan a quienes deciden invertir. Lo interesante de dicho concepto es que la mirada siempre está puesta a futuro, eso le da dinamismo a la vida económica de Singapur. Son una nación que vive del futuro, trabajando en el presente para alcanzar beneficios que posiblemente una generación no alcance a ver. 









Los singapurenses viven con la mirada puesta en el futuro. La forma de hacer negocios se encuentra fuertemente relacionada con el modelo estatal emprendido desde fines de los años 50s en adelante. Conceptos tales como forward-thinking, future growth y future value han sido pilares fundamentales para transformar a un enclave colonial sumido en la pobreza a una de las naciones más avanzadas del mundo.





El modelo de nación adoptado por Singapur buscó posicionarse internacionalmente con un grado de participación elevado. Para ello se promocionó a nivel internacional como una nación próspera en la cual invertir. En pocas palabras, Singapur salió a buscar al mundo en lugar que fuera a la inversa. Durante los años que se suscitaron entre los 80s y 90s fue preciso generar una atmósfera proclive a la inversión y el desarrollo. Para esto fue necesario que quienes desearan invertir en la nación se vieran rodeados por dicho clima de negocios y seguridad. Fue importante la seguridad jurídica y la estabilidad política, aspecto que siempre es el más criticado desde los espectros de centroizquierda ya que ponen en evidencia las violaciones a los derechos y las libertades democráticas. El capital va hacia donde hay estabilidad y proyección largoplacista de tranquilidad sociopolítica. El comercio global del siglo XXI se vuelve sumamente dinámico para lo cual las naciones deben adaptarse a las reglas generales. Quienes son menos rápidos se quedan en el camino. Por lo cual otra de las características fundamentales de la ética de negocios singapurense es la importancia de los tiempos. En Singapur no se puede malgastar el tiempo y los recursos, ello genera enormes perdidas tanto materiales como de oportunidades. Algunos aspectos pueden verse, por ejemplo, en materia regulatoria donde Singapur tiene uno de los marcos más atractivos para comenzar negocios. La creación de empresas puede llevar menos de dos días. Al mismo tiempo, la simplicidad impositiva busca no desviar al empresario e inversor de sus principales preocupaciones haciéndole gastar su tiempo en trabas burocráticas e impositivas. Si se es una nación eficiente, creen los singapurenses, aumentarán las ganancias. En materia de comercio exterior los tiempos vuelven a ser fundamentales. Para ello los aeropuertos y puertos nacionales buscan reducir el tiempo que los transportes de bienes malgastan en otros puertos debido a trámites. En años recientes los clusters (de lo cuales hablaremos luego) singapurenses han sido sumamente efectivos, permitiéndole a Singapur convertirse en una de las naciones más activas a la hora de recibir y alojar embarques de mercancías. 









En Singapur el tiempo es oro. Se aprovecha al máximo la capacidad de hacer negocios en cualquier momento del día. Durante las últimas décadas la nación se ha embarcado en la búsqueda de socios comerciales e inversores, algo que generalmente la ha catalogado como una nación que salió a buscar al mundo. 





Para comprender en mayor medida parte de la visión que posee Singapur respecto al comercio, pondremos un caso que remite a su poderío regional en dicha cuestión. La nación se encuentra en un punto estratégico del mundo, en una de las rutas marítimas más relevantes para el comercio intraasiático y entre Asia-Pacífico y el resto del mundo. El negocio marítimo para el comercio ha sido uno de los puntos fuertes de Singapur durante décadas. Tomando en cuenta que gran parte del comercio mundial se maneja a través de los océanos es indispensable contar con servicios portuarios de alcance global para tornarse una nación relevante en la economía global. Desde los 80s en adelante Singapur creó un modelo de atracción de grandes corporaciones y firmas de comercio marítimo (principalmente de los Estados Unidos, Japón y Europa). Mediante el mencionado proceso y debido a los atractivos arancelarios y servicios que ofrecía la nación asiática, pronto se transformó en un enclave fundamental a nivel comercial. Durante dichos años Hong Kong, que se mantenía bajo arrendamiento británico, era el principal punto de comercio en la región, de todas formas con la apertura de relaciones entre Estados Unidos y China, el comercio extrabloque y el auge de los grandes contratos comercial, Singapur logró desplazar a Hong Kong (que pronto comenzaba un proceso de cambio) y otras plazas regionales. La ventaja sobre HK se dio cuando en 1984 se firmó la Declaración Conjunta Sino-Británica, algo que le permitió a Singapur absorber inversiones de naciones que precisaban mantener rutas marítimas efectivas para su comercio con Asia. Una de las claves de dicho proceso fue que Singapur salió a buscar inversores y socios comerciales. A diferencia de otras naciones de la región, Singapur atrajo socios deseosos de contar con plazas en los puertos regionales durante décadas de profunda inestabilidad sociopolítica desde Laos hasta Indonesia. Esto también debe ser mencionado, la región se encontró sumida en serios problemas estructurales de índole política y militar durante varias décadas, mientras que algunas de las naciones más estables tales como Tailandia continuaron manteniendo una política más restrictiva en los mencionados términos. Para algunos analistas internacionales Singapur fue un adelantado a los tiempos que pronto estaría por atraer la mirada internacional hacia la región. 
Retrotrayéndonos a tiempos más cercanos observamos que la política de lago plazo trajo beneficios para consolidarse como el "puerto de la región" y uno de los principales puertos del mundo. Actualmente gran parte de las inversiones y los beneficios derivados de dicha variable son reinvertidos para crear los famosos clusters marítimos. Recordemos que Singapur posee limitaciones debido a su espacio territorial. Desde hace varios años ha optado por construir islas artificiales específicamente destinadas al comercio marítimo. Dicho enfoque ha llevado a problemas diplomáticos con otros actores regionales de relevancia tales como Malasia. Básicamente los clusters tienen como objetivo crear puertos de fácil alcance y salida para evitar que tengan que ingresar hasta territorio peninsular. Las medidas allí son menos restrictivas que en los puertos en tierra firme, generalmente conocidos en la jerga comercial como "zonas liberadas" debido a la mayor facilidad de amarre y descarga. Singapur ha obtenido ventajas comparativas en dichos términos respecto de otras naciones. Continuando con la comparación respecto de Hong Kong, dicho zona especial tiene limitaciones e impedimentos para expandirse dada su política territorial. Son varias las voces que critican el alcance adoptado por la República de Singapur, es decir ha obtenido cuantiosas ganancias pero la pregunta es a qué costo. 
Otros datos relevantes son la importancia que ha adquirido el Aeropuerto Changi en términos de comercio aéreo, catalogado por varios como el mejor aeropuerto de Asia. Ello demuestra la visión diversificadora de Singapur, que no solo se centra en el comercio marítimo. De todas formas cabe mencionar que de acuerdo al Ministerio de Finanzas de Singapur, la nación cuenta con el segundo puerto en términos de tráfico de containers mundial, tan solo por detrás de Shangai (República Popular China). La visión a futuro ha llevado a que recientemente se diera a conocer la inversión de US$ 2,5 billones para expandir al doble la capacidad de la Terminal Pasir Panjang para el año 2020. Recordemos que el puerto de Singapur es el que maneja el mayor flujo comercial del Sudeste Asiático. 









El Aeropuerto de Changi es considerado uno de los más modernos y efectivos del mundo. De acuerdo a las estadísticas oficiales de la entidad que lo administra, en años recientes el aeropuerto ha tenido un tráfico anual de pasajeros cercano a los 55 millones de personas, algo que representa diez veces la población de la nación. Durante el año 2014 pasaron por el principal aeropuerto de Singapur cerca de 350.000 naves comerciales, convirtiéndolo en el principal aeropuerto de la región.





Finalmente se considera relevante hacer mención a determinados aspectos que han influenciado la visión comercial de Singapur. Los singapurenses han hecho de la solución de problemas un baluarte. No solo es relevante atraer inversiones, también se debe estar a disposición de quienes invierten para mejorar sus negocios. De acuerdo a los datos del Banco Mundial, Singapur se posiciona segunda en el ranking mundial de solución de problemas para los negocios. La nación busca no perjudicar ni obstruir la labor de los inversores, después de todo ellos contribuyen a su economía. La solución de problemas también se relaciona con la protección de quien decide hacer negocios en la nación. Por esto último, la protección de las mercaderías, los intereses y las proyecciones económicas de los socios es fundamental. En términos de protección a la propiedad intelectual Singapur es una de las naciones líderes de Asia, manteniéndose tan solo por detrás de Japón, uno de los abanderados históricos de la protección en materia de derechos intelectuales. El sistema legal singapurense cuenta con regulaciones estrictas respecto a las patentes y los derechos intelectuales. Esto genera un marco de seguridad que suele atraer a mayores inversores; hablando de atracción es relevante tener en cuenta que Singapur se destaca a nivel regional por la atracción de cerebros y talentos que puedan potenciar la capacidad de la nación. Las inversiones en dicho sentido han despertado el interés de profesionales de todo el mundo, no solo de Asia (como se suele creer). Es por ello que Singapur mantiene una política migratoria sumamente liberal, la cual busca fomentar la inmigración de jóvenes deseosos por iniciar negocios de forma fácil y eficaz en Asia. Por supuesto dichas cuestiones tienen relevancia a la hora de analizar la forma de hacer negocios en Singapur. Posee cierta relación con el modelo hongkonés. Recordemos que en nuestros tiempos el comercio y las relaciones humanas se manejan a una velocidad diferente a la de otros momentos históricos, por ello la radicación de empresas, la inmigración calificada y las visas laborales fomentan la facilidad para instalarse en Singapur, algo que no sucede en otras naciones de la región. Podría mencionarse, por otro lado, el valor extra que le agregaría el manejo del idioma inglés (nuevamente similar a Hong Kong). Dicho idioma es fundamental en el comercio mundial y en otras naciones de la región el tailandés, viet o khmer no facilitan la presencia de firmas extranjeras y trabajadores dispuestos a radicarse de forma temporal o permanente.









Singapur posee un sistema legal fuertemente orientado hacia la protección de los derechos de propiedad intelectual. Dentro del ranking regional se posiciona tan solo por detrás de Japón en materia de protección de derechos intelectuales, lo cual la convierte en una nación pionera dentro del Sudeste Asiático. 





Los negocios representan un aspecto fundamental de la vida en Singapur. Dicha nación creció y se forjó bajo preceptos fuertemente arraigados a la ética empresarial. Algunas variables poseen influencia milenaria, provenientes de pueblos como el chino que han tenido injerencia directa, mientras que otras son más cercanas a nuestros tiempos y fueron adoptadas del capitalismo estadounidense de posguerra. También coexisten elementos propios de la cultura singapurense, una nación que cambió estrepitosamente desde la era poscolonial hasta las primeras décadas del corriente siglo. Nosotros hemos expuesto tan solo algunos de dichos aspectos, dejando en claro la cultura que predomina en Singapur respecto de los negocios. El modelo de nación no es mejor ni peor que otros, es tan solo el adoptado por un pueblo que ha cambiado radicalmente a lo largo del último siglo. Actualmente Singapur es una nación altamente desarrollada, sumida profundamente en el mundo globalizado y dispuesta a competir en diversas áreas contra otros estados que históricamente han controlado variables fundamentales como el comercio, las finanzas y la banca. Para ello deberá continuar desarrollando el modelo que viene llevando a cabo desde hace años, a la par de ir introduciendo ciertos cambios para adaptarse progresivamente a la fluctuante realidad global. De todas formas queda claro que a lo largo de dicho proceso será preciso conservar aquello que les ha otorgado tantos beneficios, lo cual no es otra cosa que la ética que posee Singapur a la hora de hacer negocios.





                                                                             Tomás Vera Ziccardi





* El presente trabajo es obra material e intelectual del Señor Tomás Vera Ziccardi. Los derechos del mismo quedan estrictamente reservados a TVZC por expreso pedido del autor

El asesinato de Robert Francis Kennedy y los Estados Unidos de América que no fueron



El asesinato de Robert Francis Kennedy
y los Estados Unidos de América que no fueron









Autor: Tomás Vera Ziccardi






Tomando en cuenta la convulsión política y social experimentada durante la década del 60 en los Estados Unidos observamos una vasta multiplicidad de actores que fueron sumamente relevantes para dicho momento histórico. Dentro de éstos encontramos líderes políticos y sociales que viraron tanto el enfoque como el rumbo de los aspectos más intrínsecos de la potencia hegemónica. La familia Kennedy fue en ascenso desde la década del 30 cuando Joe Kennedy, prominente empresario allegado al poder durante los años de la administración Roosevelt, adquirió relevancia política a través de su rol diplomático hasta fines de los 60s cuando Bobby Kennedy estuvo cerca de alcanzar el lugar que su hermano Jack Kennedy ocupó 8 años antes. Los Kennedy introdujeron profundos cambios a nivel nacional, algunos de los cuales mejoraron la vida de ciertos sectores sociales y perjudicaron los intereses de otros. En otros trabajos tales como John Fitzgerald Kennedy y JFK: los inicios de un gobierno llamado a cambiar el destino de la nación hemos hablado del enfoque liberal en clave social adoptado por los Kennedy y los cambios que "Leadership for the '60s" proponía introducir durante toda la década de los 60s. Parte del proyecto de nación encabezado por JFK pareció desvanecerse con el asesinato del trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos el 22 de noviembre de 1963. Los drásticos cambios a nivel estratégico impulsados por los intereses del establishment estadounidense demandaron un giro tanto en la conducción como en el sentido geopolítico. Previamente se ha hablado de los cambios impulsados con el inicio de la administración Johnson así como también de la profundización de temáticas sociales vinculadas a la protesta civil, el rol ciudadano y los derechos sociales. La segunda mitad de los 60s explayaría la coexistencia no pacífica de ambos polos, es decir de ambos enfoques. Dentro del mencionado clima nacional, Robert Francis Kennedy, hermano menor del expresidente, ex Procurador General de la Nación (1960-1964) y Senador Nacional por el Estado de Nueva York (a partir de 1965) comenzó a adquirir mayor presencia nacional en temas sociales (principalmente vinculados a derechos civiles y derechos de las minorías). Los años de confrontación y carácter rígido habían quedado atrás, el nuevo Bobby, ya no más Ruthless, brindaba un discurso pacifista y conciliador que llamaba a poner fin a la confrontación nacional e internacional para trabajar en conjunto por una mejor nación y un mejor mundo. Robert Kennedy sería una figura clave durante la segunda mitad de la década, acaparando el apoyo de las masas pero al mismo tiempo el rechazo de la élite. Sus convicciones, su llegada a la gente, su imagen, su oratoria y sus ideales lo convirtieron en el abanderado de quienes creían y luchaban por un legítimo cambio. Pronto, desde Arlington la llama de la esperanza volvió a hacerse presente en los corazones de todos los estadounidenses. El legado se abría paso en medio de una violencia social y política no vista previamente, por lo menos desde la posguerra. Dentro del mencionado contexto Bobby sería una figura central, algo que también delimitó los alcances de su propuesta y que terminó decantando en su asesinato el 6 de junio de 1968. De los acontecimientos que tomaron lugar en el Hotel Embajador a la era pos-1968 hubo un abismo ideológico y moral de proporciones estructurales. La historia cambiaría para siempre, signando un rumbo diferente para los Estados Unidos de América.









Robert Francis Kennedy es recordado como uno de los más prestigiosos cuadros políticos que tuvo Estados Unidos durante el siglo XX. Su desempeño en política y servicio al estado incluyeron funciones tales como asesor del Congreso, jefe de campaña presidencial, Procurador General de la Nación, Senador y precandidato presidencial. 



"Of course to adhere to standards, to idealism, to vision in the face of immediate dangers takes great courage and takes self-confidence. But we also know that only those who dare to fail greatly, can ever achieve greatly". 





 Luego del Incidente del Golfo de Tonkin (1964) Estados Unidos realiza su entrada formal en el conflicto bélico suscitado en Vietnam. Su involucramiento data de la década del 40 y progresivamente a lo largo de los años la nación americana amplió su compromiso en Indochina. La administración Kennedy tuvo una cuota de participación importante, sin embargo será bajo el gobierno de Johnson que los Estados Unidos desplegará en la región grandes contingentes de soldados. Con el paso de los años el conflicto escaló, conllevando a una agudización del mismo donde Estados Unidos se tornó parte integra e indispensable. Vietnam pasó a ser un tema de primera categoría para el pueblo estadounidense. Al mismo tiempo, los reclamos por derechos civiles se incrementaron llevando a que la delgada barrera que contenía el conflicto social y racial se tornara permeable. Recordemos que el rol del sindicalismo estadounidense durante dicha década también fue relevante, de igual forma que los movimientos estudiantiles se nutrieron de peso propio. Los enormes gastos del estado para sustentar la guerra en el Sudeste Asiático eran rechazados por sectores de la sociedad civil que abogaban por igualdad social y un mayor grado de compromiso con los problemas internos. La segunda mitad de la década evidenció un grado significativo de crisis social, con constantes protestas contra el poder consolidado, críticas al establishment y reclamos por reducir los notorios grados de desigualdad social. La adminstración Johnson buscó mantener un equilibrio que con el tiempo se tornaría insostenible, así fue como promovió legislación en materia social pero también incrementó el presupuesto destinado a Vietnam. Si bien es cierto que Estados Unidos contaba con serios temas a resolver en el orden interno, su rol como potencia hegemónica en los albores de la bipolaridad llevaban a que no pudiera descuidar la lucha por el dominio global. Esto explica, en parte, lo previamente estipulado. En pocas palabras, durante los cuatro años de la administración Johnson la situación social en Estados Unidos fue delicada, no solo por la complejidad de fuerzas y variables que ejercían presión sino también por los actores sociales, políticos y económicos que entraban en juego. 

Robert Kennedy había respaldado el accionar de su hermano como presidente en Vietnam. Luego del asesinato de John Kennedy, Bobby incluso respaldó a Johnson en dicha cuestión. A pesar de esto, durante sus años como senador cambió el enfoque y ya a partir de 1967 comenzó a oponerse discursivamente a la guerra. Recordemos que evaluamos su posición oficial y no su pensamiento personal respecto a la guerra. Hacia fines del mencionado año y especialmente luego de la primera Ofensiva del Tet (comienzos de 1968) Robert adoptó una posición claramente opositora hacia la participación estadounidense en Vietnam. Otros líderes demócratas tales como McCarthy habían mantenido una línea durante el conflicto, oponiéndose al mismo desde un comienzo. Si bien hay quienes señalan que Bobby se opuso a la guerra a fin de realizar un acercamiento hacia los sectores más radicales, lo cierto es que su discurso distaba del de McCarthy en cuanto el senador por Nueva York creía que el objetivo de poner fin a la guerra en Vietnam era centrar los esfuerzos nacionales en cuestiones internas de necesidad inmediata. Respecto a la cuestión social, RFK fue quien mantuvo una línea desde sus años como asesor de JFK hasta 1968. Bobby consideraba necesario realizar cambios profundos para acabar con los problemas derivados del clivaje racial. Era respetado dentro de los grupos que fomentaban la igualdad racial, las uniones de trabajadores y los movimientos estudiantiles. Dicho apoyo social recibido por el candidato demócrata contrastaba con el rechazo por parte del poder político, menos proclive a expresarse de forma tan radical en cuanto a la variable racial. Posiblemente ello también repercutió en el distanciamiento de RFK una vez dado inicio el mandato de LBJ. Recordemos que Bobby no fue funcionario de la mencionada administración. Por otro lado, la postura de Robert en dicha cuestión lo distanciaba de los demás referentes de su partido, quienes veían en Bobby y los grupos que lo apoyaban una seria amenaza política. Por parte de los republicanos no había demasiado temor, principalmente porque Kennedy aún no era visto como un serio candidato para la interna demócrata y el partido del elefante estaba terminando de ajustar su política partidaria con vistas a ocupar la presidencia luego del 68. Donde RFK si despertaba temor era en los sectores vinculados a inteligencia y las grandes corporaciones. Sin lugar a dudas él era más radical que su hermano mayor y estaba no solo llamando a un fin en la participación nacional en Vietnam sino que además reavivaba el reclamo social en áreas donde ciertos grupos de poder aún no querían introducir modificaciones. Si bien el apoyo social es clave para ganar una elección, el respaldo de los grupos de poder concentrado es vital para convertirse en presidente. Sí, ganar la elección no es lo mismo que convertirse en presidente. Como se puede apreciar, Robert Kennedy mantuvo determinadas posiciones políticas respecto a los principales acontecimientos que remitían a la agenda nacional del momento. En determinados casos obtuvo el respaldo social y en otros el rechazo de la élite. Bobby se había hecho de poderosos enemigos ya desde sus años como asesor en el Despacho Oval. Sus modos molestaban a burócratas y empresarios. Desde la CIA y el Pentágono hasta los gobiernos locales, eran varios quienes creían que Bobby era una amenaza a su condición y posición. Los años de respaldo a los Freedom Riders y Martin Luther King Jr. todavía permanecían frescos en la memoria de varios. A pesar del cambio que el senador había adoptado recientemente, su apellido y herencia directa eran vistos con recelo en Washington D.C, después de todo Robert era un Kennedy lo cual no lo convertía en "uno más" ni mucho menos en "uno de". Finalmente, su rol como senador le permitió acaparar una mejor posición en el plano nacional, algo que en consonancia con su estilo político le arrojaron como saldo un notorio crecimiento desde fines de 1967 hasta el primer cuarto de 1968. 









Durante un momento histórico de demandas sociales y mayor participación ciudadana Kennedy fue una figura que logró reunir a jóvenes, estudiantes universitarios, trabajadores, miembros de movimientos sociales y gremios. Su visión acaparó la atención de toda una generación que abogaba por un cambio de rumbo a nivel nacional.







A comienzos a 1968 y con vistas a las elecciones presidenciales del mismo año, comenzaron a delimitarse las candidaturas presidenciales de ambos partidos políticos. Por parte de los demócratas existió un inicial pronunciamiento respecto del presidente en ejercicio Lyndon Johnson, candidatura que luego sería retirada. Por parte de Kennedy los medios de comunicación introdujeron la duda respecto a su lanzamiento, algo que finalmente quedaría disipado al pronunciarse el senador respecto a sus intereses por competir para la nominación partidaria. Los dos otros candidatos de peso dentro del partido eran Humphrey y el previamente mencionado McCarthy. Respecto del primero, vicepresidente en ejercicio y fuertemente respaldado por los congresistas demócratas en Washington, debemos mencionar que era el candidato por naturaleza a ser nominado por la convención, por lo cual la candidatura de Bobby le generaba relevantes problemas. El caso de McCarthy, senador en ejercicio, era diferente, si bien contaba con apoyo popular fruto de su oposición a la guerra de Vietnam, tenía menor apoyo partidario y Bobby amenazaba con quedarse con parte del electorado que lo respaldaba. De todas formas queda claro que la carrera recién comenzaba  y el panorama era alentador para cualquier candidato si tomamos en cuenta la negativa a presentarse por parte del presidente Johnson. 

La campaña de Kennedy acaparó la atención de los principales medios del país así como también de los sectores vinculados a los movimientos sociales, sindicales y estudiantiles. La propuesta del senador giró en torno a poner fin a la guerra, centrar el rumbo de la economía, mayores derechos sociales para las minorías, reforma íntegra de la administración pública y lucha contra la corrupción. El clamor social tuvo un notorio crecimiento en las primeras contiendas electorales, donde Kennedy se impuso en Indiana y Nebraska a pesar de salir derrotado en Oregon. Todos los caminos se dirigían a una confrontación directa con McCarthy que daría lugar al candidato natural que le disputaría la verdadera interna a Humphrey. Tomando en cuenta el calendario electoral, la próxima prueba sería el complejo Estado de California donde ambos candidatos eran fuertes. Armas políticas tales como la popularidad de Kennedy entre los jóvenes, el respaldo de los sindicatos, el apoyo en los barrios pobres y su carisma serían fundamentales para dar el gran paso que sepultaría a McCarthy y pondría en serios aprietos al propio Humphrey. La victoria fue ajustada pero a fin de cuentas Robert Kennedy ganó la interna de California, algo que fue un duro golpe para los sectores opositores en Washington D.C y para la línea mayoritaria del partido que añoraba a Humphrey como candidato partidario para enfrentar a quien sería el candidato republicano, Richard Milhous Nixon (¡algo que terminaría sucediendo!). En pocas palabras: Bobby pasó de ser una simple amenaza a la más clara y realista posibilidad de cambio, no solo nacional sino también en clave partidaria. Pocos creían que pudiese llegar demasiado lejos, sin embargo el triunfo en un estado clave disipó las dudas y lo colocaron entre los principales candidatos en la carrera hacia la Casa Blanca. Queda más que claro lo que representaban la llegada de los ideales de RFK a tan alto nivel en la escala de toma de decisiones. Parecía una pesadilla para quienes habían dejado pasar a JFK (también para los que habían perdido frente a él). Para ciertos sectores no era factible ver a otro Kennedy en el Despacho Oval, mucho menos a Bobby. La guerra en Vietnam debía seguir, así como también debían continuar creciendo las grandes corporaciones que se nutrían de los contratos armamentistas con el estado. La cuestión de los derechos civiles, para varios sectores, debía ser acallada, algo que quedó en evidencia cuando en abril del mismo año asesinaron a Martin Luther King Jr. De todas las pesadillas Bobby era la peor para varios sectores del poder hegemónico, por lo cual si lo dejaban pasar más allá de California llegaría un punto de no retorno. Luego de proclamar la victoria en la elección desde su bunker en el Hotel Embajador de Los Ángeles, Robert Francis Kennedy fue asesinado en condiciones que no han quedado del todo esclarecidas hasta la actualidad. 










"It is from numberless diverse acts of courage and belief that human history is shaped. Each time a man stands up for an ideal, or acts to improve the lot of others, or strikes out against injustice, he sends forth a ripple of hope".



Bobby Kennedy anuncia en el Hotel Embajador la victoria en las primarias del Estado de California momentos previos a recibir los disparos que acabarían con su vida al día siguiente. En la imagen se puede apreciar la felicidad, esperanza y alegría en los rostros de quienes acompañaron al senador hasta Los Ángeles.






Robert Kennedy representó el pensamiento y los sueños de toda una generación que creía en el cambio. Un pueblo que deseaba llevar a lo más alto el debate respecto a las prioridades que debía tener Estados Unidos como nación. En un escenario global sumamente complejo como lo fue la Guerra Fría pocos comprendieron que Vietnam era primordial para los intereses de los Estados Unidos, al mismo tiempo que la planteada propuesta del retiro progresivo no era tan fácil de ejecutar como se proponía discursivamente. En cuanto a la variable social si bien desde JFK hasta el fin de la administración Johnson se realizaron enormes esfuerzos para otorgarles mayores derechos a las minorías, varios cambios de índole estructural no lograron ser introducidos. Para ciertos procesos sociales esto llevaría décadas y los resultados comenzarían a verse recién terminada la bipolaridad. Si bien Kennedy esperanzó a toda una generación de jóvenes estadounidenses, también molestó a las generaciones previas que con mayor madurez política y comprensión de los temas internacionales advertían que los cambios radicales que Bobby buscaba introducir no podían tomar lugar de forma ligera. Respecto de su asesinato podrían exponerse una infinidad de cuestiones, lo cierto es que dicho acontecimiento significó un cambio rotundo de orden multidimensional. A nivel micro la interna del Partido Demócrata se modificaría drásticamente, conllevando a la derrota en las elecciones presidenciales que terminarían consagrando a Nixon. La administración Johnson no logró salir del pantano y la situación en Vietnam se agravó, dilatando aún más la agonía norteamericana en Asia. En cuanto al nivel macro se evidencia el fin de la esperanza y los sueños de una generación de estadounidense que creyeron poder tomar las riendas de su nación frente a los poderes históricos que han tenido injerencia en la vida nacional. Lo que los historiadores han señalado como la saga de asesinatos, JFK, MLK y finalmente RFK, repercutió en la moral de quienes creían poder cambiar las cosas trabajando por un futuro más próspero. Ello incluía a los movimientos pacifistas contra la guerra, las organizaciones de trabajadores, los jóvenes universitarios liberales y los sectores que pregonaban la igualdad racial. Fue un duro golpe para todo ellos y durante los próximos veinte años no volvería a verse en los albores de la Guerra Fría la esperanza de un cambio real. Pronto sería turno de los triunfos de la administración Nixon que lo llevaron a su reelección, el posterior Escándalo de Watergate, la crisis de Irán, la Crisis del Petróleo, las crisis productivas e inflacionarias, el regreso al poder de los neocons de la mano de Reagan, la escalada del gasto para la Guerra Fría y los inicios de la administración Bush. Hay quienes sostienen que la euforia y esperanza de un cambio real no volvería a tomar lugar hasta cuarenta años más tarde con la candidatura presidencial de Barack Hussein Obama, otros simplemente creen que jamás volvió a experimentarse una sensación a escala nacional como la vivida en 1968. Todo puede ser posible, principalmente porque los cambios históricos también representaron cambio generacionales, donde quienes no tuvieron su lugar se amoldaron y quienes llegaron vivieron de la epopeya del relato kennedista de los 60s. Sea como fuese, el asesinato de Robert Francis Kennedy implicó la imposibilidad de concretar un proyecto de nación iniciado y revitalizado a lo largo de la década del 60. Un proyecto que planteaba otra nación, otros Estados Unidos de América, los Estados Unidos de América que no fueron. Siendo imposible volver atrás en el tiempo y modificar la historia, sí es válido centrarse en el legado que cada proceso y líder nos han dejado. A pesar de haberse ido en la cúspide de la carrera por la presidencia y en un momento único de la historia nacional, Bobby Kennedy dejó entreabierta la puerta de la lucha social y política por un cambio real. Kennedy representa los mismos ideales que defendió durante toda su vida, la convicción y creencia que se puede cambiar el destino de una nación, que los intereses del pueblo se encuentran por sobre todo y todos, que es posible luchar por lo que uno cree y que debemos preguntaron por qué no en lugar de por qué. El legado de Kennedy ha sido ese balance histórico entre las dos corrientes que han pujado por comandar los designios de los Estados Unidos. La viva esperanza de paz, libertad, justicia e igualdad. Luchar contra los poderosos y contra el poder en sí mismo, en fin luchar por lo que uno cree. Puede que aquella nación no haya podido materializarse pero el legado aún perdura, estando presente en todos aquellos que creen y trabajan por el verdadero cambio.






                                                                                 Tomás Vera Ziccardi





* La totalidad del presente trabajo es obra material e intelectual del Señor Tomás Vera Ziccardi. Los derechos del mismo quedan estrictamente reservados a TVZC por expreso pedido del autor


sábado, 15 de noviembre de 2014

Je suis François



Je suis François







Autor: Tomás Vera Ziccardi





La República Francesa ha experimentado cambios profundos en décadas recientes. Dichos cambios son de diversa índole y su complejidad varía enormemente. Podrían citarse los cambios geopolíticos desde el involucramiento en Medio Oriente de la mano del ex presidente Chirac hasta la participación en los bombardeos recientes tomados lugar en Irak contra el Estado Islámico. También han tomado lugar cambios económicos, la situación macroeconómica de 2006 dista bastante de la actual en un escenario post crisis europea. Desde el espectro social y demográfico en los últimos 15 años Francia ha cambiado. La inmigración tanto intra como extraeuropea ha modificado la estructura social, derivando, entre otras cosas, en modificaciones del escenario político. Allí también nos encontramos frente a un nuevo panorama, partidos políticos como el Front National de los Le Pen han cobrado relevancia nacional en una arena política pos-Sarkozy donde luego de tantos años confinados en la oposición los socialistas lograron retornar al Elíseo de la mano del niño mimado de la Ecole Nationale d’administration, François Hollande. Todos estos cambios dan cuenta de la velocidad a la cual ha transitado Francia los inicios del siglo XXI. Fiel a su historia y estilo los franceses continúan esforzándose por ocupar uno de los lugares más prestigiosos en la cúspide mundial. A pesar de esto, los mencionados “profundos cambios” han traído aparejados nuevas problemáticas que ya no afectan a la nación gala en lo que supieron ser sus vastos dominios coloniales, ahora el problema está en casa, en la misma Place de la Concorde. Cuando el 7 de Enero último se produjo una masacre en el semanario satírico “Charlie Hebdo” a muchos se nos presentó la conjuración de todos estos cambios. Un problema geopolítico, cultural, económico e ideológico, pero a la vez que trascendía todas y cada una de esas barreras. Puede ser que dicho resultado difícil de comprender haya emanado de la bestialidad de los mismos ataques, pero incluso en el escenario posterior continúa quedando poco esclarecida la índole del problema. Posiblemente como dijimos porque es una cuestión que engloba demasiadas variables detrás de un solo hecho. Al verse atacada de forma desprevenida en uno de sus pilares por excelencia, la República reaccionó como era de esperarse. Tanto la sociedad como el ejecutivo de turno repudiaron los actos y buscaron dar una respuesta inmediata frente a un sistema internacional que continuaba mirando hacia Paris de forma perpleja. A pesar de los oportunismos políticos, la labor de la administración Hollande fue apropiada y sumamente profesional, demostrando su capacidad  para dar respuestas frente a crisis de semejante envergadura como también sabiendo obtener rédito político de ellas.

En un extenso trabajo presentado hace unos meses y titulado ¡Vive, vive, vive Hollande! hemos analizado la vida y carrera política del actual presidente de la Quinta República, François Hollande. Allí se trataron temáticas remitidas a geopolítica, política exterior francesa, participación económica nacional en Medio Oriente y África, intereses económicos extraregionales y participación militar gala por fuera de Europa. La administración Hollande, a su vez, tuvo relación con los ataques al Estado Islámico, suscitados en años recientes. Se involucró a nivel internacional con la coalición que ha impulsado la encrucijada frente al terrorismo islámico. Esto no quiere decir que los ataques de Charlie Hebdo guarden relación con el manejo de la política exterior llevado a cabo por los socialistas, como se ha mencionado previamente el atentado se explica por la conjuración de diversas cuestiones que anteceden en el tiempo al actual gobierno. De todas formas ha sido al ejecutivo encabezado por François Hollande al cual le ha tocado hacer frente a la crisis. Si rememoramos lo expuesto en ¡Vive, vive, vive Hollande! puede observarse que la popularidad del presidente no solo era baja sino que también venía en caída pronunciada desde hacía meses. El gobierno no había logrado revertir la situación económica (algo que lo excede) y en el plano político estaba flanqueado por  ciertos movimientos secesionistas internos y la expansión de la derecha moderada y la extrema derecha. Los medios de comunicación también contribuyeron a acelerar la decadente imagen del gobierno socialista que en 2012 había llevado un mensaje de esperanza a toda la sociedad. Hasta el momento todo era cuestión de las históricas y cotidianas problemáticas por las cuales atraviesa cualquier ejecutivo nacional. Empero, con el atentado a Charlie Hebdo, Francia en su totalidad quedó en jaque y atónita frente a uno de los atentados terroristas más sangrientos que la nación recuerde en décadas recientes. Alejándonos de los sectores que proclaman teorías que van desde el autoatentado hasta el rédito que le generaría al gobierno, cabe mencionar que la situación inicial era una de fifty-fifty, donde el gobierno podría salir perjudicado, destruyendo por completo su imagen decadente, o salir revitalizado, logrando de esta forma reconstruir una imagen social crítica. Es por esto que la actuación de Monsieur Hollande sería clave, tanto por exceso como inacción, todo lo que hiciera tendría consecuencias directas para su gobierno.







El presidente francés François Hollande (izquierda) y el Ministro del Interior Bernard Cazeneuve (derecha) envían un mensaje de tranquilidad frente a la sociedad luego de los atentados al semanario satírico "Charlie Hebdo". 





Acostumbrados a su elocuencia discursiva, Hollande no tardó en sostener  que el atentado fue “un acto de excepcional barbarie”. La crítica y el repudio, junto a su posición omnipresente desde el 7 de Enero hasta el 9, le valieron de la aprobación social, fruto del accionar que debe tener todo presidente. Su alocución continuó enviando un mensaje de tranquilidad que imploraba por la unidad, algo que se vio manifestado en “nada puede dividirnos, nada puede separarnos”. Frente al desentendimiento social el presidente expresó que como jefe de los franceses iba a seguir defendiendo la libertad como principio fundamental del estado y la sociedad a la cual representa. Como ya mencionamos, tanto su posición como las palabras de fondo que se pudieron recoger de sus centrados discursos brindaron seguridad ante la sociedad, el ejecutivo haría todo lo que tuviese a su alcance para esclarecer la situación. Justamente esto tomó lugar de forma inmediata con el rápido despliegue de los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad para dar con el paradero de los terroristas. Ante la inminente avanzada de los medios de comunicación con la información minuto a minuto, el gobierno debió responder constantemente a los cambios que se suscitaron a partir de la huida de los terroristas. No fue tarea fácil encontrar a los sospechosos del atentado, mantener la unidad social y preservar los pilares del estado y la sociedad francesa, pero podríamos decir que esas fueron las tres principales metas de Hollande para salir de la crisis. Respecto de la primera, dar con el paradero de los terroristas, el gobierno desplegó un extenso operativo de seguridad interna, con más de 10.000 miembros de las fuerzas armadas esparcidos por el territorio nacional, no solo en búsqueda de los sospechosos, también expectantes a disipar cualquier tipo de nuevo atentado, porque recordemos que una de las potenciales posibilidades que manejaban por aquel momento los servicios de inteligencia era la de futuros atentados simultáneos en diversos puntos del país. A su vez se debía vigilar los puntos sensibles donde pudiesen llegar a tomar lugar dichos ataques, principalmente establecimientos religiosos y estatales. Aquí se desprendieron tres nuevos objetivos secundarios: otorgar seguridad a la ciudadanía, prevenir nuevos ataques y cuidar el escenario postatentado. Para mantener la unidad social, principalmente una vez resuelta la primera meta general, Hollande apeló a hacer perdurar el “espíritu del 11 de enero”, que no se desvanezca el clamor social emanado de las manifestaciones. Esto fue importante no solo por la convulsión social interna, también por la imagen que enviaba Francia al mundo. Tomando en cuenta los serios problemas socioculturales, era preponderante mantener la unidad de la sociedad, en parte porque si analizamos en detalle las palabras del presidente respecto a la unidad, reconoce cierto grado de propensión a la división o mejor dicho la existencia de una grieta social. Finalmente, la tercera meta que buscó preservar los pilares de la sociedad francesa condujo a que el ejecutivo reforzara la idea de dilapidar cualquier acto unilateral contra la igualdad, la libertad (en todas sus formas) y la fraternidad. Si Hollande fallaba en esto, por más que el estado francés diera con los sospechosos, la sensación que quedaría sería la de nuestros valores y principios fundamentales como nación son permeables, y el presidente no podía pagar un precio tan elevado.







El rol desempeñado por el presidente Hollande fue trascendental tanto durante la crisis como en el escenario posterior. Su manejo de la misma le permitió mejorar su imagen en cuanto a niveles de aprobación social.





Inexorablemente en cuestión de días Hollande logró cumplir con las tres metas: cerró la cuestión de los responsables del atentado, mantuvo la unidad social y reforzó los valores que su nación promulgó durante los últimos siglos. El presidente logró superar la crisis, en parte porque dio la imagen correcta frente a su sociedad, los medios de comunicación y la comunidad internacional. Supo manejar el serio desenlace suscitado de la fusión de variables sociales, políticas, internacionales y culturales. Estuvo presente a todo momento, no se escondió a esperar que la crisis terminara, salió de su despacho y se mantuvo al lado de una sociedad que necesitaba más respuestas frente a tantas dudas. Su accionar incluso se extendió a los escenarios ulteriores, el presidente mantuvo reforzado el operativo de seguridad nacional al tiempo que a la semana amplió las operaciones militares en Irak frente al Estado Islámico. Para muchos el envío del portaaviones Charles de Gaulle implicó la posición del ejecutivo francés frente a los extremismos de toda índole. Hollande no vaciló, se mantuvo firme en su respuesta. Forzó al manto diplomático nacional a trabajar desde Naciones Unidas para que se pudiera continuar con los bombardeos frente a ISIS. El mensaje final tuvo diversos destinatarios pero mismo asunto: Francia no toleraría este tipo de violaciones a sus principios más intrínsecos. Los momentos posteriores al atentado dieron un alza en la imagen positiva del presidente fruto del manejo de la crisis. Respecto al acontecimiento puntual, cerca del 88% de los franceses aprobó su accionar durante la trágica semana que abatió a su nación. Los medios de comunicación destacaron la forma en la cual el presidente resolvió el conflicto, algo que le permitió subir algunos puntos en la escala de imagen positiva. Las consignas de las manifestaciones sociales que pulularon a lo largo de toda Francia hicieron de “Je suis Charlie” un nuevo símbolo de la defensa de principios sociales y culturales para el pueblo francés. Lo que sucedió fue que todos se sintieron Charlie Hebdo, el atentado afectó a la población en su totalidad, pero también a cada persona, cada individuo manifestó su pertenencia. En dicho sentido, también lo hizo el presidente de la república, François Hollande. Su manejo de la crisis, la presencia social de su gobierno y el reconocimiento por parte de la ciudadanía, los medios, los demás partidos políticos y la comunidad internacional le permitieron al presidente reclamar Je suis François, yo soy el abanderado en la lucha contra las diversas formas de terrorismo que aquejan a nuestra nación. La aprobación social y la remontada en la lucha por mantener una imagen positiva también contribuyeron a este lema de Je suis François, porque la propia sociedad reconoció la labor presidencial. Los atentados no tuvieron ganadores ni perdedores, no se trató de una contienda bélica, se trató de un acontecimiento que unió a los franceses y reforzó su sentimiento de pertenencia, incluso en un momento donde el gobierno no estaba bien posicionado y la economía no se encontraba en una situación favorable. Los alcances finales todavía no pueden ser medidos, porque nuevamente se debe mencionar que coexisten una infinidad de variables detrás del complejo entramado nacional. Aun quedará por ver si durante los años que le restan al actual gobierno en el Elíseo surgirán nuevos acontecimientos derivados de los atentados contra Charlie Hebdo o si el “trágico Enero” será un capítulo final en dicho sentido para la actual administración. Todo puede suceder, incluso en un escenario donde el presidente sea reelecto o donde se forme un nuevo ejecutivo, lo cierto es que los atentados marcaron un hito sumamente relevante que acompañará a la administración Hollande a perpetuidad.





                                                                                               Tomás Vera Ziccardi





* La totalidad del presente trabajo es obra material e intelectual del Señor Tomás Vera Ziccardi. Los derechos del mismo quedan estrictamente reservados a TVZC por expreso pedido del autor. 



sábado, 1 de noviembre de 2014

JFK: los inicios de un gobierno llamado a cambiar el destino de la nación



JFK: los inicios de un gobierno llamado a cambiar el destino de la nación







Autor: Tomás Vera Ziccardi





Luego de lo que fue una de las elecciones presidenciales más reñidas de toda la historia electoral de los Estados Unidos de América, en noviembre de 1960 la fórmula Kennedy-Johnson logró imponerse a nivel nacional, permitiéndole al Partido Demócrata regresar a la Casa Blanca. La ajustada victoria sobre la fórmula Nixon-Cabot Lodge, sumada a la derrota en estados claves, dejó en evidencia que la flamante administración demócrata tendría que hacerle frente a una oposición influyente. Ciertas medidas propuestas durante la campaña electoral deberían ser abandonadas, al tiempo que otras experimentaron modificaciones fruto de las negociaciones que el ejecutivo debió emprender a fin de no acumular derrotas políticas. El primer año de gobierno evidenció a un Kennedy dispuesto a ceder en ciertas cuestiones, pero al mismo tiempo reacio a otorgar concesiones en aspectos que consideraba fundamentales para mantener una imagen positiva. Al igual que durante la campaña, ejes tales como política exterior, derechos sociales y economía acapararon gran parte del esfuerzo gubernamental. Fue justamente allí donde el joven Kennedy comenzó a evidenciar que las cosas no eran tan simples como pensaba y que estar sentado en el Despacho Oval no implicaba contar con una autonomía total en cuanto a la toma de decisiones. Los primeros días y el primer año de gobierno estuvieron signados por éstas y otras cuestiones relevantes. Buscaremos exponer puntualmente el desarrollo en cada área específica a fin de poder comprender de mejor manera el esfuerzo de la administración Kennedy por cambiar el destino de la nación más importante del mundo para la época.


Uno de los ejes más relevantes de la administración Kennedy fue la cuestión de los derechos civiles. Durante la campaña cobró gran relevancia, atrayendo a electores de estados donde las diferencias sociales en dicha materia eran elevadas. Para quienes conocían a Kennedy y su posición al respecto de la mencionada cuestión, no se trataba de nada nuevo. Durante su campaña al Senado, la década previa, realizó énfasis en combatir las desigualdades sociales en su estado, cooptando el voto en los distritos donde residían las comunidades de inmigrantes. En otras palabras, la denominada cuestión social fue una bandera defendida por Kennedy desde los comienzos de su carrera política. Ahora bien, para impulsar reformas en materia social el presidente precisaría no solo de apoyo por parte de la ciudadanía, también del poder legislativo. Rememorando la configuración del Congreso a inicios de la administración Kennedy observamos que los demócratas contaban con 267 escaños frente a 173 de los republicanos. A pesar de disponer de una mayoría simple, un total de 100 congresistas demócratas pertenecían a lo que era denominado en aquel entonces como el “Viejo Sur”. Dichos representantes estaban más dispuestos a unirse con los republicanos en materia de derechos civiles que apoyar legislación progresista impulsada desde la Casa Blanca. Desde otro punto de vista, recordemos que Lyndon Johnson había sido uno de los principales contrincantes de Kennedy en la interna a la nominación por parte de la Convención del Partido Demócrata, proveniente del “Viejo Sur”, Johnson sabía que no podía impulsar inicialmente las medidas que Kennedy deseaba, porque ello despertaría la alarma en su distrito. Jack comprendía que un Congreso dominado por el Sur, donde los demócratas conservadores de dicha región tenían notoria influencia, dificultaba su intención de impulsar reformas sociales durante el primer año de gobierno. Para los flamantes congresistas sureños, al igual que para el vicepresidente, era preciso limitar la llegada de dichos proyectos al Congreso, porque debían dar una imagen menos reaccionaria respecto a sus votantes. El accionar de la administración Kennedy mostró notoria habilidad política en dicho sentido. Los cambios a través del poder legislativo se veían momentáneamente bloqueados, de todas formas el gobierno contaba con la carta del ejecutivo. Aquí fue donde las ideas de Robert Kennedy cobraron fuerza. El hermano del presidente creía que se debía actuar desde el ejecutivo de forma cautelosa, impulsando reformas graduales que incrementaran el apoyo social y al mismo tiempo mantuvieran calmo al Sur. El presidente defendía dicha posición ya que creía que la ejecución de medidas consistentes en materia social podría acarrear costos elevados para un gobierno que se había impuesto por escaso margen en las elecciones. Algunas de las denominadas “medidas del ejecutivo” fueron por ejemplo el nombramiento de Weaver (un líder afroamericano) al frente de la Agencia de Vivienda. El mensaje era claro, Kennedy abogaba por mayor participación de los afroamericanos en la estructura gubernamental nacional. Fue así como el nombramiento de Weaver en una cartera relevante en materia de derechos sociales tal como vivienda fue recibida con entusiasmo por parte de la ciudadanía. Respecto a la presencia de afroamericanos dentro de la burocracia americana (históricamente dominada por familias tradicionales del Noreste), los cambios fueron lentamente tomando lugar. Podríamos mencionar el nombramiento de otro afroamericano, Warthon, en calidad de embajador en Noruega. No solo comenzaba a evidenciarse un cambio en las altas esferas de la estructura estatal, también en cuanto a la aceptación social. Finalmente, cabe destacar durante este período inicial lo que es reconocido como uno de los logros más grandes en la construcción de instituciones destinadas a defender los derechos sociales de toda la ciudadanía, estamos hablando de la creación del Comité de Igualdad de Oportunidades Laborales (más conocido como EEOC, proveniente del inglés Equal Employment Opportunity Comission). Dicha institución perdura hasta nuestros días y fue la encargada de fortalecer la igualdad de oportunidades en el mercado laboral estadounidense. Para ser el inicio de un gobierno, la administración Kennedy introdujo importantes cambios en materia de derechos civiles. A pesar de las limitaciones y los mecanismos a los cuales debió recurrir el ejecutivo demócrata, dichos cambios sentaron las bases para las medidas por venir en años próximos.







La administración Kennedy inició un profundo cambio remitido a derechos civíles. A pesar de las dificultades iniciales para impulsar legislación en materia social, el gobierno optó por canales alternativos para cumplir con las promesas de campaña. Algunas de las reformas impulsadas por John Fitzgerald Kennedy continúan teniendo efecto en nuestros días, demostrando la importancia de la convicción y decisión política a la hora de introducir cambios de fondo.





El último tramo de la administración Eisenhower estuvo signado por un período recesivo que se extendió hasta los primeros meses de 1961. El estancamiento económico elevó el malestar social. Los problemas económicos ya habían cobrado relevancia durante la campaña presidencial, ahora el nuevo gobierno debería empujar nuevas medidas para reactivar la economía. La administración Kennedy se centró en lo que sería uno de los pilares de su desarrollo económico, la renovación urbana. Varias áreas de la nación mantenían una estructura económica improductiva, carente de valor alguno para hacer frente a los desafíos macroeconómicos de la nueva década. El gobierno creía que la remodelación del aparato productivo, las estructuras locales y también la infraestructura nacional llevarían a un crecimiento sostenido en el tiempo. A diferencia del gobierno saliente, se puso énfasis en la inversión dentro de dichas áreas. Fue así como el desarrollo de nuevas estructuras urbanas, la relocalización de empresas y la construcción de autopistas aumentaron la eficiencia y productividad en el corto plazo. El gobierno explayó en su discurso frente a la ciudadanía el esfuerzo que se estaba realizando en materia económica, dando respuestas a una de las principales demandas sociales. Otro de los ejes relevantes sería aumentar la eficacia de los servicios públicos. Recordemos que varios servicios, a nivel local, continuaban estando bajo la órbita estatal, por lo cual se buscó mejorar la performance pública en dichos términos. Con el tiempo, el mencionado enfoque llevaría a lo que sería conocido como la renovación del aparato estatal estadounidense durante la primera mitad de la década del ‘60. Por otro lado también debe tenerse en cuenta que uno de los sectores con menor crecimiento para el período 1958-1961 fue el campo. La administración Kennedy impulsó un programa de subvenciones al sector agrícola, principalmente para reducir la demanda de bienes de dicho sector provenientes del extranjero, obteniendo un respiro, por lo menos temporal, en cuanto a la balanza comercial. Si bien las mejoras no tardaron en llegar (trayendo aparejadas la aprobación social y empresarial), durante el primer año de gobierno se buscó comenzar a darle forma a lo que sería el programa de planes estatales financiados por el gobierno federal y el impulso al aumento del salario mínimo. Respecto al primero, dichos planes buscaron reactivar las economías regionales, signadas en una profunda crisis durante fines de la década pasada. En cuanto al incremento del salario mínimo, los beneficios tardarían en llegar y serían observables ya para el final del primer año de gobierno. Los efectos globales fueron positivos, Kennedy incrementó sus niveles de aprobación social, principalmente porque otorgó una imagen vinculada al activismo, nuevos enfoques económicos, responsabilidad de gobierno y respuestas contundentes frente a los problemas sociales. Sumado al alcance de los nuevos medios de comunicación, así como también a la buena relación inicial entre el gobierno y éstos, las primeras medidas económicas del ejecutivo fueron satisfactorias. Estados Unidos logró salir de la recesión y el panorama respecto al año próximo era alentador por primera vez en años.







"My call is not to those who believe they belong to the past.
My call is to those who believe in the future". 

La llegada de Kennedy a la Casa Blanca esperanzó a toda una generación. El presidente llamó a los jóvenes a creer, participar e impulsar el cambio. Uno siempre puede ampliar la frontera, ir más allá. Para ello debe tener la convicción necesaria de poder realizarlo. Kennedy estaba en lo cierto cuando declaraba: "Necesitamos hombres que puedan soñar con cosas que nunca sucedieron y preguntarse ¿por qué no?". 





En ‘An Unfinished Life: John F. Kennedy 1917-1963’ Robert Dallek comienza el capítulo remitido a la llegada de Kennedy al poder sosteniendo que 14 años en Washington le habían enseñado a Jack que los presidentes tenían mayor control sobre la política exterior que la interior. Si a esto le sumamos la relevancia que adquieren los asuntos internacionales para Estados Unidos en dicho momento de la Guerra Fría, comprendemos que la política exterior fue uno de los ejes más relevantes de la administración Kennedy. Graduado en relaciones internacionales por la Universidad de Harvard y habiendo abordado temáticas internacionales durante su paso por el Congreso, Kennedy comprendía que los desafíos internacionales habían cobrado mayor relevancia. Justamente por ello comenzó a tomar serias medidas a nivel de política exterior. Nosotros tomaremos cuatro de sus principales ejes: la Alianza para el Progreso, la Crisis de Laos, la relación con la Unión Soviética en el marco de la bipolaridad y el enfoque nuclear de la administración demócrata. Quedarán fuera otros temas sumamente relevantes que acompañarán a la administración Kennedy ad eternum, tales como Europa, la Alianza Atlántica, OTAN, Cuba y África.

Durante el primer tramo de su gobierno, Kennedy propuso un cambio de paradigma respecto de la relación con las naciones de América Latina. Su enfoque convalidaba el deseo del Departamento de Estado por fortalecer las economías de la región al mismo tiempo que se afianzaran las instituciones donde la democracia pudiese mantenerse estable. En el marco de la Guerra Fría, Estados Unidos buscaba impedir que el comunismo irrumpiera en la región ya que ello implicaría convivir con el enemigo puertas adentro del continente americano. De esta forma Kennedy propuso la Alianza para el Progreso, la cual buscaría impulsar el desarrollo económico de América Latina aportando fondos estadounidenses y fomentando la radicación de corporaciones americanas. El proyecto le permitiría a la nueva administración mantener una mejor relación con el resto de naciones americanas, algo sumamente complejo teniendo en cuenta que la región siempre miró a Washington con mayor desconfianza que aceptación. En otros trabajos tales como La influencia de Estados Unidos en América Latina y La relación Estados Unidos - América Latina en la post Segunda Guerra Mundial se ha ahondado la relación de los Estados Unidos con América Latina, por lo cual los lectores podrán ampliar la lectura en ellos. Al mismo tiempo se recomiendan los trabajos John Fitzgerald Kennedy y La política exterior argentina en tiempos de Frondizi: el camino hacia la Alianza para el Progreso para tener un acercamiento a la Alianza para el Progreso. Retomando, la propuesta de Kennedy despertó el interés de las naciones latinoamericanas las cuales enviaron sus representantes a la presentación del proyecto conocido como la Alianza para el Progreso. Es evidente que detrás de las buenas intenciones de Kennedy se escondía el aparato burocrático estadounidense que históricamente controló las relaciones con la región. En lo que el presidente llamó una “nueva unión hemisférica” muchos entendieron el ansioso anhelo estadounidense por blindar la región impidiendo el ingreso del comunismo. Una menor injerencia soviética implicaba el aislamiento de los sectores que puertas adentro de la región reivindicaban la lucha contra el imperialismo estadounidense. Pronto comenzarán a asomar los problemas en Cuba y el deseo de Washington por aislar a Castro del resto de la región. La diplomacia estadounidense también se encargó de impedir cualquier tipo de reconocimiento al régimen cubano por parte de otras naciones latinoamericanas, algo que en los años por venir se agudizaría con el bloqueo sobre la nación caribeña y el impedimento a ingresar en la Organización de Estados Americanos. De todas formas, no solo el efecto Cuba sino que también el asesinato de Kennedy y el cambio de paradigma estadounidense a partir del Incidente del USS Maddox en el Golfo de Tonkín, tendrían injerencia sobre las proyecciones de la Alianza. La misma caería en el olvido, los fondos prometidos jamás lograron llegar en su totalidad a la región, al tiempo que el compromiso político se diluyó. Con el gobierno de Johnson la relación Estados Unidos – América Latina variaría rotundamente y pronto comenzaría a dar un cambio de enfoque en vísperas del inicio de la administración Nixon. A modo de conclusión: la Alianza para el Progreso fue una innovadora propuesta por parte del nuevo gobierno demócrata que buscó impulsar un cambio en la relación con América Latina. La misma despertó el interés de varias naciones latinoamericanas, quienes creyeron que con Kennedy podría llegar a tomar lugar un acercamiento con Washington. De todas formas el establishment estadounidense también formó parte del proyecto y dejó en evidencia su interés por tener mayor injerencia en Latinoamérica a fin de limitar la expansión del comunismo en una región clave para la seguridad hemisférica de los Estados Unidos. La situación interna en varias naciones de la región, el caso Cuba, el asesinato de Kennedy y el nuevo enfoque en la relación por parte del Departamento de Estado dejaron sin efecto los alcances de la propuesta. En la histórica y compleja relación entre América Latina y los Estados Unidos, la Alianza para el Progreso representó una propuesta positiva con vistas a mejorar la relación bilateral, algo que sería más bien una excepción, por lo menos durante el resto del siglo XX.  

La primera crisis de envergadura internacional que le tocó afrontar al flamante gobierno fue la de Laos. Kennedy ya había tenido en años previos llegada a los problemas que se suscitaban en el Sudeste Asiático, principalmente en Vietnam y Laos. Durante el desarrollo del conflicto interno en esta última nación, Estados Unidos navegó entre la posibilidad de una intervención directa y la negativa a tomar parte en un conflicto interno. Lo cierto es que los problemas se agudizaron si tenemos presente que el nuevo gobierno acababa de llegar al poder, cualquier tipo de medida sería fuertemente analizada por la oposición, los medios y la comunidad internacional. A medida que las reuniones tomaban lugar entre el círculo más cercano al presidente, las salidas a la crisis conducían indefectiblemente hacia dos caminos: la intervención militar o una salida negociada. Los costos eran demasiado elevados como para desplegar tropas estadounidenses en la región y para Kennedy no parecía haber rédito alguno, por lo menos en el corto plazo. En el mediano plazo, la evolución de los acontecimientos desprendidos de una intervención podría llegar a comprometer aún más al gobierno. Kennedy optó por abstenerse a intervenir, algo que fue acertado teniendo en cuenta que el conflicto se agotó por la disputa entre las facciones internas. El mismo no logró captar la atención internacional, por lo cual Washington evadió la crisis sin pagar costo alguno. A pesar del alivio que rebalsó los pasillos de la Casa Blanca, pocos lograron advertir la seria situación que se suscitaba cada vez con mayor intensidad en Vietnam. Luego de Dien Bien Phu y la Convención de Ginebra, Vietnam escaló posiciones en la agenda de intereses globales estadounidenses. La política de Eisenhower comprometió en mayor medida a su nación con los problemas entre ambas naciones (Vietnam del Norte y Vietnam del Sur). Para Kennedy Vietnam no era un mero problema heredado de administraciones pasadas, representaba una cuestión a tener en cuenta a fin de no ver afectados los intereses estadounidenses en la región. Durante su primer año, JFK incrementó los fondos destinados a la asistencia militar en Vietnam. Las discusiones en el Despacho Oval se crispaban cuando el propio Kennedy sostenía que no deseaba enviar militares para terminar escalando el conflicto. Las fuerzas armadas eran partidarias de una intervención directa, pero por el momento eso sería bloqueado. El presidente no podía esperar por mucho más tiempo a que los problemas se solucionaran por si solos, principalmente porque el sector militar, la industria bélica nacional, la estructura diplomática y los gobierno de Laos y Vietnam del Sur reclamaban cada vez mayor atención por parte del ejecutivo. Este primer capítulo de la administración Kennedy dejó en evidencia los serios problemas que afrontaría Estados Unidos en la región durante la próxima década. Vietnam tuvo sus limitaciones, incluso para el accionar presidencial. Sin ansias de defender los postulados de la teoría kissingeriana de “Ingreso al Pantano”, debe ser destacado que Estados Unidos vio como el espiral de problemas no solo se amplió sino que también lo arrastró, de a poco, hacia un conflicto que pocos lograban comprender en 1961. Algunos actores tales como Johnson, McNamara y Westmoreland continuarían involucrados una vez finalizada la administración Kennedy, aun más, serían fundamentales para el desarrollo de los acontecimientos.

Los dos últimos elementos serán analizados de forma conjunta, no solo por su interrelación, también porque conforman cuestiones esenciales para comprender la estrategia global de los Estados Unidos durante el período en cuestión de la Guerra Fría. El gobierno de Kennedy mantuvo inicialmente una relación conflictiva con el poder militar estadounidense. El presidente no compartía los preceptos de la “Respuesta Rígida”. Él creía que la carta nuclear frente a la URSS conducía a una inevitable crisis global. En este sentido, probablemente haya sido Bobby quien mantuviera el mayor nivel de confrontación con la cúpula castrense que había perdurado desde la Segunda Guerra Mundial (con contadas excepciones que fueron quedando a un lado luego de Corea). Teniendo no solo llegada sino también influencia sobre el presidente, Bobby siempre fue partidario de optar por lo que denominaba la “vía propia”, algo que le valió de poderosos enemigos dentro de las estructuras de poder más relevantes tales como la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado. En este caso, los Kennedy buscaron desligarse de las ideas que pululaban dentro del establishment americano. Fue así como propusieron la “Respuesta Flexible”, dejando de lado alternativas con las cuales contrastaba notoriamente, como por ejemplo la “Represalia Masiva”. Para Kennedy la relación con la Unión Soviética debía deshacerse del elemento de tensión constante y omnipresente, para ello otorgar una respuesta flexible parecía una salida positiva. El único inconveniente aparentaba ser la reticencia de los grupos de poder a reducir el rol preponderante de Estados Unidos en los asuntos globales. La cuestión nuclear debía mantenerse como última opción viable, impidiendo que fuera utilizada indiscriminadamente. El elemento disuasorio cobraría valor. Una de las principales medidas fue la de centrar el uso de las capacidades nucleares en torno al presidente, limitando el grado de decisión de otros actores. Para los militares esto fue un duro golpe, recordemos que en aquel momento eran partidarios de la respuesta nuclear. Frente al joven y recientemente llegado al poder Kennedy, el Kremlin contaba con la experiencia de un líder como Nikita Jruschov. Para Kennedy, figura proveniente de la élite, acostumbrado a debatir cuestiones internacionales con los intelectuales de la Ivy League, Jruschov era un hombre rígido, rudo y poco propicio a ceder (por lo menos eso emana de las declaraciones en privado del presidente luego de las cumbres mantenidas con el líder soviético). Los primeros meses de gobierno aun dejaban en evidencia las estrategias de los actores respecto a los cambios de poder en Washington, sin embargo pronto Cuba cobraría mayor relevancia y con ello vendrían aparejados los problemas derivados de Bahía de Cochinos, el eje La Habana-Moscú y la Crisis de los Misiles. Finalmente, es necesario destacar que para 1961 Kennedy aumentó el presupuesto destinado al sector militar. Al mismo tiempo se incrementaron el número de cabezas nucleares en más del 400%. El gobierno de Kennedy también duplicó la cantidad de misiles balísticos operativos, tanto en Estados Unidos como en el exterior. A su vez debemos mencionar que en los dos primeros años de gobierno demócrata aumentaron la cantidad de bombarderos B-52 a nivel internacional. La estrategia global de Estados Unidos para la Guerra Fría continuaba en expansión, a pesar del eje discursivo pacificador mantenido por su presidente. Esto último expuso las limitaciones del presidente a la hora de poner límites serios a la carrera armamentista. Cuando Eisenhower advirtió en uno de sus últimos discursos oficiales como presidente el creciente poder del sector industrial-militar, en cierto modo envió un mensaje a la futura administración. Puede que Kennedy haya comprendido el mensaje, empero podría dejarse abierta la puerta al debate respecto a las capacidades reales para hacerle frente a semejante grupo de poder.







La relación entre los Kennedy y los sectores más relevantes del poder militar no fue buena a lo largo del mandato presidencial de JFK. La discrepancia respecto a la cuestión nuclear, las intervenciones militares y las instancias de toma de decisiones afectaron los niveles de entendimiento entre la Casa Blanca y El Pentágono. Luego de Bahía de Cochinos la relación no volvería a recuperarse jamás.  





La llegada de Kennedy al poder esperanzó a toda una generación que creía en el verdadero cambio. Su imagen, sus convicciones, su accionar y el país que prometía convencieron al pueblo estadounidense que la década de los ‘60 sería el momento en el cual cambiarían la historia. El lema de campaña “Kennedy-Johnson: Leadership for the ‘60s” entusiasmó a un pueblo dispuesto a creer nuevamente en la política. Durante la campaña los demócratas realizaron grandes promesas, en parte porque tenían la convicción propia en que las podrían llevar a cabo. Una vez en el gobierno, Kennedy encontró limitaciones al ejercicio de sus funciones, problemas de índole externa, conflictos intrapartidarios, pujas sociales aun no preparadas para ser modificadas, un escenario internacional mucho más hostil de lo que esperaba y un conflicto global con otra superpotencia que no parecía dispuesta a ceder en la lucha por le hegemonía global. Durante el lapso de los primeros 365 días de ejercicio de funciones, el nuevo gobierno experimentó éstas y otras sensaciones. La desazón, el enojo, los fracasos, las victorias, el apoyo social, los cambios de rumbo, las confrontaciones directas, la negativa interna a un cambio y la empatía generalizada. Por momentos resultó difícil materializar las promesas de campaña una vez en la Casa Blanca, por lo cual varias cuestiones programáticas debieron ser abandonadas al tiempo que otras mutaron o mejor dicho fueron mutadas. Gobernar no fue tarea fácil, incluso la elección del gabinete y los principales funcionarios de su gobierno le demostraron a Kennedy que el presidente debía tomarse su tiempo para atender a cada cuestión de forma particular. En un sistema presidencialista como el estadounidense, el jefe de estado debe estar constantemente preparado para responder a todo contratiempo respecto de toda área y bajo cualquier circunstancia. Nadie puede negar que Kennedy cumpliera con la formación y trayectoria necesaria para hacer frente a semejantes obligaciones. A lo mejor es una cuestión que atañe a todo gobernante, siempre surgirán contratiempos. En la experiencia demócrata quedó claro que Kennedy buscó responder a toda cuestión que surgiera en cada frente. Por momentos el agotamiento afectó su accionar, como lo sería Bahía de Cochinos, pero jamás sus convicciones. En un período de tiempo tan limitado, la administración Kennedy trabajó con profesionalismo para mantener en la cúspide internacional a una nación que tenía cada vez más demandas tanto internas como externas. A la hora de rememorar el gobierno de John Fitzgerald Kennedy se tiende a trazar una línea cronológica sobre la cual se posicionan los aciertos y errores desde la investidura hasta el asesinato en Dallas. Inevitablemente (o deberíamos decir lamentablemente) se dejan afuera elementos sumamente relevantes. En este caso hemos buscado exponer algunos de los aspectos más sobresalientes de la primera fase de gobierno, donde coexistieron elementos de toda índole. Dicho momento fue importante porque expuso las respuestas iníciales de Kennedy una vez en el poder frente a la compleja tarea de gobernar los Estados Unidos de América. A pesar del nefasto desenlace que le impidió a Kennedy continuar con su propuesta de nación, algunas de las medidas inicialmente adoptadas por su gobierno continuaron teniendo relevancia en administraciones posteriores, incluso tornándose piezas fundamentales del estado norteamericano que perduran y son rememoradas en pleno siglo XXI.





                                                                                                    Tomás Vera Ziccardi





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